Imposible adiós

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— ¿Entonces? ¿Crees que esté es un buen vestido para la gala en el ministerio o qué? — Su esposa jugaba a ondear el vestido sobre su cuerpo semi desnudo. Lo había conseguido especialmente para la cena en la que ambos estaban invitados, cortesía de Dumbledore.

— Creo que te ves hermosa. — Respondió solemne. Era una locura lo bien que se veía la mujer frente a él, toda radiante y feliz... mientras él por dentro seguía sintiendo un vacío en su pecho que a veces se obligaba a opacar pero que en esa noche se sentía especialmente latente. — Necesito hacer magia con mi traje, creo que no está a la altura.

— Tonterías, querido. Te ves tan guapo como siempre. — Ella botó el vestido por ahí y aún en su casi desnudez se acercó para darle un beso cálido en los labios. Eso era estar casado, besos y cariño... Pero Remus ya no lo encontraba cómodo como antes lo había hecho. Se alejó de manera cordial y fingió arreglarse la corbata.

— Vamos algo tarde, ¿segura que Andromeda estará bien cuidando a Teddy? — Confiaba plenamente en esa mujer, así que la pregunta era sólo para evadir el ambiente tan intimo que se formaba entre ellos. Su esposa asintió algo insatisfecha, pero pronto se recompuso volviendo su cabello rosa eléctrico mientras trataba de domarlo. Se veía encantadora.

— Afirmativo, dijo que esas cenas no eran para ella, así que tenemos toda la noche para nosotros. — Le guiñó un ojo con coquetería antes de volver a tratar de arreglarse el maquillaje. Remus suspiró cuando ella salió de la habitación, sabía lo que significaba tener una noche para ellos y no se sentía listo para eso. Desde hacía unos meses se había mostrado renuente a tener con ella más que algunas caricias entre las sábanas, pero estaba consciente de que no podría seguir aplazándolo por mucho tiempo, después de todo estaban casados y era normal que ella quisiera más que simples besos pubertos.

Sólo que él no estaba seguro de querer volver a tener sexo con nadie que no fuera Sirius.

Se vio en el espejo y se odió por haber pensado siquiera en eso. Era estúpido pensar en el moreno después de casi un año donde no se habían visto en lo más mínimo, al grado que comenzaba a pensar qué tal vez lo evitaba tanto como podía. Lo que tenían se había acabado, estaba enterado de ello, pero lo extrañaba tanto que dolía.

— ¡Estaré lista en cinco minutos! — Gritó Dora desde el tocador compartido que tenían y eso le sirvió para salir de ese hilo absurdo de pensamientos, terminando de calzarse los zapatos de vestir.

Sabía perfectamente porque estaba dándole tantas vueltas al tema de su antiguo amante y era porque tal vez se lo encontraría en aquel dichoso evento. Era algo así para los veteranos de la guerra y, el que estaba en La orden de Merlin; Primera generación, estaba más que enlistado entre los invitados. No entendía como él tenía un puesto tan alto y Sirius no, pero así era eso. Se acomodó de nuevo las solapas del traje y se apuró a ir a la sala de estar donde Dora aún trataba de ponerse una pulsera brillante.

Ella tenía una magia por sí misma, era joven, hermosa, divertida y elegante. Era una mujer completa, la esposa por la que todo hombre moriría y aún así no podía evitar sentir que algo le faltaba cuando esta le sonrió ampliamente, extendiendo su mano para que juntos entraran en la chimenea.

— Vamos, Remu. — Le pellizcó una mejilla, cosa que le revolvió el estómago, porque así le decía Sirius en su juventud para burlarse. Tenía un nudo en la garganta que no se iba, así que asintió, tratando de devolverle la sonrisa.

El traslado fue incómodo como siempre lo era viajar así y más pronto que tarde se encontró así mismo quitándose el hollín de su ropa al entrar al gran salón del ministerio. Toda la gente importante estaba ahí, pero sólo podía pensar en la terrible idea que era reencontrarse con ese moreno absurdamente bello. No estaba bien y, sin embargo, las ansias le picaban por verlo. La cena pasó sin precedentes y hasta podría haber asegurado que lo estaban pasando bien, eso hasta que una mata de cabello rubio pálido apareció en la velada.

Posibles o imposiblesWhere stories live. Discover now