Capítulo 8

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—Ese —señaló Celia. Giré mi rostro para ver el pretendiente que eligió. Hice una mueca.

—No me gusta. No te pega.

—¿No?

—Además, tiene pinta de ser contable. De esos aburridos.

Hizo entonces ella la mueca.

—¿Ni para una noche?

—Hombre... —solté aire por la boca—. Quizá.

—¿Será cierto? —preguntó. Entonces, hizo una "L" con su pulgar y dedo índice, indicándome la famosa regla sobre el tamaño del pene en relación a la altura de los hombres. Y el hombre era de mediana altura.

Ahogué una risa.

—Créeme que no. Según mi propio estudio, ya te digo yo que no es cierto. Te llevas más de una sorpresa. Tanto buena como mala.

—¿Y qué te dice él? —dijo, mirándole desde la distancia; analizándole.

Me encogí de hombros.

—Siempre puedes pedirle una foto de sus genitales primero —me burlé.

—No ayudas —me frunció el ceño.

—¿Qué? Yo es que ya no me andaría con rodeos. Ya que sólo va a ser sexo, hay que asegurarse de que vayas a disfrutarlo.

—¿Les vas pidiendo fotos?

—¿Qué? ¡No! —sentí mis mejillas arder. Dios, no era tan pervertida—. Tan sólo les hablo claro, respecto al sexo.  Algunos no defraudan. Otros... bueno, intento sacarles provecho por otro lado como... El sexo oral. Además, he descubierto otra regla que al parecer funciona mucho mejor —levanté ambas cejas, sugerente.

—¿Y a qué esperas para contármela? —se movió con su taburete hacia mí, ansiosa por saber más—. Dime, dime.

Humedecí mis labios y me incliné hacia ella.

—Según leí, cuanto más pequeño sea el índice en relación al anular, más grande será —le mostré mi mano—. Tienes que mirarles las manos y sabrás, más o menos, qué te llevas a la cama.

Se incorporó, quedando recta en el taburete y con los ojos iluminados.

—Eso tengo que ponerlo en práctica. Ha llegado el momento de entrarle al contable.

Solté una pequeña risa.

—Al ataque, fiera —dije. Cuando desvié la mirada, vi a Al entrando en el bar. Le sonreí y alcé la mano para que nos viera. Cuando lo hizo, él también sonrió y vino directo.

—¡Al! —saludó Celia.

—¿Cómo están mis dos chicas favoritas?

—Qué pelota —dije, rodando los ojos.

—Oye, por mí que no pare —sonrió picarona.

—Tú quieta, que es mío —le advertí.

—Vaya, ¿Cuándo me he vuelto un juguete? —se burló él, tomando asiento.

Entonces, tuve una idea.

—Al, ven, déjame tu mano —él, confuso, me tendió su mano. Observé lo que acababa de explicarle a ella y parpadeé, haciendo una ligera mueca. Se lo mostré a Celia. Ella lo comprendió y puso la misma expresión que yo. «Nuestro no-hombrecito está muy bien dotado»

—Qué. ¿Qué ocurre? —preguntó, asustado.

—Nada —di unas palmaditas en su mano y le sonreí—, que eres todo un campeón.

UN TRATO Y POCO AMOR ✔ [ ¡¡EN PAPEL!!]Where stories live. Discover now