CAPÍTULO VEINTICINCO

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Wilder

Silencio.

Un silencio que casi rompe mis tímpanos.

Nadie habló por unos cuantos segundos, en ese poco tiempo los cerebros de todos aún se encontraban procesando la información. Excepto el de Arthur.

Un tiro certero directo al corazón de Igor acabó con su vida al instante, su cuerpo quedó inerte en el sofá.

En un raudo movimiento saco el cuchillo del arnés, en la punta una gota de mi sangre se desliza hasta alcanzar el mango. Regina reaccionó cubriendo su cabeza y saltando del sofá al suelo, donde me lancé sobre ella y acuchillé su vientre para debilitarla.

Eché un vistazo a Arthur, estaba de pie en el mismo sitio, mirando con ojos achinados y deseosos lo que estaba a punto de hacerle a Regina. No tuvo intenciones de hacer nada para ayudarme una vez que acabó con Igor, y Mason no estaba enterado de nada de lo que sucedía.

La mujer de ojos marrones me empujó. Cayendo yo hacia atrás sobre mis codos en el suelo, esquivo uno de sus golpes e impulso mi cuerpo hacia un costado para ponerme en pie, acción que no pude completar porque Regina atrapó mi pie entre sus manos y caí al suelo apoyado en mis palmas. El cuchillo terminó a una larga distancia de mi cuerpo.

Comienza a arrastrarme hacia ella y la empujo con el otro pié, afincando el mismo en la herida de su vientre. De inmediato se quejó aflojando el agarre y logré ponerme de pie.

Ninguno de los dos presentes conscientes en la sala quedó exento del asombro ante mi siguiente acción.

Regina se levantó pausadamente por el dolor en su herida y la sangre que emanaba, puesto que no me contuve en herir una parte sensible de su cuerpo. Aclaré mi mente y me recordé a mí mismo que mi única función es proteger a Lilith a toda costa. Luego de haber tomado el cuchillo del suelo corro hasta Arthur quién con ojos de querer saber lo que tramo quedó boquiabierto al verme hundir el cuchillo en su brazo, logrando que soltara la pistola y así disparar a la frente de quien en ese momento se encontraba a tan solo centímetros de mí.

Cayó de cabeza al suelo, manchando el mismo con su sangre y produciendo un sonido seco acompañado de un segundo silencio que fue tan solo interrumpido por la mente maestra tras todo esto: Arthur.

—¡Wow! Joder, esto me pone demasiado, estoy viviendo un sueño. —Con su otra mano envuelve su sangrante brazo. No parece dolerle, más bien se ríe y enrojece de la emoción.

Yo aún no bajo la pistola. Mi pecho sube y baja conmocionado por las tantas cosas que ocurrieron en ese periodo de tiempo tan corto. El cuchillo yace a mi lado, portando mi sangre, la de Arthur y la de Regina.

—¿Bajarás la pistola ya o pretendes quedarte así hasta que Mason abra la puerta?

—Tienes razón, no podemos perder tiempo ahora.

Mi cerebro quedó totalmente programado en esos segundos que estuve sosteniendo la pistola. Relajé mis brazos y me estiré, recuperando la compostura.

—Arthur, estás manchando el piso con la sangre. —Le regaño como una madre haría con su hijo.

—¿A ti que más te da si soy yo quien hace limpieza? ¡Vago! —Me recuerda dirigiéndose al sofá para empujar el cadáver del Igor al suelo y sentarse él.

—¿Falta mucho para que Mason abra la puerta? —Me tumbo a su lado, con los pies sobre el apoyabrazos y la cabeza en su regazo.

Ahora que lo tengo tan cerca me percato de que en uno de sus ojos, el verde cubre casi la totalidad de su iris, quedando el marrón concentrado en el centro, mientras que en el otro, el color marrón casi amarillo, predomina por sobre el verde. Sonrío tonta e inconscientemente.

ARTHURDonde viven las historias. Descúbrelo ahora