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Reagan definitivamente no se hacía llamar alguien completamente romántica con las personas. Ni mucho menos con sus mejores amigos, a quienes apreciaba demasiado a pesar de que no lo demostraba seguido.
Y eso no sería un problema para ella sino fuera por algo. Algo que estaba relacionado con alguien.
Lamentablemente, el amor un día tocó la puerta de su casa para anunciarle que se había enamorado de aquél chico. Si, ese mismísimo chico que en un momento le resultó molesto y hasta incluso, considero como competencia en primer lugar.
Ni siquiera supo cuando. O en que momento preciso comenzó a sentir ese tipo de mariposas a su lado.
Su mente constantemente se la pasaba divagando en él, y aún así no sabía que hacer para quitarse ese sentimiento de encima. Sabía muy bien lo que era el amor, pues obvio era que, esta no era la primera vez que lo sentía claro.
Pero aún así, le resultaba tan raro tener que lidiar con esos nuevos sentimientos hacía su mano derecha. Se sentía tan bien, tan jodidamente bien cada que se encontraba con él. Y aún así no podía evitar sentir vergüenza por sentirse así.
¿Ella?, ¿con él?, ni en sus más profundos sueños se lo imaginaba. Ella posiblemente era demasiado para Brett. O eso era lo que imaginaba, luego de todas las citas que tuvo con un chico donde todo salía mal, su miedo a enamorarse estaba más que justificado.
Y al mismo tiempo, lo continuaba amando y adorando como siempre. Él era su chico, su contacto de emergencia. Aquel chico que quería abrazar y besar hasta dejarlo abrumado de tantos mimos.
Claro, un chico al cual le dedicaría todo su amor sino fuera por el enorme e irrompible orgullo que tapaba toda su faceta de adulta perdidamente enamorada.
Porque a pesar de que no lo aceptaba del todo, lo había arruinado todo. La había cagado. Según su propio punto de vista, era su problema por haberse juntado demasiado con él, cuando claramente se trataba de sus pensamientos tratando de hacerla quedar mal en una situación en la que ella no estaba haciendo nada malo.
Entonces, ahora debía sufrir las consecuencias. De estar atrapada en un amor hacía su compañero de trabajo, donde ni siquiera ella misma podía entenderse a sí misma por el enorme lío que era su cabeza cuando constantemente pensaba en él, y solo en él.
Un enorme prisión que al fin y al cabo le terminaba gustando. Un lugar al que había llegado más de una sola vez, y aún así, siempre que entraba, sus experiencias eran distintas.