Cap.1: Golondrina

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Jamás me ha gustado como me mira mima, es incómodo, es como si ella supiera todos mis secretos.

Allá arriba en el estante de la vitrina están las flores muertas que alguna vez le regalé. No les gusta, desprecia lo que viene de mi, pero es porque le recuerdo al vago de papá. No lo dice, pero yo lo sé, lo veo en sus ojos.

Me limpio los dientes con la lengua y dejo de comer lo que he traído a la casa, estoy seguro de que ella hace huelga de hambre nada más por llevarme la contraria, me duele el pecho al pensar en eso.

Gina entre la incomodidad me ve y luego se acerca disimuladamente hacia mí, come mirando el plato lleno, tanto que apenas decide qué comer, no hemos tenido así de comida desde que el trabajo en la lavandería dónde mima lava ropa ajena ya no le llega mucha gente.

-Apurate Gina y luego te vas a recoger las cobijas de arriba antes de que caiga el sol.

Severa la ve, eso calienta mi estómago, no me gusta escuchar como la regañan, siempre me siento algo enojado cuando veo como Gina mueve la cabeza diciendo que sí y se ve triste. A veces creo que odio a mima.

-Déjala mama, está comiendo, come también que no te has metido al buche nada, hoy tengo que currarla temprano no los voy a ver hasta la noche.

Me quejo un poco porque si estoy solo tragando se me va el hambre.

-Mentiroso, dirás tú qué no he visto el cachimbo que tienes escondido bajo el colchón, no te quiero ver en esta casa, mal hijo.

Termino mi guarapo y me corro de la silla, me empiezo a poner cabron y eso no está bien cuando Gina me mira con ojos de cordero.

-Te ayudo en el guanikiki y te enojas, te traigo para jamar y dices que estoy haciendo un forro por ahí.

Gina me mira de frente pero no tengo tiempo para sentir remordimientos, solo la sensación de injusticia en las venas.

-Maja, mejor vete con tu nagüe ese que bien enterada estoy de tus negocios, deberías conseguirte una pincha honrada, porque de que caigas un día en el talego te desconozco, óyeme bien.

-Tumba mima, tu humor no es algo que le hará bien a Gina.

Le reclamo lo mal que la trata, lo seca y desabrida que es con nosotros y jalo mis zapatos para irme descalzo a ponermelos; paso mi mano, mis dedos sobre el cabello húmedo y colocho de mi zumzum y le doy la espalda a la bronca que me echa mima.

-¡Poco hombre!

Me deshago de mi molestia y escupo algo de la pulpa del agua, me jalo para los arrabales por el nagüe, en el camino de la vereda principal me compro con una escopeta, una guarfarina, en el camello está descansando el chófer, Daniel, raro el loco, le saludo y con ayuda de la escalera que tiene a un lado de la puerta del camión subo para verle, me entrega un baro, un fajo enrollado en papel de cocina.

Digo que no, me quedo sobre mis codos y rodillas, traigo el sueño pesado.

-Mira esa hembra, ganas de tener entre mis dedos su pepita.

Me da risa como mira a una jeva con el cabello largo y cuerpo voluminoso, su cuerpo trigueño y ojos razgados, me quedo mirando cuando se va bajando la gran vereda, es cuando Daniel saca una láguer y nos ponemos bien jalaos. Es cuando me miro los harapos que uso, me da asco ser yo, me da asco las condiciones de mi familia, me siento como mima dice, un poco hombre porque no les he sabido responder como se debe. Me encoragina eso, querer que haya algo para mís tripas, Pensar que soy como él, que seré igual que él, me hace querer buscar como un loco desesperado más dinero, no es suficiente con lo que ya tenemos, quiero más, porque la plata siempre se acaba.

Lince (Tony Montana) scarfaceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora