Capítulo 16

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El camino hacia el hospital fue una completa agonía.
Por fortuna habían trasladado a ambos en helicóptero hasta el hospital de su ciudad, por lo que evitaron tener que coger un avión, sobre todo teniendo en cuenta que Brenda no habría podido viajar en su avanzado estado.

Una vez allí, los cuatro, Brad, Brenda, la señora Reeves y él, se apresuraron hacia el mostrador para preguntar por Emma. Un par de minutos más tarde, Dexter Reeves avanzaba por el pasillo hacia ellos.

—Dexter, ¿dónde está mi niña?
La señora Reeves fue la primera en acercarse a él. El hombre parecía completamente devastado.
—Todavía no he podido pasar a verla, pero estaba aquí cuando el helicóptero llegó.
Gruesas lágrimas abandonaron sus ojos y prácticamente se derrumbó de no ser por Brad que fue rápido y lo cogió.
Escondiendo la cara entre sus manos, incapaz de mirarles, la imagen del hombre duro y frío del que Brad le había hablado, se esfumó.
Ahora mismo era un hombre desolado y aterrorizado por la vida de su hija pequeña.

—Papá...
El hombre miró a Brenda, quien se sujetaba con fuerza el vientre y no apartaba los ojos de él.
—Todo lo que sé es lo que ya te dije por teléfono, nena. Me llamaron para avisarme de que la estaban trasladando hacia aquí. Viajó con un equipo médico bien preparado, pero está muy grave. El coche que chocó con ellos, perdió el control y golpeó justo en el lado en el que estaba Emma. Tuvieron que llamar a los bomberos para poder sacarla de allí. Estaba completamente aprisionada entre el asiento trasero y el del copiloto.
—¿Y su jefe?
—Ese idiota está bien. Tiene un par de arañazos y tendrá dolor de cabeza un par de días.
—Dexter, ese hombre no tiene...
—El conducía, nena.
—¿Señores Reeves?
Todos se volvieron hacia el hombre con bata blanca que se había acercado a ellos.
—¿Cómo está nuestra hija, doctor?
—Llegó muy grave, señora. Sus piernas quedaron atrapadas contra el asiento del copiloto. Sufrió varios cortes debido al impacto, pero también se golpeó fuertemente la cabeza cuando el otro coche les golpeó. Tiene varias fracturas en las piernas, sin embargo nuestra mayor preocupación es el golpe en la cabeza. Ella no está respondiendo.
Tom tuvo que hacer un enorme esfuerzo para no desmoronarse delante de ninguno de ellos. Escuchó atentamente al doctor, deseando oírle decir que ella iba a despertar. Hasta que oyó coma inducido y fue consciente de lo cerca que estaba de perderla.

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—Toma esto. Te vendrá bien.
Miró a Brad quien le tendía una taza de café.
Los padres de Emma habían llevado a Brenda a la cafetería, lo que sin duda les iría bien a los tres.
Él había sido incapaz de moverse de allí. Las visitas no estaban permitidas y para cuando las autorizasen, no tendría ningún derecho a entrar a verla y eso estaba matándole.
Quedarse allí sentado era lo más cerca que podía estar de ella y Brad le había estado haciendo compañía.

—Emma es fuerte— se aferró a las palabras de su amigo porque necesitaba creer que eran verdad—. Ella no va a rendirse. Va a despertar para conocer a su sobrino o sobrina.
—La necesito de vuelta, Brad. Estoy enamorado de ella. No sé cuando pasó y no me importa. Solo necesito que despierte.
—Lo sé.

Unos pasos llamaron su atención.
Sintió a Brad ponerse tenso a su lado y en cuanto vio a los dos hombres, sobre todo a uno de ellos, se tensó también.

—¿Que mierda haces aquí, Leo?
—Bueno, bueno, esa no es manera de saludar amigo. Este es un lugar público y estoy aquí por mi tío— señaló al hombre que estaba a su lado. Un tipo con algunas heridas leves que le miraba como si fuese una mierda pegada a su zapato.
—Soy Arthur Doyle, el jefe de Emma Reeves. ¿Cómo está ella?
Quería golpearlo. Él estaba ahí de pie, apenas herido mientras Emma...
Ella estaba allí dentro, sufriendo, y este tio había salido bien librado.
—Está grave.
Brad dio un paso adelante y fue quien respondió. Casi podía ver al jefe de Emma encogerse a su lugar. Debía sentirse intimidado.
—Será mejor que se vayan. Aquí tampoco pueden hacer nada.
—Solo queríamos saber como estaba Emma. Ambos la apreciamos mucho. No hace falta ser desconsiderado, Tom. Deberías dejar las recillas a donde pertenecen. Al pasado.
Realmente quería golpearlo. Y lo habría hecho de no ser por la mano de Brad en su hombro.
—Basta, Leo. Vámonos. Espero que Emma se recupere.
Ambos se alejaron y ellos no se calmaron hasta que les perdieron de vista.
—¿De que conoces a ese chico?
—Leo y yo fuimos a la misma hermandad en la Universidad. Es unos años menor que yo. Nunca nos llevamos bien. Teníamos riñas constantes.
—Pues parece que ese cariño mutuo sigue ahí.
—Si, supongo.
Se pasó las manos por el pelo en un gesto de frustración.

—Disculpe señor, estas son las pertenencias de la señorita Reeves.
Una enfermera le entregó el bolso de Emma a Brad y su maleta. Debieron sacarlo del coche cuando les sacaron a ellos.
—Y esto estaba con su ropa.
Esta vez fue su teléfono.
Antes de que Brad lo cogiese, él extendió la mano y lo desbloqueó.
Allí, frente a él había un mensaje escrito que no llegó a mandar.

No pensaba escribirte porque pensaba que cuando estuvieses listo, y en caso de que me necesitaras, tu lo harías. Pero no quiero esperar. No he dormido en toda la noche y tampoco pude hacerlo en el avión, pero tuve todas esas horas para pensar en lo de anoche. Te necesito también.

Un fuerte pitido vino de la habitación en donde Emma se encontraba y de pronto un grupo de médicos y enfermeras corrieron hacia el interior.
Ambos se pusieron inmediatamente en movimiento y se dirigieron hacia allí donde fueron detenidos por una de las enfermeras.
—No pueden pasar.
—¿Que está ocurriendo? ¿Emma está bien?
—¡La perdemos! ¡Desfribilador!
La enfermera desapareció al interior de la habitación.
Solo obtuvo un breve vistazo antes de que la puerta se cerrase del todo.
Ella se iba. Iba a perderla.
—¡Emmaaaaaa!

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