capitulo veinte

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CAPÍTULO VEINTE

 Aquella noche dormimos en el monovolumen, estirados en los distintos asientos. Le dejé a Zu el de atrás y yo me instalé en el de delante, al lado de Liam. Me sentía incómoda inmersa en aquel silencio y me costó conciliar el sueño, aun reclamándolo con todas mis fuerzas.

  Hacia las cinco de la mañana, justo cuando estaba a punto de claudicar y sumergirme en la neblina que ocupaba mi cerebro, noté un dedo que me acariciaba con suavidad la nuca. Me giré hacia el otro lado y vi que era Liam, que estaba medio despierto.

  —Estabas hablando sola —susurró—. ¿Estás bien?

  Me incorporé, apoyándome en un codo, y me froté los ojos para despejarme. La lluvia se había condensado en las ventanillas y cubría el limpiaparabrisas rajado como una membranosa capa de encaje. Los goterones de lluvia que se deslizaban por el cristal me recordaban a las lágrimas.

  Cuando miré hacia el bosque, me encontré con una sensación similar a la que sentía cada vez que me infiltraba en los sueños de otra persona, una sensación desorientadora e inquietante, pero en el interior del monovolumen reinaba la nitidez. Los perfiles de los asientos reclinados, los mandos del salpicadero… podía incluso leer las letras minúsculas de los botones de la camisa de Liam, con el nombre de la marca.

  Y veía también a la perfección los golpes y los cortes que tenía en la cara cara; algunos de ellos estaban empezando a cicatrizar, otros se habían convertido ya en marcas permanentes. Pero lo que me llamó la atención no fue la magulladura de la mejilla —la que le había producido yo misma hacía ya varios días o varias vidas—, sino el pelo de punta, que se le rizaba sin embargo alrededor de las orejas y cerca del cuello. La tormenta le había otorgado un tono miel algo más oscuro, aunque no por ello había perdido su calidez. No por ello deseaba yo menos acariciárselo.

  —¿Qué pasa? —musitó—. ¿Por qué sonríes?

  Le acaricié el pelo, intentando alisar aquellas puntas. Me di cuenta de lo que estaba haciendo pasado un buen rato, cuando vi que Liam cerraba los ojos y se acurrucaba bajo mis caricias. La turbación me embargó entonces, pero Liam me cogió la mano antes de que pudiera retirarla y la condujo hacia su barbilla.

  —No —susurró, cuando intenté apartarme—. Ahora es mía.

  «Peligroso. Esto es muy peligroso». La alarma fue fugaz y pronto quedó desterrada a los confines de mi cerebro, donde no pudiera interrumpir la agradable sensación de acariciarlo, lo maravilloso que resultaba.

  —Tarde o temprano me la tendrás que devolver —dije, dejando que condujera mi mano por la barba incipiente que le cubría la barbilla.

  —Una lástima.

  —…galletitas saladas… —dijo una voz a nuestras espaldas—, sííí…

  Nos giramos a la vez. Chubs se revolvió en su asiento y volvió a tranquilizarse, profundamente dormido.

  Me llevé la mano a la boca para no echarme a reír. Liam puso los ojos en blanco y sonrió.

  —Sueña con comida —dijo—. Muchas veces.

  —Al menos son sueños buenos.

  —Sí —reconoció Liam—. Es un afortunado.

  Miré hacia atrás para observar la forma acurrucada de Chubs y me percaté por vez primera del frío que hacía sin la calefacción de Betty.

  Liam ladeó la cabeza, la apoyó en el otro brazo y entrelazó su mano con la mía. Estudió la silueta que creaban nuestras manos unidas, la forma en que mi dedo pulgar descansaba con toda naturalidad sobre el suyo.

Mentes Poderosas Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang