II

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Los días pasaron con una normalidad que me resultaba abrumadora.

El Santuario no estaba de luto, no guardó ni un minuto de silencio por la muerte del caballero de Sagitario, era obvio, nadie se lamentaría por la muerte del traidor, o al menos nadie podía externarlo, ni siquiera las personas más allegadas al fallecido podían hacerlo por mucho que esa tragedia los estuviera consumiendo por dentro.

En el caso de Aioria todos miraban al león con repudio, su presencia se consideraba indigna, compartía la sangre sucia con el traidor y su sola presencia alteraba el ambiente de cualquier lugar al que pisara; algunos caballeros lo evitaban, otros lo ignoraban y algunos lo trataban con desdén.

Era todo lo contrario para mí, el caballero de Capricornio, lugar que pisara era lugar que se llenaba de júbilo, alabanzas y muestras de respeto llovían por doquier.

—¡Ahí va el héroe! El verdugo que derrotó al mal y purgó al Santuario de la maligna presencia.

La comisura izquierda de mis labios se alzó con suficiencia al escuchar eso.

Si tan solo supieran...

Todos me tenían en una buena percepción en base a las apariencias que lograba mantener, mi rostro inmutable, la dureza de mi voz con un ligero tinte de arrogancia que con los años se había vuelto más profunda sumado a la pequeña sonrisa altanera que a veces aparecía en mi rostro. Parecía que todo estaba en calma y bajo control en mi vida y así lo era, aunque a algunos les costara creerlo.

—¡Shura!

Mi cuerpo se congeló un milisegundo al escuchar esa voz llamándome, sin embargo, cuando volteé mi rostro para hacerle frente este ya ocultaba los nervios que segundos antes habían surgido.

—¿Qué sucede, Afrodita?

El caballero de Piscis me miró con detenimiento, Afrodita era sensible y muy perceptivo, y desafortunadamente me conocía demasiado pues habíamos forjado una fuerte y sincera amistad desde niños. Podía notar en su mirada celeste que definitivamente algo no le cuadraba.

—¿Quieres que te acompañe a tu templo?

Alcé mis perfiladas cejas. Lo que en verdad quería preguntarme era si estaba bien, pero no se atrevía a hacer esa pregunta, no después de haber asesinado a Aioros bajo las órdenes de su Santidad, y aunque el noveno caballero dorado fuera un traidor, eso no borraba todos los bellos momentos que habíamos tenido juntos durante años.

Sin embargo, me detuve en seco ante la pregunta pues la encontré sospechosa debido a que Afrodita no acostumbraba a pedirme permiso para acompañarme, simplemente se pegaba y no dejaba de hablar de cualquier cosa.

—No sé qué pretendes, Afrodita, pero córtalo en este momento.

Afrodita pasó saliva al escuchar una respuesta tan fría de parte mía, de su amigo, tan a la defensiva, como si tratara de esconder algo, no se equivocaba.

—Por favor, no me evadas, Shura. —Afrodita subió los escalones que le faltaban para estar a mí mismo nivel. —Sé que Aioros y tú eran más que amigos, y solo quiero darte mi apoyo en este momento por el que estás pasando. Si yo estuviera en tu lugar y tuviera que asesinar a Masky me volvería loc...

—¡Calla! —Demandé con frialdad. —No necesito nada de nadie en este momento. —Mi respuesta había sido dura, sin embargo, poco después una pequeña sonrisa apareció en mi rostro, reflejaba la calma y lo satisfecho que estaba con la situación por la que estaba pasando. —En este momento tengo todo lo que necesito.

—¡Pero..!

Continué con mi andar, dejando al sueco con las palabras en la boca. No quería sus palabras, no quería su apoyo, ni su lástima, no me hacían falta, todo estaba bien en mi vida, tenía todo lo que necesitaba y no era codicioso para pedir algo más, ya me había adaptado a mi realidad y estaba complacido.

En cuestión de minutos llegué a mi templo, el cual me recibió en solitario, con un profundo silencio, nada mermaba la calma de mi recinto y eso me gustaba, era un amante del silencio, de la tranquilidad y el orden, adoraba tener todo bajo control.

Caminé por los pasillos de mi casa hasta llegar a mi habitación, la cual se encontraba hasta el fondo y cuando entré cerré la puerta con seguro tras de mí, todo estaba como esperaba encontrarlo, tal como lo había dejado, como yo quería.

Los pasos de mis botas fueron el único ruido dentro de la habitación los cuales se detuvieron hasta llegar frente a un enorme armario de madera oscura con dos puertas, del cual sus bisagras emitieron un largo chirrido al ser abierto.

Esta vez en mi rostro se dibujó una sonrisa grande, amplia, de esas que eran raras en mí y que solo una persona podía provocarme. Relamí mis labios ante la emoción por encontrar a mi valioso tesoro.

—Parece que no fuimos lo suficientemente cuidadosos en ocultar nuestra relación. —Negué con desaprobación meneando la cabeza de un lado al otro. —De seguro fue tu culpa, ser discreto nunca fue tu prioridad, pero ahora... —Alcé la mirada para verlo y tocarlo con delicadeza. —Todo depende de mí, tú solo debes mantenerte callado y bien portado para no volver a arruinarlo...

Me incliné para besar a mi tesoro, el cual se encontraba inmóvil dentro del enorme mueble, su sola presencia me llenaba de paz, solo él lo hacía y me negaba a dejarlo, ¿cómo podría? Si se trataba de mi amado griego de cabellos castaños oscuros y rizados, Aioros, inerte y vacío, pero conservando toda su hermosura, como si se tratara del muñeco tamaño real más perfecto del mundo, el cual parecía dormir pues le había cerrado sus ojos días atrás, confiriéndole un aspecto más vivo, uno que se perdía completamente al mostrar sus orbes sin brillo que me crispaban los nervios.

Esa había sido la decisión que tomé en la oscura profundidad del barranco, tomé el cuerpo de Aioros y lo escondí en mi templo. Tenía ese derecho sobre él, Aioros era mío, mi compañero, amigo y pareja, mi complemento, mi todo, y a pesar de que entendía perfectamente lo descabellada de la situación eso no me detendría, me adaptaría y con él crearía una nueva historia, la que debió haber sido de no haber sucedido aquella fatídica noche, una en la cual todo sería felicidad, la que debió haber sido redactada por los dioses si no fueran tan egoístas al esparcir la felicidad por el mundo.

— Y esta vez todo será perfecto.

Nadie nos separaría, ni siquiera la muerte misma.

"We were more than friends before the story ends,
And I will take what's mine, create what God would never design"

Un pequeño pedazo de cielo / AiorosXShura /FINALIZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora