CAPITULO 11

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Olivia estaba tan distraída que no se había dado cuenta de que llevaba alrededor de diez minutos hablando sobre el clima.
Cuando termino de hablar sobre las lluvias de la próxima semana, me le quedo mirando.
El brillo que usualmente la caracterizaba había desaparecido y no tenía idea de la razón.
Estaba sentada frente a mí, con la mirada perdida en las marcas de la madera de mi escritorio. De vez en cuando mordía distraídamente su labio o hacía tronar sus dedos.
Observo detenidamente cómo su lengua acaricia su labio inferior, tratando de aliviar un poco el dolor de sus dientes y me maldigo por sentirme excitado por ese simple movimiento.
Los últimos días había estado visitando el departamento de Natasha más veces de lo que me gustaba admitir y me sentía una mierda por ello.
Sabía que era un idiota por acostarme con ella sólo para sacarme a Olivia de la cabeza. Pero por el momento, Natasha era una mejor opción que encargarme yo mismo de mis asuntos.
Meneo la cabeza, tratando de olvidar el hecho de que últimamente me gustaba hacerlo de espaldas porque fantaseaba con la idea de que era Olivia a quien me follaba hasta perder la razón.
-¿Y bien?- Espeto, cruzándome de brazos.
Olivia me ignora.
Aprieto los dientes antes de darle un puntapié por debajo del escritorio.
Eso parece hacer el truco, porque sale abruptamente de su estupor, parpadeando rápidamente hasta enfocar su mirada en mí.
-Lo siento, ¿Dijiste algo?
Frunzo el ceño.
-Sí, por una hora entera.
Olivia deja salir un suspiro a la vez que frota sus sienes.
-Joder, lo siento Miles.
Niego lentamente, reclinándome en mi silla.
-Dime qué sucede- Ordeno.
Olivia duda.
-¿No deberíamos trabajar?
Enarco una ceja.
-Es obvio que estás distraída por algo y eso me tiene distraído a mi también- Explico- Así que será mejor que lo hablemos y busquemos una manera de solucionar lo que pasa por esa cabecita tuya.
Lo considera un momento antes de asentir.
-Mi hermana salió del hospital ayer.
Alzo las cejas, asombrado y aliviado de que se trate de un asunto familiar y no de algún hombre con el que estuviera saliendo.
-Esas son buenas noticias, ¿No?
Asiente de mala gana.
-¿Entonces porqué no pareces feliz?
-Tuvimos una pequeña pelea- Admite.
-¿Sobre qué?- Indago.
Niega.
-No quiero hablar sobre eso.
Asiento, comprensivo.
-Entiendo.
Sacude la cabeza, exasperada.
-Me estoy comportando cómo una perra, ¿No?- Pregunta, soltando un largo suspiro.
-¿Porqué lo dices?
Se encoje de hombros.
-Acaba de salir del hospital después de ser atropellada y luego llego yo y me enojo por una tontería.
Deja caer la cabeza sobre sus manos, cómo si todo lo que estuviera en su mente fuera una carga y ya no pudiera con el peso.
-Además, Adele es mucho más feliz cuando Addi está cerca. Por lo que debería ponerme feliz de que volvamos a estar todas juntas de nuevo.
-¿Cuántos años tiene?- Pregunto, recargando mi peso en los codos.
-¿Adele?
Asiento.
-Tú hija.
Su mirada se desvía rápidamente a la izquierda, a lo que yo frunzo el ceño.
-Tiene seis- Responde finalmente.
Asiento.
-¿Qué hay de su padre?- Me aventuro, esperando que no sea una pregunta muy personal.
Se encoje de hombros, restándole importancia.
-Vive en Boston- Explica.
-¿Es buen padre?
Asiente con una ligera sonrisa que me causa un arrebato de celos.
-Sí que lo es- Admite- Cada noche habla con ella por teléfono y le da las buenas noches y lo mismo es por las mañanas.
>>En las vacaciones viene por ella y la lleva de vacaciones con su familia o se queda un par de semanas.
Me remuevo en mi lugar.
-¿Porqué no vive aquí?
-Su trabajo es en Boston- Dice, cómo si eso lo explicara todo.
Alzo una ceja.
-¿No hay trabajos aquí en New York?- Inquiero.
Se encoje de hombros.
-Supongo que sería cómo empezar de cero.
Frunzo el ceño, molesto por qué lo defienda.
-No parece ser el padre del año- Murmuro.
Sonríe.
-Nunca dije que fuera perfecto.
Meneo la cabeza.
-Mucha charla por hoy- Le digo.
Debía terminar con las pláticas personales antes de preguntarle sí ella y su ex se acostaban cuando estaba de visita.
Olivia había dejado en claro que no quería involucrarse de ninguna manera conmigo y yo debía respetar su decisión aunque eso significara que debía caminar gracioso por el resto de mi vida.
-Miles, ¿Dónde están los estados de cuenta?- Pregunta, buscando entre todo el papeleo del escritorio.
Frunzo el ceño, tratando de recordar dónde los había visto.
-Tú los tenías- Le digo de pronto, recordando perfectamente que se los entregué el día anterior para que los revisara.
Olivia suelta el aire de golpe y abre los ojos cómo platos.
-Carajo- Murmura.
Pellizco el puente de mi nariz.
Lo que me faltaba.
-¿Dónde?
Sonríe avergonzada.
-En mi departamento.
Exhalo, tratando de armarme de paciencia.
Olivia se levanta rápidamente y acomoda el largo de su falda, privándome de la vista de sus cremosas piernas.
-Puedo ir por ellos en un abrir y cerrar de ojos- Dice, recogiendo su bolso.
-¿Conduces rápido?
-Iré en taxi- Contesta.
Suelto el aire de mis pulmones antes de levantarme y rodear el escritorio.
Me recargo en la madera y estudio los pros y los contras de estar a solas con Olivia en un espacio tan reducido como mi auto.
Sí, porque estar con ella a solas no empieza a ser un problema.
Con más puntos para los contras, tomo una rápida decisión.
-Andando.
-¿Qué?- Pregunta confundida.
Asiento, señalando la puerta.
-Te llevo a tu casa.
-Puedo ir y venir por mi misma. No es necesario que me lleves.
Me encojo de hombros.
-No es problema.
-Miles…
Aprieto los dientes, sabiendo que si no me ponía en movimiento de inmediato, tendría que romper mi promesa sobre comportarme cómo un caballero a su alrededor.
-Insisto.
Al ver su mirada confusa decido continuar.
-Cuando te vayas no tendré nada qué hacer- Explico- Y si te llevo, al menos puedo sentirme útil.
Al menos dentro del auto tendré las manos ocupadas, me digo a mi mismo.
Pero ella no.
Enarca una ceja.
-Dudo que alguna vez en tu vida te hayas sentido inútil.
Trago saliva.
-Más veces de las que me gustaría admitir.
Sin esperar respuesta me encamino a la puerta y la abro, dejándole el camino libre.
-Mueve el culo, Wright.
De inmediato se pone en marcha y me maldigo una vez más por dejar que su trasero se lleve mi atención.

El trayecto al departamento de Olivia fue tranquilo y silencioso.
Ella no había hablado en todo el camino y yo trataba de mantener la vista fuera de sus piernas desnudas.
Doy vuelta en una curva y una de las manos de Oliva sale disparada al tablero del auto.
-¿Podrías conducir bien, por favor?- Se queja.
Enarco una ceja.
-¿Qué tiene de malo la forma en que conduzco?
Me mira por el rabillo del ojo.
-¿Es una pregunta sarcástica?
-No- Río- En serio quiero saberlo.
Suelta un bufido.
-Dios, Miles. Manejas cómo un loco en persecución.
-¿Y qué tiene de malo?
Me mira con los ojos cómo platos.
-Sólo maneja un poco más lento, ¿Sí?
Suelto una carcajada, tamborileando los dedos sobre el volante.
-No compré un jodido McLaren para conducirlo cómo una ancianita- Replico.
En lugar de contestar, Olivia señala un edificio al frente.
-¿El rojo o el gris?- Pregunto.
-El gris- Responde.
Asiento antes de reducir la velocidad y estacionarme frente a la acera. Antes de que Olivia pueda hacer o decir algo, salgo del coche y abro su puerta.
-¿Es necesario?- Pregunta divertida.
Sonrío.
-Por supuesto- Le ofrezco una mano y sonrío como un idiota cuando la acepta sin dudar- Estoy tratando de ser un caballero.
-Un caballero- Repite dudosa.
-Exactamente.
-¿Qué es lo que haces cuando no estás tratando de comportarte?
No espera respuesta y en su lugar comienza a caminar hacía el edificio de piedra gris que se extiende frente a nosotros.
Me quedo paralizado en mi lugar, dándole mil vueltas a sus palabras.
¿Acaso estaba coqueteando conmigo?
-¿No vienes?- Grita desde el interior.
Me paso una mano por el cabello antes de seguirla adentro.
El edificio dónde vivía no era tan grande cómo lo creí en un principio, tal vez cuatro o cinco pisos cómo máximo, por lo que no me molesté en lo absoluto cuando me enteré de que no había ascensor.
Estaba orgulloso de mi condición física, y desde que Olivia había intentado coquetear conmigo, quería que ella se diera una idea de lo que le esperaba si decidía aceptar mis halagos e invitaciones.
Cuando llegamos a la tercera planta, Olivia camina directamente hasta una puerta blanca y se detiene frente a ella. Comienza a rebuscar en su bolso hasta que saca un llavero con un par de llaves plateadas colgando de éste. Toma una de las llaves y la introduce en el picaporte, maniobrando con el hasta que por fin cede.
Abre la puerta y me hace una seña para que la siga. Hago lo que me pide y cierro la puerta detrás de mí.
El departamento de Olivia era pequeño y acogedor.
Las paredes eran de un cálido color arena y sobre ellas habían fotografías de Olivia y su hermana, pero sobre todo de la hija de Olivia.
Con forme iba avanzando por la casa, podía ver crecer a la pequeña niña.
Había fotos de ella cuando era una bebé, de Adele sosteniendo un pequeño oso de peluche, y de ella riendo con un montón de burbujas a su alrededor.
Pero lo que más me impresionó, fue la enorme pintura  que descansaba sobre la pared de la salita de estar.
Parecía ser un retrato de la niña en tonos blanco y negro.
Debía medir poco más del metro y medio y gracias a la única vez que había visto a la niña, podía decirse que era absolutamente realista.
Había pequeños detalles cómo lunares o pecas que no se perdían de vista, y cada detalle era más asombroso que el siguiente.
Me descubrí a mi mismo tratando de encontrar la firma del artista de semejante obra hasta que mi respiración se atasca en mis pulmones.
Dándome la vuelta, busco a Olivia por el departamento hasta que la encuentro en la cocina, examinando el contenido de un par de carpetas.
-¿Tú lo hiciste?- Inquiero.
Alza la mirada de los papeles y me mira confundida.
-¿Qué cosa?
Señalo mi espalda.
-El cuadro.
Una sonrisa avergonzada se apodera de sus labios y mi pecho se aprieta.
-¿Y bien?- Insisto.
Se muerde el labio antes de asentir.
Jesús.
-¿En serio?
-Sí.
Alzo las cejas, impresionado.
-¿Qué opinas?
Me río sin humor.
-Carajo, Olivia. ¿Hay algo que no sepas hacer bien?
Algo brilla en sus ojos azules, pero tan rápido como apareció, desaparece.
-Hay muy pocas cosas que no se me dan bien- Admite.
-¿Ah, sí?
Asiente.
-¿Cómo qué?
Ni si quiera lo piensa.
-La cocina.
-¿La cocina?
-Sí. Soy un verdadero asco cocinando.
Sonrío.
-Es una suerte que seas jodidamente sexy e inteligente.
Enarca una ceja.
-¿Crees que soy sexy?- Inquiere con voz juguetona.
-E inteligente- Repito.
-Pero crees que soy sexy- Insiste.
Ruedo los ojos.
-Cómo si no lo supieras ya.
Sonríe con suficiencia.
-Me halaga, señor Hardman.
Meneo la cabeza.
-¿Tienes los documentos?
Asiente, entregándome una carpeta con lo que necesitábamos para el nuevo caso.
-Ahí está todo.
Tomo la carpeta, tratando de evitar tocar su mano en el proceso.
Estaba bastante excitado ante la idea de Olivia con poca ropa y una mirada de extrema concentración mientras está cubierta de pintura.
Era una imagen que simplemente me sobrepasaba y necesitaba salir de ese departamento o me olvidaría de cada valor que había aprendido en los últimos treinta años.
-Bien, andando.
-Cómo tú digas.
Aprieto los dientes antes de tomar una respiración profunda.
-Muévete Olivia- Le digo- Gracias a éstos retrasos tendré que mantener tú culo ocupado por el resto de la tarde.
Olivia traga saliva sonoramente antes de tocar mi brazo y mirarme fijamente.
-No puedo esperar, señor Hardman.
Me suelta y sigue su camino por la sala, meneando el trasero de una manera que me tenía babeando sobre mi barbilla.
Jódeme.

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