Capítulo 8

5.7K 575 103
                                    

—No puedo creer que vayas a hacer esto, Harry. — Hermione Granger con el rostro ceñudo y una bata rosada, la castaña venia acompañada de una desaliñada Phoenix.

— ¡Tu! —dijo Ron furioso—. ¡Vuelve a la cama!

—yo también estoy aquí, ¿te das cuenta no? — inquirió una soñolienta Phoenix.

—Estuve a punto de decírselo a tu hermano —contestó enfadada Hermione—. Percy es el prefecto y puede detenerlos.

—Vamos —dijo Harry a Ron. Empujó el retrato de la Dama Gorda y se metió por el agujero. Hermione no iba a rendirse tan fácilmente y pues Nix, Nix solo quería chismear.

Ambas niñas los siguieron a través del agujero.
—No les importa Gryffindor; ¿verdad? Sólo les importa lo suyo. Yo no quiero que Slytherin gane la copa de las casas y ustedes van a perder todos los puntos que yo conseguí de la profesora McGonagall por conocer los encantamientos para cambios — se quejaba Hermione.

—Vete — ordenó Ron.

—Muy bien, pero se los he avisado. Recuerden todo lo que les he dicho cuando estén en el tren volviendo a casa mañana. Son tan...

Hermione había retrocedido hasta el retrato de la Dama Gorda, para volver; y descubrió que el cuadro estaba vacío. La Dama Gorda se había ido a una visita nocturna y Hermione se había quedado fuera de la torre de Gryffindor.

— ¿Y ahora qué voy a hacer? —preguntó con tono agudo.

—Ése es tu problema —dijo Ron— Nosotros tenemos que irnos o llegaremos tarde.
Phoenix caminó al lado de Harry, el chico le dió una mirada y luego asintió dando a entender que la pelinegra podía acompañarlos, o al menos así lo tomó Phoenix.

No habían llegado al final del pasillo cuando Hermione los alcanzó.
—Voy con ustedes

—Seguro—dijo Phoenix.

—No lo harás.

— ¿No creerán que me voy a quedar aquí, esperando a que Filch me atrape? Si nos encuentra a los cuatro, yo le diré la verdad, que estábamos tratando de detenerlos—se señaló a Phoenix y a ella misma, Phoenix en realidad no iba con esa intención pero no se molestó en corregirla — y ustedes me apoyaran.

—Eres una fastidiosa —dijo Ron en voz alta.

—Cállense los dos — habló Harry en tono cortante— He oído algo. Era una especie de respiración.

— ¿La Señora Norris? —resopló Ron,
tratando de ver en la oscuridad. No era la Señora Norris. Era Neville. Estaba enroscado enel suelo, medio dormido, pero se despertó súbitamente al oírlos.

— Gracias a Dios que me han encontrado! Hace horas que estoy aquí. No podía recordar la nueva contraseña para irme a la cama.

—No hables tan alto, Neville. La contraseña es «hocico de cerdo»—medio regañó Hermione.

—Pero ahora no te servirá, porque la Dama Gorda se ha ido a no sé dónde. —esta vez habló Phoenix.

— ¿Cómo está tu muñeca? —Preguntó Harry.

—Bien —contestó Neville, enseñándosela—. La señora Pomfrey me la arregló en un minuto.

—Bueno, mira, Neville, tenemos que ir a otro sitio. Nos veremos más tarde...

—¡No me dejen! —dijo Neville, tambaleándose—. No quiero quedarme aquí solo. El Barón Sanguinario ya ha pasado dos veces.

Ron miró su reloj y luego echó una mirada furiosa a Hermione y Neville.
—Si nos atrapan por su culpa, no descansaré hasta aprender esa Maldición de los Demonios, de la que nos habló Quirrell, y la utilizaré contra ustedes.

Reencarnar en Harry PotterWhere stories live. Discover now