II

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El hormigueo en las piernas no la ha abandonado desde que salió del hotel. Como pudo se sacó a Patricia de encima; sabía que si la llevaba sus planes corrían el riesgo de echarse a perder. Le prometió el puesto de asistente una vez que la contrataran, pero ni siquiera ella sabía si sería bien recibida en aquella empresa.

— Sacó su primera colección hace unos meses—le habían dicho por teléfono tres años atrás, alguna ex compañera de la universidad cuyo nombre nunca aprendió—. Parece que le ha ido muy bien... disculpa que te haya llamado, lo que pasa que pensé que habían fundado Amapola juntas y sólo conservaba tu numero... como se la pasaban hablando de eso en aquellos días...

Fue la última vez que tuvo noticias de ella. Su noviazgo con Armando recién había comenzado. Ahora, del otro lado de la acera, el pequeño edificio de dos pisos adornado por dos amapolas con los tallos cruzados le parece más grande de lo que realmente es. "Sólo unos cuantos pasos. Vamos, Marcela; sólo unos cuantos pasos" se repetía una y otra vez.

Una pequeña esperanza le envolvía el cuerpo, después de todo había conservado el nombre de la empresa que habían imaginado juntas. Cruzó la calle ignorando el hormigueo de sus piernas. Al entrar, una pequeña sonrisa adornó su rostro: incluso la recepción estaba adornado con la florecilla roja.

— Buenos días, ¿le puedo ayudar con algo?

Se acercó a la recepción, fingiendo que la garganta no se llenaba de arena con cada paso que daba.

—Sí... mire yo soy Marcela Valencia—dijo, como si su solo nombre bastara para obtener lo que quería. Ante el silencio de la recepcionista siguió hablando—. Busco a Cecilia Mondragón; ella y yo... bueno, soy una vieja amiga.

Sus palabras le sonaron a mentira. Después del tiempo transcurrido no estaba segura si Cecilia seguía considerándola, por lo menos, una amiga. Seguramente la recepcionista no le daba la menor importancia, pero Marcela sentía que sus ojos juzgaban cada una de sus acciones; como si su sola mirada fuera suficiente para descifrar todo su pasado con Cecilia. "¿Viene aquí después de todo lo que ha hecho?" podía escuchar la voz de la recepcionista juzgandola, los ojos acusadores de esa joven mujer que nunca había escuchado hablar de Marcela Valencia. El miedo le apuñalaba las sienes, sus pensamientos volvían a despertarle la culpa y el rostro de Cecilia, que ya le parecía borroso, no dejaba su cabeza.

—La señorita Mondragón no se encuentra en este momento, ¿quisiera dejarle un recado?

El aire volvió a llenarle los pulmones. La respuesta de la recepcionista le hizo darse cuenta de que no estaba preparada para encontrarse con ella. Estaba a punto de decir que regresaría otro día cuando, detrás de la recepción, se asomó la silueta de un hombre que bajaba las escaleras.

—Liliana, Cecilia llamó— dijo al pisar el último escalón—. Ha dicho que planea llegar mañana. Por favor, consiguele un vuelo. Al parecer Renata está enferma y no podrá venir hoy.

Imaginó, por el tono de autoridad con el que se dirigió a la recepcionista, que se trataba de uno de los ejecutivos importantes de la empresa. Lo miró con detenimiento. Le pareció apuesto, sus facciones definidas compaginaban a la perfección con su tez morena. Después de un momento él reparó en su presencia, pudo ver en sus pupilas el destello de la duda. Marcela sintió el pánico de verse expuesta, algo le decía que él, a diferencia de la recepcionista, la conocía muy bien. Si el hombre que ahora la miraba con tanto detenimiento conocía su nombre ganaría una enorme ventaja sobre ella.

— Señorita Valencia— la voz de Liliana le erizó la piel—, puede venir mañana por la tarde a buscar a la señorita Mondragón. El vuelo está programado para el medio día, así que a las dos de la tarde ya debería estar aquí.

Miró al hombre de reojo: estaba boquiabierto. De repente, Cecilia le pareció completamente ajena.

— Perdone—dijo el hombre mientras se aproximaba a ella— ¿Valencia? ¿De causalidad su nombre es Marcela? ¿Marcela Valencia?

Dudó en responder con la verdad. ¿Por qué le interesaba tanto su identidad? ¿Qué tenía que ver él con Cecilia?

—Sí, sí. Yo soy Marcela Valencia.

Contrario a lo que esperaba, el hombre mostró una amplia sonrisa. Le ofreció la mano, esperando que se la estrechara, al mismo tiempo que le decía con una voz llena de calma:

— Yo soy Gerardo Ruvalcaba, vicepresidente financiero de Amapola. Si no le molesta, quisiera hablar con usted en mi oficina.

Muy en el fondo, sintió que el hombre que le estrechaba la mano preparó aquellas palabras durante mucho tiempo.

***

Me gusta tomarme esta historia con calma y completa libertad.

Evidentemente Cecilia Mondragón y Gerardo Ruvalcaba son personajes nuevos, unos que inventé porque me gusta imaginar que algo bueno le pasó a Marcela después de irse tan tristemente de Ecomoda. Aunque no quiero que esta historia comience de inmediato por lo bueno, primero tiene que haber dificultades, crecimiento, sanación y, por último, paz para este personaje tan querido.

Poco a poco se irá construyendo la historia entre Cecilia y Marcela; también, poco a poco se irá revelando su pasado.

Que tengan un buen día, gracias por leer!

Yo soy Marcela Valencia, la nuevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora