Capítulo 13

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Bernie

Puerto Rey me recibe con el calor húmedo que no tenemos en Caña del Mar. Acá uno suda con solo moverse un poco. La necesidad de agua me obliga a recorrer las tiendas de la estación, donde decido comprar un agua embotellada. El vapor y el olor que emanan de las cocinas me recuerdan que tengo mucha hambre, y que debí haber comprado algo antes de abordar el tren allá en Caña. Saco mi móvil y mi billetera y pido un plato de fufú de plátano. Unas inusitadas ganas de liberarme de ropa lo más que pueda hacen que me quite los lentes y la gorra. Algunas personas me miran extraño. El dependiente entorna la mirada al verme, pero al final nadie dice nada.

      En la pantalla de mi teléfono aparecen otras cinco llamadas perdidas de papá, que desplazo hacia un lado para limpiar la bandeja de notificaciones. Ya se debe estar armando una investigación absurda para localizarme, pero no creo que trascienda nada de esto; él está muy ocupado dándole órdenes a su asistente, un sujeto con rostro de pánico que me cae muy mal. Además, seguro que no tiene tiempo para saber de mí o siquiera preocuparse, pues le atan más sus negocios.

      En tanto mi fufú se prepara, me pongo de nuevo los lentes oscuros y me concentro en la televisión del puesto. El canal que está es el de las noticias. Esto me pone a pensar en que últimamente los noticiarios importan demasiado; con tanto disturbio ocurriendo por ahí, y con el asunto de si la estrella errante pasa o no cerca de nosotros, la gente se interesa más. Solo espero que mi padre no aparezca allí de nuevo, en otra de sus entrevistas. Si me reconocen todo habrá terminado.

      Y bueno, como era de esperarse, hablan de lo mismo de siempre.

      El cocinero me llama la atención y me da un plato con un alimento amarillo que huele muy bien. Se ve apetitoso, y me pone muy contento; es una grata distracción después de ver todas las tonterías que se ven en esta sociedad. Y mientras como, limpiándome bien los dedos para no manchar la pantalla del teléfono, husmeo de nuevo en las redes sociales de Alicia, tanto en su Cobbernet como en su Slidebum. No ha subido otro video, lo que me pone un poco paranoico. Pero un detalle me llama la atención de su perfil de Cobber: en los «bocadillos», bueno, en los globitos como en los cómics, Alicia publica un «pensamiento» de hace dos días. Tiene varias interacciones de sus compañeros de Buenavista. Dice así: «Qué pesado se ha vuelto el mundo. Parece que sí viene el día del juicio, y yo tengo que pasar mi prueba PAU. ¿Qué pasará primero, que me gradúe o que a la Tierra se la coma Estela?»

      El mensaje en el bocadillo finaliza con una carita sonriente. Los comentarios le mandan ánimos y extienden sus burlas sobre la situación. Uno en especial hace que se me estruje el pecho, pues una chica le dice que "por culpa de gente como Theodore Fripp puede también separarse el país", que "qué pena de padre tiene el pimpollo de Half Club". De pronto siento bastante vergüenza, una vez que veo que la respuesta de Alicia al comentario había sido un solo «jajaja». Ahora me lo pregunto detenidamente, ¿ella sabe que soy su amigo de la infancia? ¿Se acordará de mí? ¿Ha visto Half Club como para reconocer entre los actores a ese niño al que le hablaba de pequeña? Espero que sí. La serie es demasiado famosa como para que no lo sepa. Lo que no entiendo es, ¿por qué, en lugar de responder con una risa, no le presumió que ella me había conocido? Bueno, diez años es mucho tiempo, así que después de todo es probable que no se acuerde. Una chica tan espontánea como ella puede tener miles de amigos y no acordarse de todos y cada uno.

      De la nada, la luz nos deja a todos a oscuras y no puedo terminarme si quiera mi pobre fufú. Los comensales, los vendedores y otros peatones que frecuentan la terminal comienzan a cuchichear entre ellos. Luego, un terremoto nos sacude repentinamente y un oficial nos saca del edificio, a la vez que las alarmas ensordecedoras se disparan. Recorremos el gran pasillo de la estación en silencio, apretujados y asustados. El movimiento telúrico se desvanece apenas inicia y ya no nos preocupamos por que el techo se nos venga encima.

      Afuera, en lo cálido de la vía de arribo, la multitud señala al cielo. La cornisa no me permite ver, así que me aproximo entre todas las personas y lo veo por fin: auroras boreales; luces de todos los colores, sobre todo verde intenso, se pintan en la atmósfera. El evento natural me deja perplejo, sin palabras, y cuando caigo en cuenta de que estoy en la ciudad de Alicia, pienso solo en una cosa: ¿ella estará viéndolas también?

      Sí; puedo apostar que lo hace.

***

Por fin llegó Bernie.

Si sienten que la novela ha estado un poco floja, no se preocupen, que ya viene lo intenso. Por lo mientras les dejo una postal para que se preparen. (Por si quieren saber, la ciudad modelo es Veracruz, Veracruz).

 (Por si quieren saber, la ciudad modelo es Veracruz, Veracruz)

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El gran destello en el cielo ©Where stories live. Discover now