III: Cámara de las Constelaciones

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"Mira las estrellas.
Un día seremos parte de ellas"

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Los cinco herederos corrieron frenéticamente por el sendero de piedra que habían tomado Diego y Alexia un rato antes. En cuestión de segundos habían vuelto a formar parte del bullicio que había en el jardín, solo hizo falta un instante para que notaran como la atmósfera de la fiesta había cambiado drásticamente.

Los violines se habían silenciado finalmente, pero los gitanos las habían reemplazado por guitarras cuya música era emitida en un tono enérgico y airoso, lleno de vida; reconocieron de inmediato el compás de esas notas como flamenco. Los gitanos estaban sentados con las piernas cruzadas y la guitarra apoyada en la pierna que estaba elevada, y frente a ellos, bellas gitanas hacían sonar las palmas y golpeaban sus tacones contra los senderos de piedra haciendo que resonaran por todo el jardín y el vasto interior de la mansión mientras alzaban su falda con elegancia, o giraban sus muñecas con gracia sublime.

Los invitados se mostraban sumamente complacidos mientras se dejaban llevar por el ritmo acelerado de la guitarra. Hacían brindis, chocaban copas y bailaban y reían con total despreocupación, ajenos a todo que no fuera disfrutar el momento. Incluso a las miradas gélidas que les eran otorgadas por las bailarinas, las cuales habían intentado ser penetrantes y terminaron volviéndose fulminantes.

—¡Vamos! —apremió Lucas lanzándose a las escaleras exteriores al notar que Lorenzo no estaba por ninguna parte.

El resto solo pudo seguirlo. Annabelle y Selina corrieron detrás de él para subir la escalinata en dónde estaban posicionados tres gitanos a cada lado, pero como ya se mencionó, sin violines, ahora estaban sentados en sus amplios escalones tocando sus guitarras magistralmente. Alexia y Diego los siguieron de cerca, los tres primeros curzaron el umbral, pero algo interrumpió la carrera de los dos últimos.

—¡Diego! —llamó a voz de grito una voz femenina. Alexia no la había escuchado antes pero no necesitó darse vuelta para saber de quién se trataba. —¿A dónde vas con tanta prisa, cariño?

Alexia se detuvo bajo el umbral de la puerta, se dió media vuelta y volvió a ver a la morena colgada del cuello de Diego.

—Tengo un asunto que atender. —se disculpó rápidamente deshaciendo el agarre de sus brazos.

—¿Es más importante que yo? —preguntó en un meloso tono de voz con el que hubiera convencido a cualquier hombre de mandar al demonio cualquier dichoso asunto para tomar su mano y llevarla al lugar solitario más cercano.

Pero Diego no era cómo cualquier hombre. Pese a su juventud, y las necesidades físicas que compartía con todos los jóvenes de su edad, y con todos los hombres en general; Diego se diferenciaba fácilmente entre todos ellos por una sencilla razón.

Su ambición.

Y esta chica, por muy bella y rica que fuese, solo podría darle un orgasmo, y aunque la idea era tentadora, fácilmente otra podía dárselo. Pero lo que Lorenzo le ofrecía nadie podía otorgárselo.

Encontraría placer después.

—No tienes idea.

La morena se mostró indignada y alzó su mirada avellanada chocándola con el soberbio gris de Alexia. La morena cuyo nombre seguía sin descubrir pareció esforzarse en observarla con seriedad y no con disgusto, pero los ojos son el reflejo del alma, dicen.

Almas rebeldes: Nada es lo que pareceWhere stories live. Discover now