her picture in your wallet

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her picture in your wallet

Trina era la opción correcta. Era bella, era mujer —mucho más de lo que se podía decir antes—, era de buena familia y tenía un título universitario. A pesar de ello, no se negaría a dejar de lado su ambición profesional para convertirse en la perfecta ama de casa.

Supongo que en un principio sí que llegó a gustarme, pero no es como lo que nosotros tuvimos. No creo que eso pueda volver a ocurrir. Ella lo sabe, por eso le molesta tanto que hayas vuelto. Le hablé de ti en noches borrachas y borrosas en la que nuestros cuerpos se fundieron, igual que ella me habló de las otras vez que su corazón acabó en pedazos. Supongo que la diferencia está en que ella los ha olvidado, pero yo no puedo olvidarte a ti.

—Estudié Traducción e Interpretación —explicas —. Hasta hace nada trabajaba como intérprete en Shangái, pero me han ofrecido un trabajo que me gusta más aquí y... decidí aceptarlo. El salario es un poco más bajo, pero sinceramente lo prefiero.

—Así estás más cerca de tu familia, y si no te gustaba tu empleo... —coincide mi mujer.

Me miraste un segundo y bebiste de tu copa. Las manos me queman, y quiero que Trina se vaya ya.

—¿Te costó mucho decidirte a venir? —pregunta ella.

—Bueno... un poco —confiesas —. Sobre todo porque no sabía si iba a ser bien recibido en Londres. Pero aquí viven nueve millones de personas. Quién iba a decir que fuéramos a encontrarnos.

Sonrío y decido no mirar a Trina. Sé que en esos momentos está siendo consumida por los celos.

—Parece planeado —comenta mi esposa con veneno en la voz.

Antes de que pudiera llamarle la atención por su insinuación, mi hijo corre hasta nosotros con lágrimas en el rostro. Se lanza a su madre quejándose de que le duele la rodilla. Me acerco a él y, en efecto, veo que hay sangre en su pierna.

—Un momento, voy a ir a ponerle una tirita y vuelvo —murmura mi mujer mientras se aleja.

Tú y yo volvimos a quedarnos solos. Trazas una sonrisa tirante e incómoda y ladeas un poco la cabeza.

—Espero que tengas una foto suya en su cartera.

Aprieto los labios y me dirijo al escritorio. Hay un cajón cerrado con una llave que cuelga de mi pecho. Lo abro y saco una arrugada fotografía. Te la enseño con manos temblorosas.

—No pude deshacerme de ella. Esta es la que siempre contemplo cuando me invade la tristeza.

—¿No la de tu mujer?

Niego con la cabeza y siento que tengo ganas de llorar. Me acerco a ti y te rozo la rodilla. Han sido seis años en la que tus ojos verdes han invadido mis sueños. Nunca me pude desprender ni de tu olor, ni de tu piel blanca bajo mi lengua.

—Lou —dices, y no sé si es una advertencia o una petición.

champagne problems ; lsTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon