Prologo

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"Para todos aquellos que les rompieron el corazón..."

Era un día importante, no iba hacer histórico por que no iba a marcar un antes y un después en algún país, no estaría en libros de biblioteca escolar pero sí en el recuerdo de una familia, que perdería al miembro más frágil, Leslie Masdell

Fumar le había consumido la vida, su deber como madre, su futuro, su venganza. Ahora quedará en manos del más valiente. El Cáncer la llevaría arrastraba día a día, sé había internado hace unos meses atrás desde que le diagnosticaron que ya estaría en la cuarta estaba de cáncer pulmonar. 

Empezó a ir a tratamientos exclusivamente desde que se lo diagnosticaron, su esposo no podía creer, no comía, no dormía, no podía hacer absolutamente nada, en solo pensar que su esposa dejaría de estar a su lado y del lado de sus pequeños, sus hermosos hijos. No podría dejar de pensar en el daño que les causaría toda la vida, abandonarlos a todos, sería el peor castigo imaginable para Leslie. 

Se sometió a una cirugía, en la que exitosamente se logró recuperar. Contaba los días para volver a salir con su familia y planeaba relajarse con sus amigas o solo tener una escapada romántica con su esposo. Era algo que deseaba ya estaba harta de las enfermeras y los doctores que venían a inyectarle cada hora. para esto ella era una pesadilla, una pesadilla en carne y hueso. Mientras se sometía a quimioterapia, radiografías y por última una cirugía que pudo costarle la vida, ahí estaba pronto a ser libre. 

Unos toques en su puerta la sorprendieron, era muy tarde por la noche, contando más de las diez y media, casi media noche. No esperaba visitas, las enfermeras de turno no rondaban por los pasillos suponían que ya todos dormían. Según el horario indicado por el hospital. 

Ignoro rotundamente la puerta y continúo escribiendo en su diario, ese vejestorio en el que fichaba días importantes, guardaba mensajes importantes, escribía sus cuentos que le venían a la cabeza y se los leía a sus hijos por las noches. 

Sus angelitos, cuanto amaba aquellos bebés. 

La puerta siguió golpeando, y ésta detuvo  su escritura y respondió al llamado. Si tan solo no hubiera respondido seguiría como estaba. 

—Pase...Pase...Pase. 

La puerta fue abierta cuidadosamente, sin rechinar ni hacer ruido. Sólo se logró escuchar el clic de la puerta cerrándose, escuchó unos pasos acercándose pero solo logro ver una sombra posicionarse frente a ella, un encapuchado, de brazos gruesos cubriendo en los bolsillos manos en guantes de látex, la persona frente a ella no era un invitado ni siquiera se le había avisado que ella estaba delicada de salud. 

Royce Croldion, ¿Que te trae por acá? Ya no puedo consumir tu mercancía, lo sabrás— se sorprendió ver al hombre enmascarado revelar su rostro serio, facciones finas, su rubio cabellos revuelto por la capucha, sus esmeraldas algo cansadas por los años y asentándose esas facciones. 

Su presencia en una habitación era como un imán, atrayendo todas las miradas hacia él. Con cada paso que daba, su porte seguro y su mirada penetrante hipnotizaba a cualquiera a su alrededor. No había duda de que era un hombre guapo, con una sonrisa que podía derretir corazones y una habilidad para arrastrar a otros a su peligroso juego de azar con solo una mirada desafiante. 

Leslie era la excepción a la regla, inmune al encanto que derretía a otros a su alrededor. A pesar de la enigmática atracción que Royce ejercía sobre muchos, Leslie lo veía como lo que realmente era, un corazón podrido pero con capa dura de romper, un hombre desesperado por recuperar un poder que una vez le perteneció. En lugar de ser el dueño de su propio reino, se había convertido en un soldado más en el castillo de la reina, esperando pacientemente el momento oportuno para intentar usurpar el trono que alguna vez fue suyo.

Aprendiendo a sanar el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora