Capítulo 8

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El aire de la ciudad acariciaba mi rostro, como si fuera uno de esos momentos en que te sientes libre.
Me crucé con muchas miradas que se quedarán en mis más profundos recuerdos, como notas al cantar.

Era sábado. Significado: ir a la cafetería.

Significado alternativo: ver a Thomy.

Exacto.

Lo ví a unos treinta metros aproximadamente acomodando las mesas de afuera.
Entro al local, tomo asiento en una de las mesas junto a la pared, madera oscura, sillón tipo butaca negro, sobre la mesa estaba el menú: la tapa cubierta con algún tipo de cuero, tenía bordados en hilo blanco una taza de café y debajo de ésta "coffee bar" en cursiva.

Básicamente me puse a analizar la mesa hasta ser atendida.

Como si sintiera su presencia a mi alrededor, levanté la vista, allí estaban sus otoñales ojos. Sé paró junto a mí con su linda sonrisa.

-Hola- saludé sin despegar mi contacto visual.

-Hola- expandió su sonrisa- ¿Cómo estás hoy? Además de linda, claro, eso ya es común de ti.

¿¡QUÉ!? gritito interior.

Yo no grité.

Pues muy mal, deberías hacerlo

Ugh.

Reí por lo bajo meneando la cabeza. Mis mejillas se enrojecerían si dice algo parecido de nuevo.

-Me encuentro muy bien, ¿Tú?

-Perfecto.

-No pensaba que eras el tipo de chicos que andan haciendo cumplidos a la gente, enserio.

-¿De verdad?- frunció el ceño- parece que soy todo un imprevisto, ¿No?

-Parece- él soltó una risita.

Me declaro fan número uno de su risita.

¿Y si hay otras antes?

Ya no las habrá.

-¿Quieres un café cortado?

-¿Cómo sabes que me gusta el café cortado?

-Es lo único que pides desde que te atendí por primera vez hace unas semanas.

-Buen punto. ¿Acaso registras las compras de tus clientes?

-Sólo las de mis preferidos.

-¿Qué tan larga es tu lista de preferidos?

-Dos personas. Tú y mi mejor amigo.

-¿Enserio? Wow. Está bien, quiero un café cortado.

Thomas se marcha a por el café. Regresa al cabo de pocos minutos y lo sé porque me llega el aroma.

-Aquí está.

-Gracias, Thomas.

-De nada, señorita- sonrió angelical-. Mi turno acaba en una media hora. Atenderé a otras personas y luego... ¿Te gustaría ir al parque? Digo, porque está bello el día y no creo que haya mucha gente.

-Perfecto. Me agrada la idea, me gusta el parque.

-Magnífico.

La media hora fue suficiente para acabarme el café y... emm...

Observar al querido Thomy.

Eso.

Así que en poco tiempo estaría en el parque, con él, ¡Ay! Emoción. Me zambullo silenciosa y disimuladamente en mi pensamiento. La voz de Thomas llega en el momento justo.

-¿Interrumpo?

-Para nada.

-Terminó el turno, ¿Aún quieres ir o prefieres otra cosa?

-Está excelente, quiero ir al parque si tú quieres.

-Genial.

Salimos de la cafetería, el dichoso parque se encontraba a unas tres cuadras de allí. Caminamos en silencio. Me gustaba ese silencio, era cómodo.

Al llegar nos sentamos en un banco de madera pintado de blanco frente a los árboles; uno junto al otro, una pequeña distancia y la calma casi eterna, alrededor nuestro pasaba la vida y no parecía importarle a ninguno, era casi mágico. Admiré su perfil, mucho, me gusta ese ángulo suyo, sus pestañas encajando perfectas, estúpidamente impecables. Sin pedirlo, estaba siendo condenado a que lo ame hasta el último de mis días, hasta que mis huesos se desintegren y mi alma deje de existir.

-Me gustan tus ojos- confesé.

-Nunca nadie dijo eso de mí, gracias- me miró y mostró la sonrisa más honesta que había visto jamás.

-No hay de qué.

Me acerqué un poco más al chico, hizo lo mismo, desvié mi vista hacia el frente y mi corazón estaba por explotar cuando...

Si pudiera conservar su miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora