Una Tarde de Otoño.

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Harry creía fielmente que la naturaleza era lo más hermoso que poseía el universo. Amaba sentir la calidez del sol cada mañana, observar cómo se pasea delicado y resplandeciente en el cielo, deleitándose de cada atardecer dando paso al manto celestial de estrellas brillosas que cubrían el firmamento en espera de la mayor fuente de belleza: la luna, resplandeciente y única, llenando la oscuridad de belleza y calma. Dios, Harry de verdad amaba la naturaleza, y ni hablar de las estaciones y sus cambios.

Otoño siempre fue la temporada favorita de Harry, siente que es el equilibrio perfecto: ni muy frío ni muy caliente, el viento se siente cálido y hogareño, las hojas adornando las calles de Doncaster con sus lindos y frescos matices bañados en un anaranjado rojizo, creando el más precioso paisaje.
Paisaje el cual Harry admiraba desde que tenía memoria; casi 18 años y siempre logra maravillarse como la primera vez.

Él siempre se consideró distinto a los demás chicos de su edad, pues sus compañeros disfrutaban las fiestas, el alcohol, el sexo casual y los amores de verano, mas él no.

Harry disfrutaba de las caminatas nocturnas, del café, tomarse el tiempo de aprender y analizar cada palabra, cada momento. Y no es que no crea en el amor o algo así, sólo que Harry deseaba algo más que un amorío de verano, él quería algo verdadero y genuino.

Además, adoraba sobre muchas cosas leer un buen libro en la plaza, y ese día no sería la excepción.

Su andar era lento y parsimonioso, el viento soplaba suave y fresco. Eran cerca de las 4:00p.m., quizás un poco más; era su hora favorita para leer, en el banco, su banco favorito que siempre se encontraba libre a partir de esa hora, y se convirtió en su favorito apenas lo vio, en la zona más alejada de la plaza bajo el gran y frondoso árbol que en estos momentos se encontraba casi deshojado.

Paró su andar confundido, pues había alguien sentado allí.

Un chico. Estaba ahí, sentado en su banco.

¿Cómo le pediría a aquel extraño que se levantara de su banco sin sonar como un loco y maleducado?

Carraspeó un poco, haciéndose notar.

—Disculpa —murmuró. El extraño posó su vista en él, en una mirada entre confundida y expectante.

Harry no podía creer lo que sus ojos veían; aquel muchacho frente a él tenía los iris más preciosos que alguna vez haya visto, de un azul profundo y pacífico. El reflejo del sol los hacía brillar con una intensidad abrasadora. Eran simplemente únicos. Si alguna vez creyó que el azul del cielo era el color más precioso, se equivocó, y vaya que lo hizo.

—Yo, eh... —Balbuceó, un poco perdido.

—Tú —respondió el ojiazul divertido al balbuceo del rizado frente a él—. ¿Necesitas algo? —Preguntó segundos después con una pequeña sonrisa.

—Yo... ¿Puedo sentarme? —dijo, masajeándose la nuca suavemente.

—Oh, ahm, claro. No es como si pudiera prohibírtelo; el banco es público, ¿no? —contestó el chico, palmeando el sitio a su lado—. Adelante, no muerdo. —Se carcajeó al ver que Harry aún no se movía.

—Gracias —respondió entonces, colocando el libro en su regazo—. Debes de creer que soy un tonto o algo así. —Bajó la mirada, avergonzado, ocultando el tierno sonrojo que cubrió sus mejillas.

— ¿Qué? No, solo me parece tierno. Soy Louis, por cierto. —Explicó, extendiendo su mano con una sonrisa amigable.

—Harry, yo me llamo Harry —sonrió amplio mostrando sus hoyuelos, estrechando sus manos con un leve apretón.

Una Tarde de Otoño.|| Larry Stylinson (OS).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora