37. No Intervenir

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Jamás había visto una evacuación tan grande como la de aquella vez.

La gente caminaba rápidamente, susurraba y se desesperaba en los túneles. Todos cargaban sus pertenencias y seguían el camino en una misma fila.

Y entre toda esa muchedumbre, estábamos nosotros cuatro, escapando del fin del mundo.

La tía Mirabel y el tío Camilo cargaban juntos a la abuela y la hacían avanzar.

Mientras tanto, el tío Bruno y yo íbamos tomados de la mano en dirección al refugio. Debíamos ir por la Vela.

—¡Sigan de frente! ¡Sigan de frente! —anunció la tía Luisa parada sobre una roca—. ¡Todos a la derecha!

La tía Dolores estaba liderando a los peregrinos y mi mamá había envuelto con lianas a los quince hombres que buscaban la Vela. El tío Antonio estaba recepcionando a todos del otro lado de la montaña.

Todo iba de acuerdo al plan. Ya casi medio pueblo había evacuado, la Vela estaba a salvo en el cuarto del tío Bruno y mamá Alma estaba en los túneles.

Todo parecía ir bien. Y el lugar volvió a temblar.

Se nos acababa el tiempo.

—Gracias a Dios. ¡Volvieron! —exclamó mi mamá al vernos y corrió hacia mí.

Al llegar, me dio un fuerte abrazo y me revisó hasta el último centímetro de mi cara.

—Los temblores están horribles. ¿Te hiciste algo? ¿Te encuentras bien?

—Estoy muy bien, ma. Tranquila.

Le regalé una sonrisa para que se calmara y ella me dio un beso en la frente. Eso era suficiente para ella. Y también era suficiente para mí.

—Mamá Julieta... —susurré y la miré con pena—. Le dije lo que me pediste, pero ella...

—Lo sé —contestó, aguantando las lágrimas—. La lluvia me indicó el momento en el que pasó.

—Ella también te quería mucho, mamá. Necesitas saberlo.

Lanzó un suspiro pesado y sus ojos se cristalizaron, pero intentó no ser consumida por su tristeza y esbozó una ligera sonrisa.

—Gracias, linda.

Y le tomé la mano. Ella podía hacerse la fuerte, pero su corazón estaba terriblemente destrozado.

Sin embargo, ella no le dio cabida a su dolor.

El desastre seguía ocurriendo ahí afuera, ya tendría tiempo para asimilar sus sentimientos después.

—Tus hermanos ya están acá abajo —me indicó suavemente—. Evacúa con ellos. Yo los alcanzo después, ¿okay?

—¿Segura de que no necesitarán ayuda aquí? Yo podría...

—No. Mi vida, corre. Ya has hecho demasiado por hoy. Ponte a salvo.

—Pero...

—Tiene razón —añadió la tía Mirabel—. No es seguro que sigas en los túneles. Ve con ellos, Lau.

Crucé miradas con el tío Bruno y el también asintió. Todos me querían lejos del peligro. Pero yo no me podía ir.

La profecía del desastre se hacía cada vez más real y eso significaba que alguien de la familia moriría. Y tenía que evitar la intervención de la tía Mirabel.

No pensaba dejar ese lugar hasta haber desvelado el misterio. Pero no me iban a dejar de ver hasta que me fuera.

Así que resolplé resignada. Tomé mi mochila y me encaminé a la muchedumbre para buscar a mis hermanos.

✨No se habla de Mirabel✨ || Encanto AUWhere stories live. Discover now