Capítulo 3: La malvada porrista

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–Espera yo te conozco, eres la nerd de la escuela. – dice River sorprendido.

–Al parecer si lo soy. – susurro muy bajo.

– ¿Qué dijiste?

–Nada, pasa. – me quito del camino para que River entre. Él deja su chaqueta en el perchero junto a la puerta.

Sigue caminando y mira hacia todos lados examinando mi casa, que por cierto está casi igual que la casa de mi realidad. Lo único diferente es que aquí hay una vitrina llena con trofeos de primer lugar de ferias de ciencias, olimpiadas matemáticas y un certificado de que fui al campamento espacial en 2018.

En mi vida pensaría en ir a eso. Soy muy mala en las ciencias y matemáticas.

–Entonces...– suspira River.

–Mira, solo estás aquí porque mis padres piensan que si me dejan sola prenderé la casa en fuego. No necesito que estés encima de mí. – digo.

River sonríe.

–Estoy aquí porque tus padres me ofrecieron dinero por "cuidarte" y necesito ese dinero. – él se sienta en el sofá de la sala.

– ¿Y para que necesitas dinero? ¿No que tu familia tiene dinero? – pregunto.

–Sí, mi familia tiene dinero. Está esta moto que quiero pero mi padre me dijo que debo ganarme las cosas y trabajar duro por lo que quiero. Por eso me dijo que buscara un empleo para poder pagar la mitad de la moto y él pagará la otra mitad. – me dice mientras toma una de las fotos que está en la mesita al lado del sofá.

– ¿Cuánto te pagarán mis padres por los cinco meses? – pregunto curiosa.

– ¿En total? Dos mil dólares. – dice despreocupado sin despegar la mirada de la foto que tiene entre sus manos.

¡Mis padres se volvieron locos! ¿Dos mil dólares? Sí, mi familia tiene dinero. Mis padres son doctores muy conocidos, pero esto es malgastarlo. Para eso que yo me cuide a mí misma y me dan ese dinero a mí.

– ¿Esta eres tú? – River pregunta refiriéndose a la foto donde estoy en una de mis presentaciones de ballet.

–Sí, de pequeña bailaba ballet. A los diez años me sacaron de la academia por un accidente que pasó. Luego me di cuenta de que no era lo mío. – me siento a su lado en el sofá.

–¿Un accidente? ¿Encendiste la academia en fuego? – bromeó.

–No, claro que no. Una vez en una presentación de fin de año teníamos que hacer un baile toda la clase y a mí me tocaba hacer un solo. Cuando mi momento llegó tenía que hacer una pirueta pero de repente me comenzó a doler la cabeza porque el moño estaba muy apretado, me distraje y caí encima de una de mis compañeras. Y como ella estaba cerca del telón se agarró de la tela por reflejo y el telón entero más una lámpara cayeron al escenario. Por suerte no hubo heridos, solo una gran vergüenza. – le cuento.

Viviendo en un clichéWhere stories live. Discover now