Capítulo 6

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Comía, una patata frita tras otra. Me encontraba tirada en el suelo, apoyada contra el sofá viendo la televisión. El outfit perfecto para cuando no vas a ver a nadie: Chándal, sudadera grande, moño desaliñado y esa cara de no haber descansado en dos días. Y yo me sentía acorde a este: un desastre.

¿A quién pretendía engañar? Con Al todo era perfecto, estupendo, y era un amigo genial. Pero nada entre nosotros respecto al trato era real y yo seguía sin encontrar el amor.

Sí, él llenaba esos vacíos, pero días como hoy, con la regla, necesitaba un novio de verdad. Algo real.

El ruido de la puerta me sobresaltó. Al ver a Al entrar por ella, fruncí ligeramente el ceño y hice puchero. Le había estado evitando durante dos días porque me enfadé con él. No, no preocuparse, nada serio. Estaba en mis días y yo más sensible de lo normal... Quizá demasiado. Pero era una orgullosa y no iba a dejarlo correr.

Quizá sí estábamos algo locas las mujeres después de todo. Pero en nuestra defensa diré que no podemos controlarlo siempre.

—¿Cuándo te he dado yo una copia de las llaves? —intenté sonar molesta, aunque también me asustó.

—Celia. Fui a verla y me prestó las suyas.

—Vete, no quiero que me veas así —le miré un segundo y volví la atención a la película romántica con la que había decidido torturarme esa tarde—. No te necesito.

Escuché que me ignoraba completamente y se adentraba en el apartamento. Fue hasta la cocina y oí el ruido de bolsas. El ruido de una tarrina abrirse y luego el cajón de los cubiertos. Me giré, subiéndome al sofá para verlo.

—¿Eso es helado? —pregunté, tentada cual polilla a la luz. Y, efectivamente, había traído helado.

Él ahogó una risa. Vino hacia mí y se paró desde el otro lado del sofá. Clavó la cuchara y atrapó algo de helado. Me lo ofreció.

—Vamos, vengo en son de paz.

Y puso esa cara, esa a la que no puedo oponerme.

Mis ojos subieron y bajaron entre él y el helado, indecisa. O no tanto. ¿Y cómo iba a resistirme? Era mi helado favorito. Maldito cabrón, qué bien enseñado le tenía. Tomé la cuchara y me llevé el helado a la boca, saboreándolo como si hiciera un mes que no me alimentara. Eso, eso si ayudaba y no esas patatas fritas de bolsa que tenía abandonadas desde hacía meses en la despensa.

Tomé la tarrina y me di la vuelta el el sofá, tirándome en él. Al dio la vuelta y se sentó junto a mí mientras yo atacaba un poco más aquél helado de menta con virutas de chocolate. Me rodeó con uno de sus brazos y me atrajo a él. Ahí, sentí que me derrumbé. Se estaba comportando estupendamente conmigo y debía reconocerlo, le había echado de menos.

—Lo siento —admití. Levanté ligeramente la cabeza para verle—. Me pasé el otro día.

—Hombre, un poco bruja fuiste... —susurró.

Reí, agriamente y concordando con él.

—Lo sé, soy lo peor. Y no quiero que te enfades conmigo.

—No lo estoy, Ned —me sonrió débilmente.

—¿No? —alcé ambas cejas.

—Claro que no. He tenido una charla con Celia y me ha explicado eso de vuestros "días". Supongo que puedo aguantar cuatro días de mal humor, cambios hormonales e ir con pies de plomo —se burló de aquello último.

—Seis —corregí.

Se apartó ligeramente para mirarme mejor.

—¿¡Seis!? —se sorprendió  y yo asentí. Hizo una mueca de disgusto ante la idea—. Madre mía, yo no podrí... ¿Cómo aguantáis todo eso durante una semana?

UN TRATO Y POCO AMOR ✔ [ ¡¡EN PAPEL!!]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin