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¿Tercero? 



—Muñeca, ya es suficiente, ¿no? —Soma se río cuando vio que Erina estaba mirando el precio de la etiqueta de un reno de paja. Ella estaba empecinada en decorar el apartamento de acorde a las fechas y no escatimaba en gastos cuando de la decoración se trataba— ¿Un reno, Erina? ¿En serio quieres un reno? —le acusó divertido, cuando vio que ella tomaba al animal decorativo en sus manos.

—No seas tonto, Soma —Ella bufó, alzando una ceja— Santa Claus tiene nueve renos, nos faltan ocho —dijo, aunque parecía un chiste, Soma ya no sabía distinguir la realidad de lo que no, al menos no con Erina.

—Erina...—Soma habló, casi como si demandara un poco de la atención de ella.

La reina se congeló por el tono, mordiéndose el labio.

—¡Bien! —la rubia se quejó, soltando el reno y dejándolo de nuevo en donde estaba— ¿Feliz? Perdimos a Rudolph por tu culpa.

Ella comenzó a caminar, omitiendo las risas burlonas de su novio.

—Ya tenemos lo suficiente, muñeca —Soma la alcanzó, mientras señalaba las bolsas en sus manos— Ya tienes tus luces, guirnaldas, campanas, esferas, moños y todo tipo de figuritas ¿En serio necesitas más?

Ella se detuvo, mirando al frente lo que parecía ser unas vitrinas que cargaban con más adornos, pero estos eran especiales por motivos diferentes.

—¿Sabes qué? —lo miró, nerviosa— Tienes razón, ya tenemos demasiados.

Soma le alzó una ceja, cuando miró al frente, entendió qué era aquello que Erina vio y terminó desequilibrándola.

—Esto me interesa...—él masculló, divertido. Se dirigió a las vitrinas y cogió una de las cajitas que estaba ahí, las cuales contenía—, un muérdago —dijo Soma, sonriendo como si hubiese encontrado el santo grial de las decoraciones navideñas.

—Déjalo, no lo necesitamos —Erina dijo, haciéndose la desinteresada.

—Yo-lo-necesito-Erina —Soma dijo, divertido, tomando al menos unos seis muérdagos.

—¡¿Y para qué necesitas tantos?! —ella casi lo gritó.

—Para cada habitación; la entrada, la cocina, el baño, el cuarto y el balcón —Soma explicó. Tomó el primer muérdago y lo alzó frente a ambos— Bésame ahora, ando muy festivo, así que no tienes que negarte.

Ella se negó, moviendo la cabeza, con un bonito tinte en sus mejillas.

—Erina, se me cansa el brazo, ahora —Soma movió vigorosamente el muérdago. Erina miró para todos lados, tal vez asegurándose que no había muchas personas por los pasillos— Muñeca, le estás fallando a tu espíritu navideño —siguió insistiendo su novio.

—Bi-bien, como quieras...—Ella murmuró. Sus brazos se alzaron, rodearon el cuello del pelirrojo y le dio un beso en los labios; fue gentil y tierno, casi tembloroso por la pena de hacerlo en público, pero claramente ella lo había deseado tanto como su compañero— ¿Feliz? —le retó, con una ceja alzada.

Soma asintió.

—Feliz es poco decir, soy el tipo más afortunado del mundo —dijo, con sorna.

—Eres todo un caso —Erina se relamió los labios, fingiendo desinterés.

—Vamos a pagar por tus cosas e ir a casa —fue todo lo que dijo Soma cuando se encaminaron a la caja.

Terminaron de pagar por las decoraciones. Erina se encargaba de que sus artículos delicados estuvieran bien cuidados en la cajuela del auto. Entró en el asiento del copiloto, se puso el cinturón de seguridad y miró a Soma, quien parecía divertido cuando soltó unas risillas extrañas.

—¿Qué? —ella le miró, extrañada.

Soma le señaló al frente, en donde estaba el espejo retrovisor y en donde colgaba uno de los muérdagos que Soma había comprado.

—¿Es en serio, Soma? —Erina le gruñó, cruzándose de brazos.

El pelirrojo se acercó, tomándola de la nuca y robándole un beso sediento, uno que prometía deseo y saliva de por medio. Apenas se alejó, mordiendo el labio de la rubia y logrando que ella gimiera contra él.

—¿Te había dicho que amo la navidad, muñeca? —él le preguntó, con un sarcasmo bien marcado.

Erina rodó lo ojos— Eres un idiota.

—O un tipo muy listo —contradijo él, señalando el muérdago al frente— Será mejor que te acostumbres, porque habrá muchos besos de ahora en más.

Y, aunque Erina repitecomo disco rayado que le fastidia el plan de Soma, ella sabe que -de no ser porsu orgullo- no admitiría lo encantada que estaba con eso. Al final, los besosno solo deben ser en los labios ¿No? Quizá él no se lo espere. 



Oh, supongo que es suficiente...

Navidad en Shokugeki No SoumaWhere stories live. Discover now