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—Quiero dejar la danza —exclamó Hoseok en medio de una cena familiar.

Sabía que su madre y su hermana no lo iban a tomar de la mejor manera, y es que era seguro que le recordarán lo mucho que imploró para entrar a la academia y que ese era su sueño.

Pero la palabra sueño en el vocabulario de Jung Hoseok había dejado de existir desde hace bastante tiempo. No tenía noción de en qué momento había parado su obsesión por el baile, se había encontrado a sí mismo en un espejismo que le  nublaba el juicio.

—¿Disculpa? —pronunció su madre después de dejar sus palillos en el borde de su plato—. ¿Estás diciéndome que quieres dejar el baile? ¿Quieres salir de la academia por la que luchaste muchísimo? Lo siento, pero creo que no estoy hablando con Jung Hoseok ahora mismo.

Hoseok puso una mueca que casi lo hacía llorar. Tenía la garganta llena de nudos por no poder gritar con fuerza que había perdido la pasión. Sentía sus puños hormiguear y su cabeza parecía que le reventaría en cualquier momento.

—Es muy tarde, demasiado tarde —siguió pronunciando, pero sonaba más molesta y eso hacía que Hoseok se arrepintiera de haberlo mencionado—. Me dijiste que la danza era tu vida y que apostarías por un conservatorio. Permití que toda tu vida girara en torno a la danza, inclusive dejé que la escuela no apareciera entre tus prioridades. ¿Qué harás entonces? No te quedarás sin estudiar o sin dedicarte algo. Es muy tarde para que apliques a la universidad. Dios, Hoseok, es demasiado tarde.

Para un chico de diecisiete años cualquier pregunta que involucra la palabra futuro lo ponía a temblar, y para él no era la excepción. Era mucha responsabilidad, o al menos eso pensaba Jung. Desde que su vida comenzó a girar en torno a las actividades universitarias sé sintió perdido, como si no pudiera hallar la pasión que lo motivaría a seguir un sueño o una meta. Hace un par de meses, cuando sabía que la danza era lo único en su vida, había apostado para aplicar a ciertas academias de baile y toda esa idea lo entusiasmaba, hasta que llegó el día en que al bailar no podía parar de caer.

Había sido dura la caída del paraíso.

—Lo siento —se atrevió a susurrar dejando de lado el miedo terrible que le daba hablar—. No sé qué ocurre conmigo, llevo días tratando de aprender una coreografía y fracaso en todos los intentos. La profesora Ahn se percató de mis fallas y no ha dejado de ponerme las cosas más difíciles. Me siento inútil.

La cena sucumbió en un silencio fatídico, como si las palabras del menor hubieran provocado el silencio del mundo. Su madre permanecía con la mirada puesta en la ventana, como si tratara de buscar las palabras adecuadas para recitar a su hijo, su hermana que no había pronunciado palabra en toda la cena, apretaba su mano por debajo de la mesa tratando de hacerlo sentir bien.

—Tenemos que resolver esto —pronunció Hyeon, la hermana de Jung—. Puedes esperar un año para rendir los exámenes, y estudiar hasta el cansancio. Pero debes estar muy seguro de que la danza ya no es lo tuyo. No puedes estar jugando con esto cada que las cosas se pongan difíciles.

Hoseok tragó duro, porque tal vez sí estaba dejando de lado la danza porque las cosas se estaban poniendo difíciles. No sabía con exactitud.

—Sigamos comiendo, la pasta se está poniendo fría —exclamó Hyeon, haciendo que la mirada de su madre se relajara un poco y Hoseok pudiera seguir respirando con tranquilidad.

La cena siguió sin ningún problema después, aparentaron que jamás habían hablado de su futuro.

Al final no supo si había hecho lo mejor al decirles, no tenía idea de lo que sucedería después en sus clases de danza, pero no le importaba más. Tenía que ser duro con sus decisiones, al final del día él tendría que vivirlas.

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⏰ Última actualización: Feb 01, 2023 ⏰

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