28. Saber cuándo soltar...

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Bogotá, año 2025.

Fuimos engañados para creer que la historia se termina en el "Felices para siempre".

Efecto de salida. Créditos. Pantalla negra. Fin.

Pero la vida no funciona de esa manera.

En realidad, el felices para siempre es un comienzo.

Tomar la decisión consciente de quedarnos una y otra vez, y otra vez, es en realidad el primer día de ese "Para siempre".

Ese que nos han educado para creer que dura para toda la vida, pero nunca te explican que puedes tener un amor eterno, incluso si dura poco.

Esa noche, mientras bajo las escalas de mi oficina en el Balas Perdidas y veo a mi para siempre sentado en la misma esquina de la barra en la que se sentó el primer día que lo vi, siento que de alguna manera el círculo se está cerrando, y una gota de felicidad se diluye en el mar de nostalgia que estoy sintiendo.

- Lo siento, jefe – Me susurra Dani cuando me alcanza al pie de la escalera.

Es pasada la media noche de un jueves y hemos cerrado por hoy.

Dani ha bajado la persiana de la entrada, así que el bar es todo para nosotros.

Le doy una sonrisa, aunque estoy segura de que es solo una mueca.

- Deja de llamarme jefe. Somos socias hace 4 años – La reprendo. Ella se encoge de hombros

- Siempre vas a ser la jefa para mí. Me voy a casa

- Te veo mañana – Le digo

Ella asiente y, antes de salir, corre hacia él y le planta un beso de lleno en la mejilla. Él se ríe y le dice algo a lo que ella le responde con una sonrisa. Ella se despide de él con un gesto de la mano y él se vuelve para verla salir por la puerta de servicio.

Es entonces cuando me ve de pie junto a las escaleras.

Sus ojos encuentran los míos, y la misma cosa mágica que ha pasado desde el primer día vuelve a ocurrir. Han pasado 12 años desde la primera vez que me miró desde esa misma silla, y esos ojos que lucen grises bajo la pobre iluminación del bar, siguen enviando una sacudida al suelo bajo mis pies.

Sin embargo, hay un mundo encerrado detrás de la mirada que me da esta noche.

Sé que tengo que acercarme y hablar de lo que él vino a hablarme. Conscientemente, sé que no tiene sentido posponer esa conversación, especialmente porque ya sé lo que me va a decir, y él ya sabe que lo sé.

Pero por un instante, pienso que si no me acerco, y solo lo miro y dejo que me mire con la fuerza arrolladora en la que lo está haciendo, podemos quedarnos a vivir en este momento como una reminiscencia de esa vieja primera vez en la que nos vimos aquí mismo, y entonces no voy a tener que decirle adiós y rompernos el corazón a los dos.

- Acompáñeme – Es lo que se le ocurre decirme, justo como la primera vez.

Tengo que tomar una honda bocanada de aire para que esa sencilla palabra no me rompa allí mismo.

- ¿Es una orden? – Le pregunto, tal como esa noche lejana, pero esta vez mi voz suena rara, como si no fuera mía.

Extiende la mano hacia mí, invitándome a acercarme, y lo hago como si mis pies fueran de plomo.

Cuando mis dedos tocan los suyos, me pregunto si esto no es una estupidez.

¿Por qué siento que me estoy desgarrando si nunca he amado nada más que a este niño de ojos verdes y música en el alma? Por un momento, siento que nada más importa si puedo sentir lo que siento cuando entrelaza sus dedos con los míos y me acerca a él.

Simplemente pasanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora