Capítulo 6

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«Al regresar a Lakewood siempre tengo el mismo sueño, voy caminando en medio del bosque, los pájaros cantan a mil voces, mis pies van descalzos saboreando el pasto mojado debajo de mis dedos, la luz es tan tenue como una caricia, sus rayos parecen una delicada cortina que brilla entre los árboles. Hay una danza de fragancias a hojas y madera húmeda, pero hay uno que sobre sale sobre todos, es el aroma de las rosas dulce Candy que van guiando mis pasos; y al final del camino, están ellos, ahí esperándome, son Anthony, Stear y por supuesto Archie, nos reímos, nos abrazamos, bromeamos como si el tiempo no hubiera pasado. Al fin reunidos mis tres mosqueteros y su D'Artagna pecosa. Supongo, aquel sueño es mi propia versión del paraíso, en él seguimos siendo los mismos revoltosos que escapábamos a medianoche para ir al tejado a ver las estrellas usando el telescopio hecho por Stair. Yacíamos los 4 recostados hombro con hombro, Anthony y yo siempre permanecíamos juntos y rozábamos nuestras manos, tomando nuestros meñiques, era nuestra declaración de un inocente romance, sin que los hermanos Cornwell se dieran cuenta y hacíamos de la noche nuestro secreto.

Abro los ojos y ahora nos miro desde lejos en ese mismo techado, pero ya solo estamos Archie y yo mirando nuestras dos nuevas estrellas favoritas. ¡Cuánto los hecho de menos!

Oh, Archie, el más fiel de los amigos, el paladín que hace de mi melancolía una retórica. Me pregunto, si nuestra redención no será una anunciada condena a largo plazo. Aunque nunca he creído que la moralidad define lo bueno o lo malo, ahora tampoco creo que los vicios lo hagan. Solo sé que cuando el sol se pone, es imposible negarme a estar en tus brazos, ese mundo que implosiona estando en ellos. Noches, donde tus besos me corrompen y tus caricias me hacen perder el control. Las imágenes no dejan de venir a , tus manos apretando mi piel desnuda, la forma en que tu clavícula se resalta, como una "v" de victoria cuando disfrutas mis besos en tu cuello, y ese sonido de tu grito estrellándose entre mis paredes. Somos los amantes que inventaron un placer insoportablemente solitario a favor de su libertad.

Sentirme deseada me ha hecho una aficionada a esas malas o buenas costumbres, aún cuando las madrugadas terminen en soledad.

Cada encuentro juro que es el último, pensando que ya no tengo nada que perder, la verdad es que temo perder incluso más cuando no estés. Te quiero, eso es innegable, pero tengo tanto miedo de entregar mi corazón nuevamente, ¿cómo correr cuando aún sangra la herida? ¿Lo entiendes cierto? Y tampoco quiero ser un impedimento en tu camino, te falta tanto por descubrir en ti, evades tus responsabilidades pensando tener el tiempo del mundo y temo que solo encuentras pretextos en mi cama. Si hablo como si fuera una anciana conocedora, es porque yo más que nadie sé las consecuencias de no tomar las riendas de tu vida y entregarlas al amor solo para que te destruya.

Hoy cumplo años y tal vez por eso me siento un poco introspectiva. Como ya es costumbre, desde hace un par de años, Albert ofrece una comida en Lakewood para celebrar mi cumpleaños, todos del hogar de Pony vienen, Patty no pudo venir este año y Annie, aunque, desearía que estuviera aquí no sabría como encararla. Me pasa lo mismo con las fotos de Anthony y Stair que estaban en mi casa, tuve que esconderlas, mintiéndole a Archie que había roto ambos marcos por accidente. ¿Si no es nada malo, por qué se siente de esta forma?

Me miras mientras estamos todos reunidos en el comedor, pero trato de no regresar mis ojos a ti, una chispa y todos se darían cuenta. Solo te miro de soslayo y percibo que Albert tiene una conversación seria contigo, la profundidad con la que tus ojos me miran es como si quisieran decirme algo que te preocupa, y tus dedos no dejan de golpear la copa que sostienes. Solo respira, Gatito mío.»

LOS AMANTES RECURRENTES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora