Capítulo XII

100K 3.4K 149
                                    

—Creo que me ha quedado gel en la barriga —nos dice Alexandra con una mueca graciosa mientras caminamos, una vez más, por uno de los pasillos del hospital.

La ecografía que ordenó Murray ha salido bien. Solo queda esperar los resultados.

—Es solo una sensación, la doctora te lo ha sacado por completo —le respondo, y poso mi mano lentamente sobre su cabeza.

—Me ha recordado a cuando estaba embarazada de ti. ¡Eras como un grano de arroz! —dice Florence y trata de acariciarle la mejilla con ternura.

Alexandra suspira en el intento de ocultar una sonrisa y pone los ojos en blanco.

De pronto, me imagino a Alex embarazada, cargando a nuestro primer hijo. Un tinte oscuro y lúgubre no tarda de invadir esa breve ficción y salgo de allí tan rápido como puedo.

—Lo único que noto es que hoy te encuentras muy bien —agrego antes de besarle la cabeza—, y lo digo en todos los sentidos.

Ahora sí sonríe y se hunde en mi cuerpo, lo que provoca que la abrace más fuerte. No tiene idea de lo que significa ella para mí.

—¿Vosotros dos qué haréis ahora? ¿Iréis, o...? —nos pregunta George, dándose la vuelta nuevamente, a punto de salir del pasillo.

—Yo estoy bien. No me duele la cabeza y no vomito desde hace dos días .—Sonreímos, incluso Florence—. Además, quiero despedirme —responde Alexandra, y me toma la mano.

—¿Estás segura? No es necesario que vengas si te sientes débil... —aclaro.

—¿Y quién ha dicho que me siento débil? Serán como mucho un par de horas, y me vendría bien despejarme un poco mientras pueda.

—¿Despejarte en un aeropuerto? Hay mucha gente, Alexandra... El griterío, los viajeros... ¿No es demasiado tumulto? —Florence está preocupada, ya estamos en el aparcamiento del hospital.

Nos miramos, y Alexandra levanta las cejas para que la ayude.

—Como tú quieras —digo sin dejar de mirarla mientras le acomodo un mechón de pelo—. Si me dices que te sientes bien, podemos ir, despedirlo y volver. Eso sí, necesito que seas muy directa, como siempre, si te encuentras mal, y no lo minimices, ¿vale?

Alexandra se muerde el labio a modo de queja. El sarcasmo de mi última frase se debe a su típico "estoy bien", cuando la situación demuestra que no lo está para nada. Se cree que así nos ahorra preocupaciones.

—¿Estás seguro de que puedes conducir, James? ¿No estás muy cansado? —me pregunta Florence mientras George abre la puerta de su coche, que está delante del mío.

¿Tan marcadas tendré las ojeras?

—Estoy bien. El aeropuerto está a no más de media hora.

—¿A qué hora te ha dicho que saldría? —me pregunta Alexandra.

Reviso mi reloj y trato de recordar la información que Bobby me dio ayer. ¿Once de la mañana? Sí, eso es.

—A las once de la mañana —saco las llaves del coche del bolsillo.

—¡Perfecto! Son las diez menos cuarto, tenemos tiempo —me contesta.

Hace calor aquí abajo. Nada que ver con el aire acondicionado caliente de hospital, muy distinto que el viento que seguramente haga fuera. Es más bien como un calor de encierro.

Alexandra se acerca a su madre y trata de calmarla. Se despide a sus padres y vuelve a mi lado.

—Listo. ¿Vamos? —me pregunta.

Más allá de la realidadWhere stories live. Discover now