διαδοχή

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Successio.

El tan esperado día había llegado por fin.

Tan solo la decoración había requerido de semanas de anticipación: Arreglos florales decorando todo el Olimpo en bonitas macetas decorativas por doquier, esculturas esculpidas por las mismas musas, también una alfombra interminable de terciopelo rojo, más los asientos de seda fina para los espectadores.

En las afueras del castillo principal, la mañana había sido todo un revuelo. Pero todo había valido la pena una vez la ceremonia dio inicio.

Successio, el gran día.

El orden de ingreso era el siguiente: primero los dioses de agua, luego los dioses de inframundo, y por último los dioses de cielo.

Claro que tenía que haber división hasta en el Ingreso de los dioses; no solo poderes y títulos eran heredados en el gran día, sino también el odio.

Zeus, el dios de dioses, era el que daba inicio con el ritual.

La ceremonia de apertura fue extenuante, pero como los dioses vivían por toda la eternidad, no había problema en oír la introducción de cada dios y semidios en el Olimpo; todo esto siendo supervisado por Zeus, el único dios que no cumplía con la regla de la sucesión, por lo tanto, único dios perteneciente de la primera generación, la línea original.

Después de aquella ceremonia, venía la segunda más importante del Successio: La ceremonia de compromiso.

Aquellos destinados a la unión sagrada ingresaban unidos del brazo por la gran alfombra roja bajo los rayos tenues de la luz solar. Los que no participan de dicha ceremonia, sin embargo, estaban sentados a los costados como espectadores, como si de una boda humana se tratase.

Esta ceremonia era colectiva al ser tantos involucrados.

Para ser identificados según la subdivisión, usaban colores significativos: vestimenta negra para el inframundo, plateada para dioses dualistas, azul marino para dioses de agua, y dorado y blanco para dioses celestiales.

Soobin sentía todas las mirada sobre él mientras avanzaban todas las parejas, una tras de otra.

Se sentía nervioso y frustrado. Para disipar el sentimiento, se puso a observar a los dioses y semidioses sentados, los suertudos.

Frunció el ceño.

¿Otra vez tú?

Sin siquiera buscarlo o intentarlo, entre tanta deidad pudo reconocer al hijo de Eros, ese pelirosa que le llamó tanto la atención durante la primera reunión. El chico se veía más precioso que nunca, la misma Afrodita debía tener envidia.

Su cabello rosado brillaba bajo el sol, vestía un quitón dórico blanco como las nubes, su piel porcelana era perfecta, y de nuevo con esos labios pecaminosos...

——¿Qué estás haciendo? Vista al frente ——regañó entre dientes Karina con una sonrisa falsa al darse cuenta de su distracción, todo esto mientras caminaban juntos hacia su destino.

Tuvo que obligarse a dejar de verlo.

Ahora más que nunca era consiente del peso del brazo de Karina sobre el suyo.

Algo debía estar mal con él, definitivamente.

Ella era hermosa, muy hermosa, usaba un bonito vestido negro de cola larga que marcaba sus curvas, su piel era tan blanca como la más cara porcelana, esta hacía resaltar esos hermosos ojos lilas que todos los del Inframundo tenían.

Se veía hermosa objetivamente, sí, pero nunca pudo despertar nada en él.

Pero no era realmente un aspecto negativo, pues sabía que del mismo modo, Karina tampoco sentía nada por Soobin a pesar de haberse conocido desde niños. Hacía algunos cientos de años ella lo había catalogado de "demasiado amable" para ser el sucesor de Hades.

SAKURA ⟨⟨ OLIMPO [Soojun]Where stories live. Discover now