Capítulo 14

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Katty y Esmeralda no pasaban mucho tiempo en cubierta

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Katty y Esmeralda no pasaban mucho tiempo en cubierta. Preferían el ambiente alegre de los salones situados en primera clase. En pleno septiembre, el océano estaba frío y no había nada como calentarse entre chimeneas y suculentos platos. Además, Esmeralda encontró la compañía de la familia de su amiga bastante más agradable de lo que había previsto. 

La Duquesa de Doncaster era sorprendentemente ocurrente y jovial, incluso divertida. El Duque era considerablemente mayor que su esposa, pero no por eso menos interesante. Esmeralda encontró algo fascinante en los ojos violetas del Duque y en el modo en que estos parecían atravesarlo todo con una sola mirada. Por no mencionar el peculiar bastón cubierto de oro que este siempre portaba y que lucía con orgullo. 

—Percibo que ya se ha adaptado a nuestra peculiar familia, lady Peyton —le dijo Samuel, el hijo mayor de los Duques, antes de sentarse a su lado en el diván. Había pasado la tarde leyendo cerca de la chimenea, aunque le era realmente díficil concentrarse en la lectura ante la perspectiva de llegar a América muy pronto. Llevaban dos semanas navegando. Los primeros días habían sido terribles a causa de las náuseas y los mareos, pero había logrado adaptarse al vaivén del buque e incluso relajarse. 

—Tienes una familia encantadora, Samuel —sinceró ella con una sonrisa mientras cerraba el libro sobre su falda. 

—No sé si encantadora es la palabra adecuada —ironizó el heredero del ducado de Doncaster haciendo brillar su mirada violeta y su pelo castaño contra el fuego chispeante de la leña—. Miladi...

—Esmeralda —lo corrigió—. ¡Oh, vamos! ¡Samuel! Somos amigos desde la infancia —rio ella, despreocupada—. ¿A qué vienen tantos formalismos? 

—Ahora somos adultos. 

—¡Yo soy adulta! Una mujer de veintidós años es considerada casi una anciana —bromeó—. Pero un joven de veintitrés años es casi un zagal. 

—Si me consideras un zagal entonces no te importará que me ponga cómodo —Samuel se relajó y estiró sus largas piernas hacia delante y cruzó los brazos por detrás de su cabeza para apoyarse en el cabezal del diván—. ¿Puedo saber qué impulsa a una joven de la alta a viajar a América? —preguntó él con los ojos medio cerrados—. De mi madre y de mi hermana puedo esperarlo, pero de una Peyton-Cavendish es inconcebible. Vuestra familia es fuerte en Inglaterra, ¿por qué abandonarla? 

—Solo es un viaje, Samuel —le quitó importancia y dirigió su mirada a la leña que crepitaba cerca de ellos. Los demás viajeros de primera clase deambulaban por el salón deleitándose con los placeres que ofrecía el navío y su amiga Katty estaba jugando a las cartas con su madre en una mesa cercana. Era un ambiente cálido y familiar, pero a su vez excitante porque siempre conocía a alguien nuevo con una historia interesante. Todos viajaban por algún motivo. 

—Un viaje nunca es solo un viaje —reflexionó él con actitud filosófica. 

—Quizás no sea solo algo físico sino emocional. No solo quiero conocer un nuevo país y descubrir si es posible vivir sin tantas intrigas y maquinaciones, también quiero conocerme a mí misma y saber de qué soy capaz. Necesito crecer como persona. 

Lady Esmeralda y el Barón de BristolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora