Capítulo 18

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Alguna vez un célebre filósofo dijo: ''Prohíbenos algo, y eso será lo que más desearemos''

Hunter conocía sus pecados, aquellas cosas por las que tarde o temprano tendría que pagar las sabía perfectamente. Y era que no sabía en qué punto exacto de su vida las cosas se volvieron de esa manera, cuando el instinto sexual se disfrazó de algo más intenso, bien fuera llamado amor o quizá lástima, tal vez interés.

Gradualmente su mirada fue descendiendo desde el techo hasta el tocador en la pared de junto, donde la culpable de sus desgracias yacía en la desnudez frente al espejo, el negrísimo cabello abundante y largo cayendo en revueltas ondas desparramadas por el seno y los hombros sin alcanzar a ocultarlos. Entretenida en adornarse y peinar su sedoso cabello -tan bien como se lo permitía su herido estado- no percibió el remover inquieto de Hunter sobre la cama destendida y las sábanas revueltas.

Tampoco conocía por qué tarareaba una melodía apagada, veía su mirada triste posándose sobre los objetos, como si quisiera depositar en ellos aquella tristeza de la que estaba tan impregnada.

— Lo siento, ¿Te desperté? —  Preguntó tan pronto como Hunter se sentó, al borde de la cama chirriante, en completo y fatal silencio.

Sencillamente negó con la cabeza, medio dormido, medio despierto. Entonces ella regresó a lo suyo sin decir más, pero ahora con la mirada de un expectador clavándose en su espina dorsal y los lunares de su espalda.

Tan peligrosa como bella, a veces creía que Edith Donaire no formaba parte de este mundo.

— Siempre tienes que llevarlo todo al extremo. — Dijo Hunter, viendo el vendaje alrededor de la esculpida cintura de Edith.

Ella no le tomó atención. — Son los pequeños sacrificios que se tienen que hacer. — Entonces se inclinó hacia el espejo tanto como pudo para cincelar sus labios. — Tú sabes que esto es lo correcto.

Por primera vez en su vida, desde el momento en que se conocieron, no estuvo de acuerdo.

— Hacerte daño de esta manera y sacrificar a los demás no es hacer lo correcto, Edith. Tú ni siquiera sabes qué es lo correcto. — Harto de ser ignorado Hunter tomó la muñeca con la que se estaba maquillando y la obligó a girarse hacia él. — Lo sabía, tu herida se abrió de nuevo.

La sangre que Edith tanto había querido ocultar se hizo imposible de esconder, su vientre y piernas estaban salpicadas del tinte rojizo y la palidez de su piel mostraba que no estaba sintiéndose bien.

— Debemos ir al hospital, necesitas estar en reposo, Edith... — La súplica salió desde lo más profundo de su garganta. — Ya detén todo esto, aún estás a tiempo antes de cometer una verdadera locur-

Hunter permaneció inmóvil, de cara volteada, vacilante, bajo aquel golpe tan inesperado que asestó sobre su mejilla. Edith aflojó el puño en su mano y se miró los nudillos de los dedos.

— No recuerdo haber pedido tu opinión.

Hunter se limpió en seco la sangre de la boca.

— No desprecies mi preocupación de esa manera.

Aquellas ideas infundadas fueron culpables de la terrible mina que acabó pisando.

Y era que, no había palabra alguna que fuera capaz de describir la alteración en la cara de Edith.

— ¿Estás preocupado por mí? ¡Eres un jodido hipócrita mentiroso! — Otro golpe más furioso que el anterior se descargó contra la cara de Hunter, quien fue incapaz de reaccionar. — ¡¿Te atreves a mentirme a la cara cuando sé perfectamente que solo duermes conmigo para tenerme vigilada?!

Esposa del CEO 2Where stories live. Discover now