tears.

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Corrió a su habitación, cerró la puerta y se hundió en su cama, haciéndose bolita. Ya no sabía cuánto tiempo podría aguantar más esa felicidad falsa. No podría aguantar esa nube que siempre lo perseguía en dónde quiera que vaya. No podría aguantar más ese horrible sentimiento de amar, esas enormes ganas de dejar de pensar en el peliceleste sólo por un rato.

Se sentó en su cama, sus manos tapaban su rostro.

—¿Por qué? —preguntó al aire en un susurro— Incluso cuando me siento la peor escoria del mundo, mi mente me hace pensar en ti. En tu jodida y bella sonrisa —las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos. Presionó sus manos aún más contra su rostro, tratando que así se le sea imposible llorar de nuevo.

Pero no pudo.

Subió sus piernas a la cama, apegándolas a su pecho y con sus brazos las abrazó. Hundió su cabeza en ese pequeño hueco y derramó aquellas lágrimas que su corazón no podría retener mas. Y en un intento de dejar de llorar, esa vívida imagen de Langa sonriéndole mientras acariciaba su cabeza se presentó en su mente. Agarró sus hebras cobrizas. Más lágrimas salían con desesperación.

—Por favor, aun que sea un minuto, sal de mi cabeza —suplicó con bajos sollozos—. Por favor, por favor.. te lo ruego. 

«Sabes que estoy aquí para lo que necesites».

—Te deseo conmigo. Pero no puedo aceptar el hecho de que amas a alguien más..

Alguien entró a la habitación. Con pocos ánimos, Reki elevó la vista hacia la persona que se encontraba parado frente a él, y se encontró con su hermano. Éste sólo se limitó a sonreírle con calidez mientras le entregaba un vaso de jugo junto con unas dulces galletas. Kyan hizo una mueca en un intento de sonreír falsamente. Su hermano dejó el vaso y el plato de galletas en la mesita de noche. Se sentó junto a él y puso su brazo alrededor del hombro de su hermano mayor, haciendo que sus cabezas se juntaran. El de ojitos verdes se limitó a hacerle cariños en la espalda con su mano, mientras que Reki sólo se ponía a llorar mucho más fuerte que antes. 

—No sabes cuánto duele, Miya. De verdad duele mucho —sollozó.

— Lo sé, Reki, lo sé —apretó aun más el agarre del abrazo. Le partía el alma ver a su hermano llorar, se sentía culpable por no poder hacer algo; sólo se limitaba a consolarlo todas las veces que lo veía mal.

Todas las noches, todas las tardes después de clases, los fines de semana, todos los días.

Miya reprimió el sentimiento de también querer llorar. Tenía que ser fuerte, por Reki. Él tenía que consolarlo. Pero verlo de esa manera... No sabía cuánto aguantaría sin que sus lágrimas no salieran de sus esmeraldinos ojos.

—¿Sabes? Lo peor es que ya no me toma en cuenta —rio sin gracia. Sabiendo que todas las  esperanzas de estar junto a Langa de una manera más allá de la amistad estaban perdidas. Sentía como su hermanito acariciaba con delicadeza su cabello—. Ya no sé si podré seguir aguantando todo esto —sorbió los mocos que estaban por salir de su ahora rojiza nariz—. Simplemente no lo sé..

El menor abrió sus ojos como platos. Estaba preocupado por Reki desmesuradamente, temía que pasara eso de nuevo. Recordaba el pánico que le recorrió al verlo de esa manera, temía que volviera a hacerlo.

Y que ésta vez, sí funcionara.

—Siempre habrá una esperanza y oportunidad Reki, aférrate a eso —tratando de dejar de pensar en el pasado, le sonrió animándolo, calmándolo a él y a sí mismo.

—Gracias.. —comenzó, pero su voz se rompió. Carraspeó con suavidad y volvió a hablar—.. Gracias Miya, de verdad —abrazó al de orbes esmeraldas con fuerza, como si él fuera su esperanza y oportunidad, soltando más lágrimas.

—Siempre voy a estar a tu lado. Que lo sepas, ¡Slime! —respondió tratando de subir el ánimo de su hermano mayor, cosa que sorpresivamente funcionó.

Ambos ahora reían y las lágrimas del mayor cesaron. Y por ese corto minuto, no pensó en Langa ni en su sublime sonrisa.

Gracias

𝐢'𝐦 𝐬𝐨𝐫𝐫𝐲; 𝐫𝐞𝐧𝐠𝐚.Where stories live. Discover now