La Esperada cena

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Kalevi se había cambiado de ropa más de tres veces en tan solo cinco minutos pues quería verse muy bien.

Raner, el padre del chico lo esperaba pacientemente sentado en la sala de su casa.

Mensajeaba con Graham mientras esperaba a que Kalevi terminaba de arreglarse.

El señor Raner le hacia saber a Graham lo ansioso y nervioso que estaba su hijo.

Graham a su vez le contó que Linny también estaba muy emocionada y ansiosa debido a la cena de esa noche.

Más específicamente por volver a ver a joven Kalevi.

"Listo papá, lo siento."
Se disculpó Kalevi hacia su padre.

"No hay problema hijo."

"Pongamosnos en marcha"

El padre de Kalevi admiró de pies a cabeza a su hijo.

La playera impecablemente blanca, junto con unos jeans de mezclilla oscura y un saco infromal azul oscuro hacían resaltar la tez blanca y los ojos azules del chico.

El cabello lustrosamente peinado, colonia moderada y mocasines cafes en los pies del chico complementaban a la perfección su atuendo casual y elegante a la vez.

"Andando papá."
Comentó el chico felizmente.

La camioneta pronto se puso en marcha hacia la casa de la bella Linny Janders.

"Pero si estás preciosa Linny!"

"Acaso no te das cuenta?"

La chica se miraba en el espejo incansablemente pues no le convencia el atuendo que había elegido.

Kalevi pensaría que su atuendo era demasiado recatado y aniñado?

El vestido blanco a la rodilla con diminutas flores exquisitas y encaje le quedaba de maravilla a la chica.

Los zapatos de piso y el suéter rosa pálido hacían ver delicada a la niña, pero esa no había sido la intención de Linny.

Ella quiera verse femenina si, pero también sensual, intrigante, pero...

"Parezco una gran niña boba."

Se quejó Linny mirándose de nuevo al espejo.

"Tonterías, te ves preciosa."

"Es hora de que me ayudes a preparar la mesa para los invitados."

El pedido de Graham había llegado a la hora convenida y la comida todavía estaba empacada dentro de las bolsas.

"Está bien."

La niña dijo sin muchas ganas, pues ella creía que estaba muy pasada de moda.

Ella había usado por tanto tiempo jeans gastados, botas polvorientas y camisas holgadas a cuadros pues era la única ropa que le proporcionaba ese bastardo.

El mismo bastardo que le ordenaba a Linny encargarse de las tareas más extenuantes bajo el inclemente y despiadado rayo del sol en ese lugar maldito y alejado de toda comodidad.

Linny se había humillado y suplicado miles de veces rogando de rodillas a ese gran hijo de puta para que le comprara una gorra.

O un sombrero como el suyo para poder cubrirse del poderoso sol de medio día.

Sin embargo ese malvado hombre siempre se burlaba de ella con sorna y saña.

Además siempre le recordaba que gastar en ella era un desperdicio de su valioso dinero.

Sublime Amor NórdicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora