Capítulo 2

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Dos meses habían pasado y mi vida había dado un giro. No uno bueno precisamente, pero por ahora el más sabio.

Nada de sentimientos. Ahora, los hombres tan sólo servían para el sexo. Nada de profundizar, nada de charlas, nada de conocerse y, por último y no menos importante: Nada de repetir.

No es que mi vacío en lo que respecta a mi vida amorosa hubiera mejorado, pero tampoco había empeorado. Les conocía, quedábamos, teníamos sexo y luego a otra cosa, mariposa. ¿Y cómo intentaba llenar ese vacío? Manteniéndome ocupada.

Mi conclusión era que, si no tenía tiempo para pensar en desear un novio, una pareja estable, se me pasaría con el tiempo. Y eso parecía funcionar. Me había apuntado al gimnasio, había aceptado trabajo extra para mantenerme ocupada y Celia pasaba mucho tiempo conmigo, disfrutando de nuestra soltería lo mejor que podíamos para no pensar en los hombres de ese modo.

Todo eso, mantenía mis días ocupados, excepto el fin de semana. A causa de ello, me volví una obsesionada de los vídeos de limpieza y trucos de hogar, ¿Quién iba a decirme que serían tan satisfactorios de ver? Eso sí, lo de ponerlos en práctica era todavía una idea que había quedado en el aire.

El sudor empapaba todo mi cuerpo. Mi respiración agitada, irregular, era todo lo que oía llegados a este punto.

«Joder, cómo nos tiene»

Intentaba recuperar el aliento, pero me lo estaba poniendo bastante difícil. Mi cuerpo se tensaba, diciendo «Basta», pero yo no iba a darle el gusto tan fácilmente.

Esa clase de spinning era mía e iba a acabarla, no importaba qué tan hecha polvo terminara.

Diez infernales minutos más tarde, el profesor dio la señal y la clase acabó. Al instante, mis pies dejaron de pedalear y respirando con dificultad, crucé mis brazos y apoyé mis cabeza en ellos sobre el manillar de la bicicleta.

«Hijo de perra»

¿Cómo podía impartir una hora entera de clase sin dejar de sonreír, o tan siquiera sudar?

Pero era bueno. Había logrado, insistiendo en sus clases, perder esos kilos que cogí no haciendo nada salvo hincharme a comida basura. No es que me preocupara mucho mi físico, pero quería mantenerlo, no descuidarlo demasiado. Y me conocía a mí misma demasiado bien. Era de las que empezaba a hacer ejercicio, aguantaba un mes y luego me tiraba otros cuatro no levantando el culo del sofá.

¡Era por un bien corporal!

Me dirigí a la ducha exhausta, todavía hiperventilando. Sentía mis mejillas arder, y no era de extrañar. ¡Había logrado aguantar la hora completa de clase sin parar!

«Eso se merece una buena noche de pizza, hamburguesa y patatas fritas»

¿Veis a lo que me refiero? Yo no tenía el típico demonio y ángel junto a mí. Tenía un demonio junto a otro demonio disfrazado de angelito. Sin embargo, esta vez no iba a vencerme. Ya era suficiente haber comenzado a comer mejor y no iba a quitarme la cerveza que, al final del día, era la única que no me fallaba.

Así que, tras la ducha, me cambié y partí hacia algún bar de la zona. Nada más llegué, pedí una ensalada sencilla y, por supuesto, mi fiel amiga rubia: La cerveza.

Disfruté como una cría, para qué mentir. Si algo tenía el ejercicio era que abría las puertas de mi estómago por completo. Antes, era el constante gusanillo el que me provocaba acabar comiendo cualquier porquería a cualquier hora del día, pero había aguantado estos dos meses sin caer en su trampa.

Y me sentía orgullosa.

En medio de mi noche idílica de ensalada, cerveza y un tremendo orgullo hacia mí misma, me vi interrumpida cuando estaba a punto de saborear mi deliciosa cena una vez más:

UN TRATO Y POCO AMOR ✔ [ ¡¡EN PAPEL!!]Where stories live. Discover now