DESPIERTA

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Solo se escuchaban los sonidos de una pelea, personas gritando, fogonazos de runas explotando, llamaradas de fuego, dardos de sangre, corrientes eléctricas, personas extrañamente estáticas en el aire.

Cuatro chicas y un muchacho estaban peleando contra un grupo de ¿personas? No, seres. Parecían tener la situación bajo control a pesar de que tenían algunas heridas, no eran más que rasguños superficiales, tenían al toro por los cuernos.

El hombre de pelo negro y largo recogido en un medio moño, tenía los brazos estirados, llenos de pequeños cortes, y una pequeña sonrisa en los labios. La sonrisa se esfumó en el momento en el que vio una piedra volando en dirección a la joven pelirroja que estaba distraída moviendo los brazos en el aire para crear una runa.

- ¡SYLVER CUIDADO! - gritó corriendo hacia ella. Llegó a tiempo de interponerse entre la piedra y la joven. Lo siguiente que sintió fue la piedra chocar contra él, caer al suelo y perder la consciencia.

Negro, todo estaba oscuro, no se veía nada, un abismo sin fin. La sensación de estar cayendo a velocidad muy lenta daba la sensación de que podía escapar de esa caída que se le antojaba eterna.

Se veía a sí mismo, como una cámara grabándose, cayendo en esa oscuridad e intentando salir como si le asfixiara la caída. Movía los brazos en todas direcciones, angustia, ahogo, una presión en el pecho y en la cabeza que hacía parecer que aquella oscuridad daba vueltas bajo él.

Paró de resistirse a la caída y miró hacia arriba, buscando la salida, algo. Un rayo de luz que se convirtiese en su esperanza de salir de aquel abismo sin fin. Un rayo de luz como aquel que se escapa y entra por los agujeros de la persiana, atravesando las cortinas y llegando hasta tus ojos, que te despierta dándote los buenos días siendo molesto al principio. Un rayo de luz como aquel que se ve en el otro lado del tubo de cartulina que se ponía uno en el ojo, cerrando el otro, a modo de catalejo, cuando jugaban a los piratas. Un rayo de luz como aquel que se ve al final de un túnel cuando se viaja en coche.

Pero al mirar solo vio oscuridad, se forzó a cerrar los ojos y volverlos a abrir, deseando que solo fuese un sueño del que se podía despertar con esa facilidad, pero si era un sueño no lograría despertar tan fácil, no cuando seguía cayendo, no cuando esa angustia dio paso al conformismo y a la desilusión.

No escuchaba nada, no veía nada, no sabía nada, no podía hablar, estaba privado completamente de sus sentidos. Solo podía sentir como sus propios sentimientos arremetían contra él, como sus pensamientos iban y venían, y se hacían bola en su cabeza.

- Sebas - escuchó por primera vez, en lo que para él parecía una eternidad, esa voz que conocía tan bien, ese dulce timbre que le encantaba oír, la voz de esa joven a la que tanto aprecio tenía. - Sebas por favor despierta ¿quieres? - preguntó la joven con la voz quebrada. «Quiero despertar» intentó decir, pero las palabras no salían de su boca, no podía despegar los labios para contestarle. - Sebas por favor levanta - escuchaba los gemidos de sofoco de la joven en eco. Intentó mover los brazos para poder sujetar la cara de la pelirroja o aunque fuese su brazo, darle una señal para que supiese que la estaba escuchando, pero sus brazos estaban pegados a su cuerpo. - No me dejes por favor, tú no, no puedes irte ¿vale? Ven, por favor ven -. La joven lloraba desconsolada, la desesperación se apoderó de él pero daba igual lo que intentara, se había quedado inmóvil, no podía moverse y lo peor de todo es que seguía cayendo, con más velocidad que antes.

- Por favor, no puedo perderte a tí también - suplicaba en llanto, cada palabra que la joven soltaba desgarraba el alma del hombre que intentaba desesperadamente moverse. - Escúchame, hemos pasado por mucho juntos, no puedes dejarlo así, aún tenemos cosas que hacer, ¿te acuerdas? - el llanto de la pelirroja no cesaba y él intentaba llamar la atención de la chica como pudiera, pero cada vez le costaba más, sentía sus ojos cerrados y por más que intentaba abrirlos, sus párpados pesaban toneladas. - Acuérdate que te debo esa historia que te prometí, o el viaje al parque acuático, podemos ir a comernos un kebab -. Él, impotente, cayendo en el abismo sin poder hacer nada, forzaba a más no poder sus movimientos. Ella lloraba desconsolada sobre su pecho, hablándole, esperando que se despertase y le contestara.

- Tengo una bolsa de chupa-chups, de los que a tí te gustan, si no despiertas me los voy a comer yo todos - soltó una leve risita aún con las lágrimas de tinta resbalando por sus mejillas. - Sebas por favor, despierta, despierta por lo que más quieras ¡despierta! ¡Sebas despierta y vuelve a llamarme Caramelito! ¡Despierta y vuelve a tomarme el pelo! ¡Despierta y vuelve a sujetarme la mano mientras planeas alguna de tus tonterías que tanto me gustan hacer contigo! ¡Despierta y quédate conmigo! Por favor... - soltó desesperada, dándole suaves puñetazos en el pecho, dejando escapar en un hilo de voz la última súplica.

Después de unos segundos, dejó de caer. Notaba una presión sobre su pecho que intuía que era de la joven debido a los temblores, sintió su cuerpo en libertad aunque un dolor punzante le recorría desde la punta de los pies hasta la cabeza. A pesar de sentirse en completa libertad de moverse, un miedo extraño evitaba que pudiera abrir los ojos.

Escuchó, siendo lo primero que oye desde esa sensación de libertad, el llanto sofocado de la pelirroja echada sobre él. Como si ese miedo se esfumara, Sebas abrió los ojos y apretando los dientes aguantando el dolor, abrazó a la joven como su cuerpo se lo permitió.

La joven dio un respingo al sentir los brazos del hombre en su espalda y abrió los ojos aguantando la respiración, con las lágrimas recorriendo sus mejillas, miró fijamente a Sebas que tenía los ojos cerrados y la mandíbula apretada.

- ¿Sebas? - preguntó esperanzada. El hombre de pelo largo retiró con cuidado, más por él, los brazos y abriendo los ojos, afirma esbozando una leve sonrisa que se convierte en una mueca de dolor. Sylver, sin pensarlo dos veces, se tiró al cuello de Sebas a abrazarlo quién soltó un gemido de dolor al sentir el peso de la joven sobre él. - Perdón -. Pronunció retirándose del abrazo, con la manga de la sudadera limpió los rastros de lágrimas.

Una vez más calmada, Sylver inspeccionó el cuerpo de Sebas buscando las heridas más superficiales que pudiera curar mientras llegaba la ayuda.

La herida más grande es la que tenía en el abdomen, donde recibió el golpe de aquella piedra, sangraba bastante aunque sin llegar a ser un problema del todo gracias al poder de Cleo. Varios cortes en los brazos y uno más feo en la pierna izquierda.

Minutos más tarde, un coche negro y uno gris algo más pequeño que el otro, llegan al lugar, de ellos bajan Einar y Zac que se acercan corriendo hacia Sebas para montarlo en el coche negro. Las cuatro chicas los siguen y se montan con ellos.

- ¿Por qué habéis tardado tanto? - le preguntó Sylver a Einar que miró por el espejo retrovisor a la joven, viéndola acariciando la melena oscura de un Sebas dormido.

- Lo siento, estábamos liados con una misión, hemos sido todo lo rápido que hemos podido. - Contestó volviendo la mirada a la carretera afligido.

Sebas abrió los ojos desorientado, miró a su alrededor pero todo estaba oscuro, podía intuir dónde estaba por lo poco que iluminaba la media Luna que se veía por la ventana. Adolorido palpó su cuerpo notando vendas que envolvían su abdomen por completo, otra venda en el muslo de su pierna izquierda y varios parches por los brazos. Mientras se miraba los brazos, pudo ver por el rabillo del ojo a una Sylver dormida en el incómodo sofá que estaba al lado de su camilla. Una sonrisa tonta apareció en los labios del hombre mientras miraba a la joven. Viéndola dormida, tranquila, solo tenía ganas de abrazarla, de darle las gracias, de estar con ella.

Amor de Otro Mundo ~One Shots~Where stories live. Discover now