CAPÍTULO 1.

400 33 0
                                    


EL VESTIDO de novia brillaba bajo los rayos del sol que entraban en el escaparate aquella tarde. Era una maravilla color crema con rosas bordadas. Un vestido digno de la Cenicienta. El sueño de toda mujer cuando se va a casar con su Príncipe Azul. La semana siguiente una mujer lo iba a llevar puesto mientras avanzara por el pasillo hacia el altar para casarse con el hombre de sus sueño Anahí Puente se estremeció. Había sido una reacción involuntaria porque, en realidad, no tenía nada en contra del matrimonio, pero no quería casarse inmediatamente por mucho que su madre insistiera en que con veinticuatro años ya iba siendo hora. Tenía toda la vida por delante y muchas posibilidades se abrían en el horizonte. ¿Por qué iba a querer dejarlas pasar de largo para casarse? 

-¿Has terminado ya? -preguntó una voz impaciente. Aní se giró y miró a su hermana Jeanette, que era una mujer menuda y nerviosa. -Me parece que le voy a poner unas cuantas rosas más por la espalda. -¡Por Dios! -¿Por qué no me dejas que te haga un traje nuevo? -le preguntó Aní fijándose en el que llevaba. Debía de tener medio siglo, por lo menos. -Acabamos de recibir un lino rojo que te quedaría de miedo -insistió. -No, gracias -contestó su hermana-. Prefiero que te preocupes por los vestidos de la señorita Blogden. Su madre y ella van a llegar en una media hora y se va a poner como una furia si sus vestidos no están terminados. -No te preocupes -la tranquilizó Aní enhebrando una aguja con hilo rosa. -¿Por qué siempre lo dejas todo para el último momento? -protestó su hermana-. Parece mentira que no conozcas a la señora Blogden.

 Aní suspiró. Además de ir siempre vestida de forma aburrida, a su hermana le encantaba echarle en cara su falta de puntualidad. -No te preocupes, va a estar terminado para cuando lleguen -le aseguró cosiendo el vestido. -Siento mucho dejarte a solas con ella, pero le prometí a Matt que volvería pronto esta noche. -¿Qué tal está? Bien. Aní no insistió. Sabía que Jeanette y su marido no hacían más que discutir últimamente, pero su hermana no soltaba prenda. Aní esperaba que fueran capaces de arreglar sus problemas... aunque solo fuera por el bien de sus tres hijos. -Vete tranquila -le dijo-. No te preocupes por la señora Blogden. -Es imposible no preocuparse con esa mujer -murmuró Jeanette-. No podemos perder ni una sola clienta... Por cierto, te ha llamado Alfonso hace media hora. Quería hablar contigo. -¿Alfonso? ¿Qué quería? Se le había caído el dedal al suelo, pero no le dio importancia. -Si hubieras llegado a tu hora, lo sabrías. Aní puso los ojos en blanco mientras su hermana salía del taller. -¿Era algo importante?

-No, dijo que te volvería a llamar. Qué raro. Aní. se agachó en busca del dedal. No había hablado con Alfonso desde Navidad y de eso hacía ocho meses. Acababa de volver al sur de California después de estar dos años fuera y, al llegar a casa de su madre, tarde por supuesto, se lo había encontrado allí. Se había alegrado muchísimo de verlo, pero él no parecía opinar lo mismo. Se había mostrado frío y distante. Al principio, Aní pensó que era porque llevaban mucho tiempo sin verse, pero pronto se dio cuenta de que había algo más. Se lo había preguntado claramente, pero Alfonso le había dicho que no le pasaba nada. Lo había llamado varias veces a lo largo de aquellos meses, pero Alfonso siempre ponía excusas. Cuando no había ido a cenar con ellos en Pascua, la familia de Aní se había sorprendido mucho. Siempre pasaba las fiestas en su casa. Desde que Anahí tenía catorce años y, de repente, no podía ir por «exigencias de trabajo».

Dolida y confusa, Aní había dejado de llamarlo y él no había hecho el más mínimo intento de ponérse en contacto con ella. Hasta aquel día. Aní frunció el ceño. ¿Qué querría decirle después de haberla ignorado durante tanto tiempo? Jeanette volvió con el bolso colgado del hombro y un montón de revistas. -Aquí te dejo las últimas revistas de novias y otra cosa que creo que te va a hacer gracia ver -le dijo su hermana entregándole un tabloide. Aní se quedó mirando la fotografía de la portada: Era un hombre con la mano extendida intentando tapar el objetivo de la cámara. El titular leía ¿Se puede ser tan buena persona como este hombre? Aní lo reconoció inmediatamente. -¿Alfonso? ¿Me habrá llamado por algo relacionado con esto? -Puede -contestó Jeanette abriendo el periódico-. Dice que va a vender RiversWare por cien millones de dólares y que va a repartir lá mitad entre sus empleados. Increíble, ¿verdad? -Siempre ha sido muy generoso -contestó Aní cosiendo otra rosa-. Pero, ¿eso qué tiene que ver conmigo? -Dice también y leo textualmente: «Aunque Herrera no ha querido hacer declaraciones, fuentes solventes nos han asegurado que quiere utilizar el dinero para convencer a su amada de que se case con él» -leyó Jeanette-. Se debe de referir a ti, Aní. Aní se pinchó el dedo. Maldijo y se limpió para no manchar el vestido. -Estás loca. Alfonso y yo nunca nos hemos gustado. Solo somos amigos. -¿Eso crees? La amistad entre hombre y mujer no existe. Alfonso estaba enamorado de ti. -De eso nada. ¿No te acuerdas de que estaba enamorado de Blanche Milken?

Trampa de amorWhere stories live. Discover now