Capítulo 14

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—¡Venga! ¡A levantarse!— de repente se escuchaba una voz de fondo, la cual deduje que era de mi madre. — Niños hay que levantarse que hoy vamos a embarcar en Marsella.

—No me apetece.— le respondo, acurrucándome mejor debajo de las sábanas.

—Cinco minutos más, porfa. — se escuchó a Massimo.

Ella, no conforme con nuestra decisión, fue a abrir las cortinas del ventanal, haciendo que el sol se estampara en nuestras caras.

Los cuatro hermanos nos quejamos a la vez.

—¡Mamá!— medio gritó Simone.

—Os hubierais levantado. — dijo ella, saliendo de la habitación, pero antes de eso, dijo algo.— El cuarteto, vuestro padre y yo, ya estamos listos. Solo faltáis vosotros y los de la otra habitación. Si no estáis en cinco minutos, nos vamos sin vosotros siete. — y sin nada más que decir, se fue.

En la habitación se escucharon los resoplidos de cada uno de nosotros.

Unos minutos después, se escucharon los quejidos de nuestros hermanos. Supongo que eran porque nuestra madre hizo la misma técnica para despertar a mis hermanos, que con nosotros.

—¿Sabéis qué?— preguntó Massimo. — Me voy a quedar en la camita, ya iremos después nosotros al desayuno... Además, mamá y papá no van a mirar que desayunamos, así que podemos ir a la heladería los siete. Y seguramente cuando embarquemos en Marsella sea la hora de comer, osea que nos da tiempo de sobra.

—Me parece una fantástica idea. — dijo Simone con una sonrisa.

—A mi también me parece buena idea. — dije yo. — Sobre todo la segunda idea. Esa me fascina.

—Pues ya está decidido. — dijo Fabrizio. —Nos quedamos en la cama, y después, nos damos un buen atracón de helado. Y después a investigar la ciudad.

—¿Estáis emocionados por ver parte de Francia?— dijo de la nada Simone.

Hasta esa mañana, no se me había pasado por la cabeza nada de Marsella y mucho menos de las otras ciudades que vamos a visitar. Por lo que recuerdo que nos dijo nuestra madre, y el supervisor del barco, íbamos a visitar un total de cinco países. Es increíble que en los cuatro días que llevamos de crucero, no se me pasará nada por la cabeza sobre ese tema.

Como habíamos acordado, me volví a acomodar boca abajo en la cama.

Cuando ya casi estaba volviendo a mi sueño, oigo como la puerta se abre de golpe, dando un pequeño golpe en la pared. Esto hizo que yo y mis hermanos nos diéramos un susto, provocando que nos giráramos de golpe hacia la puerta.

Cuando miré hacia el lugar, me di cuenta que era mi madre de brazos cruzados.

—Como ya dije, nos vamos a ir, ya que estáis en la misma posición de antes. — dijo ella medio seria. — Quedan los otros tres también. Cuando queráis, ir a desayunar... Y acordaros que vamos a desembarcar, osea que antes de las dos, os quiero listos.

—Vale, mamá. — dijimos los cuatro hermanos a la vez.

Ella sin decir nada más, cogió el pomo de la puerta, y la cerró tras ella.

Yo, al ver la puerta cerrada, me di la vuelta, quedando de espaldas a ella. Cogí las sábanas y me tapé hasta arriba de todo con ellas y me volví a dormir.

Después de un rato, siento como justo al lado mio, se hunde el colchón. Giro mi cabeza, para encontrarme a Leonardo acostándose a mi lado.

—Pero tú, ¿Qué haces? — le pregunté.

Crucero. ||Ethan Torchio||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora