Capítulo 25

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Tan pronto me levanté la mañana siguiente, revisé el teléfono y vi un mensaje del banco; pidiéndome una carta con una solicitud que mandaron hace semanas respecto al dinero de la lotería. Entonces, recordé que entré en un ataque de ira y tiré todas mis cartas a la basura de reciclaje cuando Alarick decidió salir de mi vida.

¿Quién dijo rencor?

En pánico, me levanté y fui a rebuscar entre la basura.

¿Quién iba a decirme a mí que despertaría a las siete de la mañana y lo primero que haría sería estar agachada, rebuscando entre mi propia basura?

Aunque agradecí ser de las que reciclan o habría sido espantoso meter la mano en una basura con tanta variedad de cosas.

Y ahí estaba yo, apartando cartones de leche, facturas de comida para llevar y demás. Encontré un montón de cartas y las tomé. Impaciente, pasé una tras otra, buscando la que necesitaba. Hasta que una llamó mi atención y fruncí el ceño. Era una carta escrita a mano.

Giré el sobre y vi un nombre que me dejó completamente helada y sin aliento. Tenía que estar soñando.

Sin embargo, la curiosidad me tuvo pronto abriendo el sobre y sacando una carta del interior. Al desdoblarla, la leí:




No creo que sean necesarias las presentaciones. Por desgracia, o fortuna, yo ya no estaré aquí. Aunque habría sido una buena despedida conocerte.

Pero como siempre he dicho: no hay que dejar cabos sueltos en esta vida.

Y ese, es Alarick.

Hace meses, mi nieto volvió distinto.

Alegre, con ilusión y optimismo. Eso me extrañó al principio, pensando, ¿Quién me había cambiado a mi nieto y por qué?

Y entonces, te mencionó. Nombró a la chica con el nombre más extraño que había oído nunca, con una sonrisa plena, y todo cobró sentido.

Mi nieto se había enamorado.

Y no de una chica cualquiera. De una chica estupenda, con sueños, sin miedo a vivir; de esas que nunca tienen suficiente y tienen el corazón grande. Y me contó un secreto:

Me dijo que no podía vivir sin esa chica.

Como buena abuela, o eso creo, le dije que fuese a por ella. ¿Y qué hizo el idiota? Nada.

Dejó que el miedo decidiese por él. ¿Y qué podía hacer yo? Saltarme la regla de no contar nuestros secretos. ¿Por qué?

Porque soy Linda Harris.

Así que mi último propósito de vida es hacer que mi nieto, al fin, sea feliz y deje la cobardía a un lado. O al menos intentarlo.

Me pongo en contacto con esa chica, para disculparme si el idiota de mi nieto no ha sabido demostrar sus sentimientos o ser sincero como yo le enseñé. Para decirle que la quiere, aunque jamás lo admita. Y que, aunque haya la remota posibilidad de que no seas así, ella le corresponda y sienta lo mismo.

Porque si algo aprendí, es que el amor llega sin esperarlo y se mete en ti sin darte ni un aviso. Yo lo viví, créeme. ¡Y asusta! 

Y algo tan mágico, como las historias que mi nieto me ha contado sobre ella, ha de ser amor.

UN TRATO Y POCO AMOR ✔ [ ¡¡EN PAPEL!!]Where stories live. Discover now