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Gianna

—No pienses más en hoy —me dice Félix con su mano paseándose lentamente por toda mi espalda, raspándome con sus dedos callosos.

Giro lentamente mi cara y me posiciono encima de su regazo mientras esparce pequeños besos sobre mi frente y mejillas. Con mis dedos dibujo la silueta de su mandíbula y voy moviéndome un poco más arriba suya hasta que estoy totalmente situada sobre él.

Sus labios están entreabiertos, esperando a que los ataque y sus ojos como el anochecer me miran de tal manera que hace que mis pensamientos malos sobre el día de hoy se vayan de inmediato.

—Hazme olvidar —respondo a su comentario de antes besando lentamente sus carnosos labios—. Quiero olvidar todo.

Sigo moviéndome lentamente encima suya durante un tiempo, ambos estamos en completo silencio besándonos y tocándonos hasta que él se remueve debajo mía y con sus grandes manos en mi cintura me tira al otro lado de la cama, dejándome anonadada.

Levanto la mirada y me remuevo el pelo de mi cara, encontrándome a Félix sentado en la esquina de la cama con sus manos agarrando su cabeza. Despacio, voy gateando por la cama hasta pararme detrás suya, rodeando su espalda con mis brazos.

—¿Qué pasa? —pregunto, con voz relajada.

Los hombros de él se mueven y me agarra de las manos para quitarlas de su pecho, mientras se levanta de la cama y cruza toda la habitación hasta llegar al armario.

Sigue sin responder a mi pregunta y yo no me muevo de mi sitio en mi cama, pero esta vez dejando caer mi peso en mis talones.

—No te merezco, Gigi.

Esa ha sido su respuesta.

Esa ha sido su respuesta antes de agarrar con fuerza su camiseta en su mano y salir de la habitación murmurando en voz baja que iba a estar en la cocina.

Me tomo cinco minutos para relajarme en la cama y procesar una y otra vez la situación en mi cabeza. Ese momento incomodo que habíamos vivido cuando pensaba que ya habíamos pasado esa fase meses atrás.

Félix y yo llevábamos demasiados meses saliendo como para que la comunicación fuese una de nuestras debilidades. Se lo dije, le dije que en las pocas relaciones que había tenido siempre pedía comunicación y siempre era lo que fallaba.

No quería lo mismo con él.

De siempre, en los pocos años que viví con mis padres en Italia me habían inculcado poco a poco el arte de la comunicación y el habla con otras personas. ¿Te pasa algo? Lo hablas, ¿Te molesta algo? Lo hablas.

Lo único que se en este momento es que si me quedaba más tiempo tumbada en mi cama llenando mi cabeza de pensamientos erróneas iba a tener una gran charla conmigo misma sobre la confianza en la pareja.

Sin esperar más, me levanto de la cama poniéndome los pantalones cortos del pijama que estaban encima del escritorio y unas zapatillas de osito colocadas en forma lineal a los pies de la cama.

Salgo de la habitación con la intención de hablar y tener una charla de adulto a adulto con Félix. Queramos o no queramos somos una pareja que, aunque no convive en el mismo piso tiene que hablar las cosas que pasan cuando estamos o no estamos juntos.

Hago mi recorrido por el diminuto pasillo que lleva directamente a la cocina pensando en la reacción rara que ha tenido. Ya sé que hace cinco minutos me prometí a mí misma no volver a pensar en eso, peor en inevitable.

Entro en la cocina y está completamente vacía. El primer pensamiento que llega a mi cabeza es que esta en el cuarto de baño pegado a la cocina, aunque cuando voy a ver esta igual de vacío.

Dondequiera que vayamosWhere stories live. Discover now