Capítulo 15

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Lauren

A ella le había excitado mucho que ese hombre sumiso las halla estado
observando. Y a mí, joder. No le interesaban nada los chicos pero le encantaba el
exhibicionismo. No podía estar más orgullosa de la belleza y la reacción de Camila.
Se había puesto tan caliente que apenas podía soportarlo.
Tuvo que esforzarse al
máximo para no arrimarse a su trasero —cada vez más enrojecido—, bajarse los
pantalones y embestirla. Sin embargo, se prometió que no haría nada parecido, al
menos no en su primera vez en el club. A pesar de todo, algo se removió en su
interior cuando ella empezó a tocar fondo. Incluso cuando ella estaba sentada a
horcajadas en el banco y yo tenía la mayor erección de mi vida en contacto con la parte
baja de su espalda. Me había vuelto extremadamente protectora con ella. Y con eso
también sintio la necesidad de tenerla para mi sola.

Era una sensación de propiedad y
de un deseo que apenas podía controlar, y cada elemento hacía que el otro aumentara.
«Mía.»
Gruño. Seguía teniendo una erección tan grande que le dolía el pene, incluso. Ella,
a su lado y aún algo aturdida tras llegar al clímax, seguía sumida en el subespacio. Era
demasiado bueno. No veía el momento de llegar a su casa.
La miro: tenía los ojos medio cerrados, con destellos dorados que irradiaban calor
bajo sus largas pestañas. Sus labios eran de un rojo intenso y estaban hinchados.
Joder, era preciosa.
Me acerque, le acaricie los labios carnosos con un dedo y noto un chispazo de
placer cuando Camila lo chupó.
Su boca era todo calor y suavidad, como el terciopelo. Dios!!!
Su sexo le transmitiría lo mismo y estaría igual de húmedo.
Introdujo una mano entre sus muslos y sonrió cuando abrió un poco los ojos y luego de par en par al recorrer sus húmedos labios menores.
Ah sí, estaba empapada, como ya esperaba. Estaba preparada para mí.
—No te muevas —le dije en un tono suave. No podía resistirme a hacerlo.
El taxista no les hacía ningún caso; estaba enfrascado escuchando música cutre en
la radio.
La miro y veo como se mordía el labio mientras le introduzco el dedo
y empezo a bombear.

Camila arqueó la espalda y yo sacudo  la cabeza, tras lo que volvió a quedarse quieta.
Esa Mujer era simplemente perfecta. No era la primera vez que lo pensaba.
Oía la dureza de su respiración entrecortada mientras seguía moviendo la mano.
El pene se me hinchaba por momentos. Estaba a punto de explotar.
—Tengo que follarte pronto, preciosa —le dije al oído con un hilo de voz.
Ella se limitó a parpadear; tal vez estaba demasiado aturdida para responder. No me
importaba. Me encantaba, de hecho.
El taxi se detuvo frente a su casa y aparte la mano. Ella suspiró, resignada.
Le pago al taxista, dándole una propina demasiado generosa. No me importaba. Solo
quería llevar a Camila a mi apartamento.

Una vez dentro, la desnudo deprisa. Tuve que detenerme y contemplarla para
asimilarlo todo: sus mejillas encendidas, sus pechos, que se me antojaban hinchados,
los pezones duros de un tono rojo oscuro. Deliciosa. Ardía en deseos de verla mojada entera.
Empezo a desvestirme y a desabrochar la camisa… pero me paro en seco.

Sería mejor si la viera a ella con su camisa y el agua resbalando por la tela blanca.
Gimio.
Me quito los zapatos de un puntapié y se lo quito todo salvo la camisa. Hasta el
dobladillo de algodón que se posaba sobre mi pene, me resultaba insoportable y me
provoca escalofríos de placer.
Sin embargo, fue mejor aún cuando me quito la
camisa y la ayudo a ponérsela.
Aún no estaba debajo del agua y el pene me palpitaba de las ganas.
Iba a correrme
de un momento a otro.

Entro en la ducha y la a traigo hacia mí. No la había follado allí lo suficiente y,
además, ¿por qué no le había puesto una de sus camisas hasta ahora para ver cómo el
agua adhería el algodón a su piel?

—Joder, Camila, estás buenísima así. Me encanta verte la piel bajo la tela mojada y la
silueta de tu cuerpo. Esto es increíble para mí. Ni siquiera puedo expresar lo que
quiero hacerte…
Ella se quedó quieta, dócil, mientras le pasaba las manos por los hombros y los
pechos, que se marcaban bajo el algodón mojado. Ahora era casi transparente de lo
empapado que estaba y así era como me gustaba.

Le paso las manos bajo la camisa y por el vientre, y temblo al notarla a ella
temblar. Cuando me inclino y le succiono un pezón a través de la tela, siento que el
pene me iba a entrar en erupción de un momento a otro.
Tuve que apartarme, respirar
hondo un par de veces y hacer de tripas corazón para tranquilizarme.

—Joder, Lauren. Esto es… nunca había sentido nada igual.
—Me alegro de que te guste, preciosa —susurro al tiempo que volvía a cogerle los
pechos con las manos, acariciándolos y masajeando sus pezones con los pulgares.
Oía su respiración entrecortada y también la mía.
Me pego más a ella y la sensación del algodón empapado y la curva de su vientre
estuvieron a punto de hacerme estallar.
Tuve que parar, volver a respirar y apretar los
dientes para no perder el control.
«Tranquilízate, Joder. Tienes que relajarte un poco.»

Me separo un poco. Así estaba preciosa, pero tenía que reducir un poco la marcha
o esto terminaría en un santiamén.
Cojo una esponja grande y su pastilla de jabón favorita, la de limón y fruta, y empezo a enjabonarla en los muslos y el vientre, debajo del dobladillo de la camisa.
Me encanta que oliera como yo, aunque no sabía por qué y tampoco me importaba. Lo
que sí me importaba era ver cómo se le oscurecían y endurecían los pezones bajo la tela
mojada. Cómo suspiraba. La manera de mirarme con ese deseo en el rostro mientras que ella me lavaba también, pasándome la esponja por el pene erecto.
Se estaba aclarando la gargantacuando me dijo:
—Lauren, por favor. Déjame a mí. Deja que te toque.

Le sonreí y asinti. Entonces ella cogió la alcachofa de la ducha, se arrodilló y dirigió el chorro a mi vientre y luego más abajo.
El agua caliente se me antojaba como mil agujas en mi piel deseosa y gimio.

Camila desplazó el chorro entre mis muslos y separé un poco más las piernas.
Giró un poco la alcachofa para que el agua llegara a mis testículos.

—Ay, joder, qué bien —musito.
El placer me sobrevenía como una ola enorme.
Tuve que apretar la mandíbula para que no me llevara la corriente.

Ella me sostuvo los testículos en una mano y me los masajeó suavemente; ahi pensé que me iba a morir de placer. Lo que me hacía, el hecho de verla con mi camisa,
el algodón empapado adherido a su piel… La sujeto por los hombros; el pelo le caía
en cascada por la espalda. Empezo a mover las caderas hacia delante y hacia atrás; no
podía evitarlo. Ella levantó la vista con las mejillas encendidas y una mirada ardiente.
Y sin apartar la vista, me cogió el pene y me acarició la punta con los labios.
—Joder, Camila…

El placer me corría por las venas. Y cuando acogió la punta del pene entre sus
cálidos y carnosos labios, me pareció que me flaqueaban las piernas.
Me apoyo en las paredes de granito de la ducha e intento respirar. Pero cada vez me
resultaba más difícil; ella trazaba círculos con la lengua sobre la punta y la introducía
en el agujerito para luego chuparme el pene entero y succionarlo con ganas.

—Camila, me voy a correr si sigues así. Estoy a punto de correrme, cielo…
Pero ya había perdido el control de la situación. Ella chupaba y chupaba,
introduciéndoselo hasta la garganta y luego lamiendo hasta la punta. Con una mano me
tocaba la base del pene sin cesar y con la otra orientaba el chorro de agua hacia mis
testículos.

Iba a perder la cabeza. Empujaba las caderas hacia su boca. Tal vez con demasiada
dureza, pero ella lo resistía bien.
«Es perfecto…»
El placer aumentaba de un modo agudo y casi doloroso. Ella le seguía estimulando sin tregua, como yo lo había hecho con ella. Y al cabo de un momento llego al límite con
el frágil hilo que le unía a la cordura.

Al borde del control, del orgasmo y de ella.
Al correrme grito su nombre, una y otra vez. Empujó las caderas hacia ella de
nuevo. Ella chupaba tan fuerte que me dolía pero al mismo tiempo me parecía
maravilloso.
Nunca me había corrido con tanta fuerza.

Cuando termino noto que me tiembla todo el cuerpo. Camila se incorporó y me ayudó a sentarme en el banco de obra que había dentro de la ducha.

Jadeaba e
intentaba por todos los medios respirar con normalidad.
Y era ella quien me tranquilizaba, allí sentada a mi lado en el banco mientras el agua
caía a su alrededor; caía sobre la camisa de algodón pegada a su cuerpo, a su piel
desnuda en forma de minúsculos riachuelos.

Camila acariciaba con ambas manos mis hombros y las mejillas. Sus caricias eran…
delicadas y tiernas.

Tarde un momento en reconocerlas. Se me antojaba muy extraño que una mujer me
tocara de ese modo.
No solía permitirlo. Era algo demasiado íntimo; estaba fuera de
los límites de los papeles de dominante y sumisa. Los límites del juego de poder.
El juego de poder en el que yo era la dominante. Y no es que ella estuviera
comportándose como una dominante ahora, pero lo cierto era que yo había bajado la
guardia de algún modo.

Por Camila.

Ella me había llevado a ese estado. E iba mucho más
allá del placer que sentía con su tacto y mirándola. Era… simplemente por ella.

Nunca me había pasado antes. Que una mujer me redujera a… esto. Una mujer que
no podía ejercer control alguno sobre sus deseos.
Sobre su propio placer.
Emoción.

Me entró un poco de pánico, pero hasta eso era una vaga sombra al límite de la
consciencia, tras el placer puro que aún sentía en mi organismo.

No podía creérmelo. Estaba demasiado agotada para pensar en eso. Y me sentía tan
increíblemente bien tras ese primer momento de sorpresa que en realidad no me
importaba.

Nada era tan bueno como Camila. Nada. Solamente podía pensar en ella. Lo único
que quería. Era demasiado buena para mí, para caer en la cuenta de que nunca había
tenido esos pensamientos antes.

«Camila.»

Por primera vez no quería nada —ni a nadie— más.







Corto lo sé, pero pronto les daré un capitulo más largo (puede que smut también) 🌚
⭐👈💚
Nos leemos y perdón por la demora 🥰.

Los límites del deseo Camren G!pWhere stories live. Discover now