Parte 2.

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Ahogó un gritó de sorpresa en cuanto vio de frente al chico de la biblioteca, despierto y sonriendo divertido. Se detuvo a media sala, su corazón latiendo con fuerza y sus ganas de huir otra vez presentes.

Esto debe ser una jodida broma. Debe de serlo. No puede ser, no puede ser, no puede ser, tiene que haber un error. No...

—Ah, TaeTae, ven —la voz de Namjoon lo sacó de sus pensamientos. Se obligó a volver a sonreír y caminar hacia adelante, sus pasos temblando un poco pero llegó con la frente en alto con ellos.

Jeongguk estaba justo como cuando lo dejó en la biblioteca, solo que ahora estaba despierto y se veía diferente. Era alto, unos centímetros más que él, de piel negro y largo, con un undercut a los lados que lo hacía ver más varonil, de piel clara, ojos grandes y oscuros, con una nariz un poco grand epero en perfecta armonía e su rostro y una cicatriz pequeña en el pómulo derecho. Tenía un lunar oscuro debajo del labio inferior, atrayente y tierno. Tenía una playera de manga corta, dejando ver sus antebrazos cubiertos de tinta negra hasta los nudillos.

Un flashazo de recuerdo lo golpeó: esos labios besando su mandíbula, cuello y clavículas mientras las manos largas y varoniles lo agarraban de las caderas con fuerza.

Oh, no, no ahora, pensó con un gemido interno de terror. No debía pensar en esas cosas, por Dios, toda la semana sin recordar con claridad eso pero ahora su mente parecía decir que el momento perfecto para golpearlo con los tan odiados flashbacks de sexo.

—Hola, Taehyung-ah —la voz de Jeongguk también le trajo recuerdos, como él gimiendo su nombre o riendo.

—Jeongguk —dijo en un tono de voz algo chillona y apresurada, haciendo a sus hermanos y amigos voltear a verlo confundidos. Carraspeó un momento antes de volver a hablar con un tono de voz menos atropellado—. Quiero decir, hola, Jeongguk-ah.

—Oh, no, por favor, llámame Jeongguk. No soy coreano por completo y se siente raro tratarse con tanta formalidad social.

—Niño, sigues siendo coreano —Yoongi rodó los ojos pero tenía una sonrisa suave en sus labios.

—Ah, hyung, no es lo mismo ser hijo de madre coreana pero sin haber ido jamás a Corea del Sur. Solo sé lo básico por ella —volvió a mirar a Taehyung, sus ojos brillando por un momento de algo que él no pudo descifrar—. Como sea. Bienvenido a tu nuevo departamento, Taehyung-ah.

—Gracias, pero entonces dime también Taehyung, por favor —dijo sin pensar. Jeongguk asintió.

— ¿Te has instalado bien?

—Mis hermanos y amigos me ayudaron.

Jeongguk asintió, hasta que pareció captar algo.

—Espera, Jimin-ah, él es tu amigo del que me hablabas, ¿verdad? —miró al aludido con sorpresa.

—Pensé que te tardarías más en atar los puntos, Guk —dijo con cariño Jimin.

— ¡Qué pequeño el mundo! —se rió Jeongguk.

—Demasiado pequeño —murmuró Taehyung, tenso y pensando que tal vez fue una pésima idea aceptar el departamento sin ver más opciones o sin ver antes a su dueño.

No tienes más opciones, estúpido, él fue tu mejor opción. Y la única decente. No tenía caso pelear consigo mismo. Entonces notó algo.

Jeongguk no parecía reconocerlo de la fiesta de Fede. Hablaba de él como el amigo de Jimin o el cuñado de Yoongi, pero no pareciera haber indicios de conocerse más allá de eso.

O no lo recordaba o estaba fingiendo muy bien por estar con sus hermanos y amigos en común. Intentó volver a retomar el ritmo de la plática entre todos, pero no entendía nada, demasiado alterado y nervioso por todo, y una parte de él no quería que sus hermanos se fueran. Debería decirles que Jeongguk era el tipo con el que se había acostado en la fiesta, para ver si era buena idea vivir con él o no.

Spooky SecretsWhere stories live. Discover now