día 21. | ⅓

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—Voy a hablar con él de todo.

Dejun alza sus tupidas cejas con sorpresa tras la pantalla.

—¿De verdad? Vaya, eso es realmente sorprendente, felicidades Kun. Ese es el avance.

Sus hombros se alzan con indiferencia, aunque por dentro los nervios le revuelven el estómago.

—La verdad es que... No quiero hacerlo, pero sé que es necesario y sinceramente, haré todos mis esfuerzos para no explotar aunque estoy seguro que lo haré, la verdad es que... Tengo mucha rabia contra él y me siento mal por tener esos sentimientos contra él, pero... Agh, no lo sé.

—Hey, Kun... Todos tenemos cola que nos pisen y sabes muy bien que no tienes derecho a sentirte así, no de tal forma. Comprendo todo, pero tampoco fuiste una blanca paloma. Como Yukhei, cometiste errores... Graves errores y no tienes tanto derecho a tener esos sentimientos tan fuertes de esa cruda forma contra Yukhei.

Con esas palabras, mira con terror a Dejun, pero más que nadie, sabe que tiene toda la razón, no podía decir nada y la culpa una vez más lo carcome. Hacía meses que no sentía ese amargo sentimiento en sí.

¿Cómo se había atrevido a olvidar aquello?

Claro que no lo había olvidado, había fingido olvidarlo, había enterrado aquello con barro, barro que se estaba deslavando y revelando aquél incidente.

Se deslavaba cada que Yukhei le despertaba con besos.
Se deslavaba cada que Yukhei le recitaba un "te amo".
Se deslavaba cada que Yukhei le abrazaba en cucharita.
Se deslavaba cada que ambos se unían en uno mismo.

Y sin embargo; aquellas veces que peleaban, la rabia de Kun enterraba aquél incidente como si no hubiera pasado y sin culpa alguna.
Terminó de enterrarse cuando la rabia de Kun explotó frente al incidente de Yukhei y Taeyong.

Pero ahora, su propio incidente se había terminado de deslavar, estaba ahí, frente a él en forma de una enorme caja de Pandora que estaba por abrirse.

—Tienes razón... Soy una asquerosa persona, ¿qué derecho tengo yo para ser así con él? Maldita sea... Tengo que terminar de redimirme y pedirle una disculpa también, no exigirla porque no la merezco.

Escucha a Dejun suspirar cansado y lo ve tallarse el rostro.

—No seas exagerado, Kun. Tampoco se trata de eso, mereces una disculpa porque te lastimó en su momento, así como tú lo has hecho y al parecer volverá a suceder. Los dos son tan tóxicos que irradian lo peor, pero merecen redimirse, disculparse y ser agradecidos. Todos cometemos errores, tenemos que pedir y recibir disculpas, errar es humano.

Finalmente y sin ganas de dar más vueltas al asunto, Kun asiente y comienzan a despedirse para volver a retomar un sueño que en esos momentos, él desea que sea eterno.

A las doce del medio día, Kun despierta por el olor a quemado.

Yukhei está en la cocina. Oh no.

El joven de cabellos rubios sale de su cama como rayo para correr hasta la cocina, dónde se encuentra la enorme espalda del chico que está maldiciendo.

—Mierda, ¡nada más a mí se me ocurre hacer inventos estúpidos de tiktok! Odio vivir, odio ser yo y odio la maldita cocina. —refunfuña soltando con fuerza la sartén en el lava platos.

La situación, en lugar de parecerle molesta, le parece divertido gracias a las reacciones del muchacho, Lucas nunca había sido bueno en la cocina, pero eso no significaba que él no hiciera sus intentos para comer, nunca esperaba que hicieran todo por él, al contrario, fracasaba pero corregía y él terminaba haciendo todo para sí mismo y si nadie corría riesgo de morir por sus alimentos, no dudaba en compartir.

—¿A quién se le ocurre hacer lasaña en una sartén?

Asustado, le voltea a mirar con terror y rápidamente cubre con su cuerpo el desastre en la cocina.

—¡Kun! Eh... Yo... Bueno, lamento mucho el desastre, no fue mi intención... Yo, eh... Lo arreglaré, lo lavaré antes de irme...

Lo último le deja pensando, decide que es hora de hablar todo. Por lo que se limita a sonreír con suavidad y negar con la cabeza.

—No te preocupes por eso, de hecho eso es lo que menos me importa. ¿Podemos sentarnos? —señala la pequeña mesa y Lucas sabe que no es algo bueno, pero no hace más que obedecer y sentarse frente al mayor.

Kun ve a su contrario alzar la cabeza con ademanes para indicar que está prestando toda la atención.

—Quiero que me cuentes todo lo que pasó en esa noche... La noche en que Taeyong y tú se acostaron, ¿por qué hiciste algo así?

La cara de Yukhei es un poema, a pesar de que éste se lo esperaba nunca iba a estar listo para esa pregunta. Comienza a sentirse mal, tiene náuseas e incluso siente sus mejillas rojas, inmediatamente su mirada se posa en sus manos, las cuáles están entre sus piernas y presionadas con fuerza.

—Yo... Kun... ¿Por qué preguntas eso?

—Es nuestro último día juntos y... Realmente quiero conocer la verdad o el porqué, quiero redimir todo, me cansé de odiarte. Quiero que entre tú y yo quede todo limpio, sin odio, sin culpas, sin más lágrimas. Si no vamos a quedar como amigos, al menos en conocidos con buenos términos y una perrita en común.

Las palabras de Kun resuenan en la cabeza de Yukhei, quién aún mantiene sus ojos en sus manos.

Cuando parpadea dos lágrimas caen, su respiración es entre cortada y su cabeza no hace más que traer esos recuerdos.

Las risas de Taeyong.
Las botellas de vodka tiradas en su alfombra.
Las habladurías de Taeyong referente a las bebidas que había aprendido en su trabajo de bar man.
Y la extraña bebida verdosa que le había ofrecido.
Recuerda el olor y sabor fuerte de ésta.

Y recuerda que los hielos no estaban flotando.

Maldita sea.

Sus recuerdos siempre habían sido borrosos, apenas recordaba los fogosos besos que compartió con el coreano, recuerda ver la verdosa chaqueta del chico tirada en su sueño, apenas recuerda el frío que sintió cuando le despojaron de su camisa.

Y lo único con claridad que recuerda, son los cristalinos ojos de Kun frente a la puerta.

—Yo... Por favor perdóname... —murmuró el moreno antes de soltarse a llorar frente a Qian Kun, quién le miraba inexpresivo.

cuarentena;「lukun。」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora