26. Reencuentros de corazón

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La primera sonrisa voluntaria de Neal despertó una ola festejos y de entusiasmo alrededor, e hizo que el pequeño gozara de un aumento de atención aún mayor en los siguientes días. Probaban poner delante de los ojos del bebé toda clase de cosas llamativas que pudieran provocar una vez más su sonrisa, y siempre lo lograban al menos una vez. Sin embargo, Neal sólo sonreía cuando Kohaku, Stan o Xeno jugaban con él, no había forma de que lo hiciera con los demás, en lo cual encontraron la explicación lógica de que eran las personas más cercanas y conocidas por él. Pronto se dieron cuenta también de que la mayor parte de las veces no sonreía a los juguetes en sí, sino como respuesta a las caricias, juegos y enormes sonrisas de sus padres, que lo felicitaban y animaban a más. Ver cómo los dulces ojitos aguamarina se abrían brillantes y atentos, así como su pequeña boca se abría como si buscara imitar lo que veía, era de lo más adorable y emocionante.

A Xeno le entretenía especialmente poner a prueba los reflejos de Neal, haciéndole juegos para que lo siguiera con la mirada, aunque con eso se ganaba la burla de Stan de que "el bebé no era un sujeto de pruebas". El científico se excusaba diciendo que era importante comprobar el desarrollo mental exitoso y elegante del pequeño, y que se sentía más cómodo haciendo eso que comportarse como un payaso para hacerlo sonreír, devolviéndole la burla a su amigo. A pesar de que no le gustaba hablar con voz fina, fue evidente que Neal respondía con mucha más atención e interés a ese tipo de tono, presumiblemente por asociarlo a la madre, pero no fue suficiente motivación para Xeno como para vencer la vergüenza de hacerlo, a diferencia de Stan.

Si bien los ciclos de sueño del niño solían rondan las tres horas, una noche empezó a darse el milagro de que durmiera al menos cinco, proveyendo de un mejor descanso a los agotados padres, y la esperanza de que esa suerte continuara. A pesar de lo hermoso que era dormir junto a su bebé, decidieron a poner la cuna de Neal junto a la cama, para empezar a acostumbrarlo a que durmiera allí durante la noche, no sólo en sus descansos de día. Kohaku había desarrollado mejor su intuición maternal, adelantándose a veces al llanto de su hijo, pero sólo cuando era cuando se debían al hambre.

Stan había empezado a darse cuenta que ya no era tan necesario estar todo el día pegado a Kohaku y Neal, en especial cuando se sentía un tanto ocioso, por lo que se le ocurrió entregarle un sistema de micrófono y altavoz como el que tenía en su armadura, para que ella lo llamara si necesitaba una mano más, o para turnarse en vigilar o cuidarlo, en especial cuando ella se permitía una siesta o quería ir al baño o asearse. Eso le permitió trabajar más horas con sus colegas, lo cual era refrescante a su forma. Por las noches aprovechaba para conectar más tiempo con su hijo, jugando y estimulando sus reacciones, además de que eso parecía favorecer que el pequeño durmiera más largo y tranquilo después. Neal estaba encantado con la atención, y pataleaba y movía los brazos graciosamente, derritiéndolo de ternura junto a Kohaku, y parecía especialmente encantado con que le hablaran directamente.

Eventualmente, los gorjeos del pequeño empezaron a coincidir con más frecuencia con los intentos de conversación con sus padres, dando lugar a incoherentes balbuceos y diálogos en los que predominaban las vocales, que sin embargo eran sus primeros intentos de comunicación voluntaria. Hasta que una noche dio un paso más grande en su maduración y aprendizaje.

- ¿Quién es el príncipe que conquistará el mundo con sus sonrisas? –Dijo Stan con voz aguda y dramática, mientras le tocaba la nariz al bebé con su dedo, y le hacía luego cosquillas en la barbilla– ¡Oooh, es este renacuajo!

- Ooo-oooh.

El soldado soltó un jadeo y quedó boquiabierto, sin poder creer lo que había oído. Neal no le había contestado con cualquier balbuceo, sino con la misma vocal que él había dicho. Miró a Kohaku con los ojos muy abiertos, que lucía igual de sorprendida que él, y sonrió radiante en cuanto se recuperó, con el corazón latiéndole salvajemente en el pecho de emoción.

CautivosWhere stories live. Discover now