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El día en que todo cambió.
PRIMERA PARTE.

Un adormilado rizado, abre su ojo izquierdo primero para luego abrir el derecho, parpadea un par de veces mirando a su alrededor y estira la mano hacia su velador para apagar la alarma antes de que sonara, mira de reojo las notificaciones de su celular leyendo con rapidez los mensajes de su padre en donde le indicaba que tuviera cuidado hoy.

Rueda sus ojos ante eso, estaba demasiado feliz como para responderle de vuelta. Se levanta de su cama y va directamente al baño a lavarse los dientes. A pesar de que se había levantado antes de que sonara la alarma, tenía la mala costumbre de ponerla solo veinte minutos antes de la hora acordada en donde se suponía que debía estar o ir.

Sí. Era un irresponsable y lo admitía con mucho gusto.

Cepilla sus dientes con fuerza y escupe en el lavamanos, para luego enjuagar su boca.

Toma la camiseta que había dejado sobre su cama y se la pone con dificultad, a veces creía que tenía dos manos izquierdas. Su habitación estaba hecha un desastre, pero se dice a sí mismo que más tarde la ordenaría. Muy en el fondo sabía que eso no sería así.

Toma unos shorts de playa y se los pone dando pequeños saltos cortos intentado de que encajaran en sus caderas, ¿Acaso tomó los que le quedaban ajustados? No tiene tiempo para buscar otros, su celular suena en una llamada entrante y contesta rápidamente con la respiración un poco agitada.

—¿Sí?

—Ya estamos llegando.

—Bien, voy saliendo.

El ojiverde corta la llamada y guarda el aparato en el bolsillo trasero de su -muy ajustado- short, sería un milagro si este no se rajara a mitad de camino. Rogaba para que no ocurriera o sería el hazme reír durante mucho tiempo de sus mejores amigos.

Corre a través de la casa, cada paso resonando contra el suelo de madera, pasa por afuera de la amplia cocina, y de la encimera toma una manzana, con su mano libre toma la mochila que estaba sobre una de las sillas del lugar y se la cuelga en el hombro.

Finalmente sale de su hogar y con una agradable familiaridad toma la tabla de surf que estaba apoyada a un costado de la puerta principal, ayer se había dado el tiempo de pulirla y dejarla decente, pronto la cambiaría.

La ya conocida camioneta de uno de sus mejores amigos se estaciona frente a él y ríe al ver como Rudy saca la cabeza y luego el cuerpo completo por el lado del copiloto, golpea el techo del vehículo un par de veces y abre sus brazos con alegría.

—¡Mueve el culo, las olas están increíbles!

Seguido de eso se escucha un quejido de su parte, Drew le había golpeado el estómago, odiaba que se sentara en la ventanilla de su preciada joya.

Harry baja los escalones y trota hacia el vehículo, pone su tabla a un costado de las demás y luego se sube a los asientos traseros. Su mirada se pone sobre Dylan el cual estaba dormido con su cabeza recargada en la ventana, alza ambas cejas ante eso y pone su mirada sobre sus amigos haciendo una pregunta silenciosa.

—Te juro que hace un par de minutos estaba despierto.

El energético ojiverde se encoge de hombros y cierra la puerta de su costado, el ruido despierta de un salto a Dylan. El chico voltea a mirar a Harry y le da una mala mirada, molesto.

Love Between Waves |Larry Stylinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora