dropped your hand while dancing

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dropped your hand while dancing

Me había pasado toda la vida sufriendo entre sonrisas y conversaciones banales. Viviendo en un mundo de tonos de gris y americanas planchadas, labios rojos y barbillas alzadas. Llegaste como un haz de luz que me cegó y cogí tu mano sin mirar atrás, rugiendo contra todo aquel que se atreviera a enfrentarte. Por aquel entonces era un iluso y no dejaba que toda mi tristeza me impidiera pensar que había algo más fuera de mi mundo: Te tomé como un ángel, sin darme cuenta de que tus alas estaban corroídas. Tú tampoco eras feliz, vida mía, y yo hice oídos sordos a tu tormento. Siempre me arrepentiré de eso.

Te puse sobre los hombros el peso de salvarme y yo, a pesar de que había convivido toda la vida con ella, me olvidé de que la depresión también tiene sonrisas. Suaves manos, melódica voz que me hacía perder el miedo a cerrar los ojos, ojos de esmeralda que me trasladaban a un mundo mejor. Tengo tu nombre encerrado con llave en mi corazón, tan al fondo que hay días que ni siquiera te pienso. Los plantas de tus pies nunca temían a dar vueltas y vueltas y vueltas, y cuando aquella noche dejaste que mi mano cayese, tú ataviado con tu vestido dorado y yo con uno de mis cientos de esmoquin, supe que algo iba mal. Y tuve que haberte mirado a los ojos, tuve que haber visto que a la bomba en tu corazón le quedaba poco tiempo.

El anillo de mi madre en el bolsillo, una foto tuya en mi cartera. Me dispuse a entregarte mi corazón y tú lo rompiste en como si fuera cristal, dejándome sin habla, destrozado. Corrí hasta la estación de tren y, por una vez, decidí refugiar mi tristeza entre mentes dormitando, lejos del bullicio. Cerré los ojos mientras pensaba en el champán que había dejado en casa de mis padres, en la expectación que aguardaba en aquella vieja casona. Tres almas que esperaban ver cruzar por la puerta a dos amados, y que se darían de bruces al ver a tan solo un pobre hecho pedazos.

Seis años después un escurridizo niño se aleja de mis brazos y mientras, agotado, accedo a que corra hasta los columpios, veo tu rostro al otro lado de la acera. No haces nada, y yo no hago nada. Ves al chiquillo, cabellera rubia y cuerpo menudo que cree tocar el cielo y apartas la mirada. Y yo solo puedo pensar que ese fue el gesto que hiciste antes de que me dijeras que no.

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