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Estaba emocionado y nervioso, caminando más rápido de lo usual por un sendero que hacía un año no cruzaba. Miraba asombrado la cantidad de gente que al igual que él, se encontraba regresando a su pueblo natal para pasar las festividades del año nuevo con su familia.

Sett se había tenido que marchar ya hace unos años para poder conseguir un buen trabajo y darle una mejor vida a su mamá, para que ella pudiera dejar de trabajar en el campo y poner la  casa de té que siempre soñó tener. Sueño el cual había sido posible cuando el vastaya se había mudado a la gran ciudad, lejos del pueblo.

Aunque su mamá creyera que se dedicaba a trabajar en la construccion como el mismo azabache le había asegurado a través de cartas y las veces que podía ir a visitarla (sobre todo en esas fechas), realmente Sett había aprendido lo difícil que era ganarse la vida de manera honrada. Sabiendo que eso solo lo llevaría a la ruina y a condenar a su mamá al trabajo pesado toda su vida, comenzó a desviar su camino a otros más ilícitos.

Aprovechándose de su fuerza sobre-humana al ser mitad vastaya y su genética en general, por parte de su padre (aunque lo odiara), había logrado tener su propio negocio de peleas clandestinas.

Y ahora parado sobre la prospera casa del té de su madre, perfectamente cuidada y arreglada, se daba cuenta que a pesar de que muchos lo considerarán un delincuente, el sabía que él era un emprendedor, mandándole sumas de dinero a su mamá en el pueblo para ayudarla, y nada le hacía sentir mejor que ver su enorme sonrisa en un trabajo que amaba.

Deslizó la puerta del local, el cual al fondo de este seguía siendo la casa donde su mamá lo había criado, ahora en mejores condiciones que antes, lo cual le llenaba de orgullo a él mismo de ver lo mucho que había logrado.

Dejo su maleta de madera sobre el piso mientras retiraba sus zapatos, dejándolos en la puerta junto a los demás de los clientes que había. Observo que eran pocos, probablemente porque la mayoría estaría recibiendo a sus familiares en ese momento, tal y como su mamá hubiera ido a recibirlo, pero Sett había preferido no decirle a que hora llegaría para poder sorprenderla.

Dio un paso dentro, y rápidamente un joven alto, pero mucho más bajo que él, se coloco frente suyo.

Sett frunció el ceño, sin reconocerlo ni explicarse porque estaba cortándole el paso. Lo miro hacia abajo, observándolo. Su cabello era azul oscuro, al igual que su mirada, tenía la piel muy pálida y era de complexión delgada, pero lo que más le llamaba la atención a Sett fueron los tatuajes en su cara: una media luna que le cubría la mitad del rostro y otro bajando por su labio, los cuales acentuaban a la perfección sus facciones tan delicadas en esa piel de porcelana...

Por un momento, el vastaya se olvidó de cómo respirar.

—¿Viene solo?—Pregunto después de una ligera reverencia, dándole la bienvenida. Su tranquila voz hizo salir al vastaya de su ensoñación.

—¿Trabajas aquí?—Pregunto de forma golpeada, volviendo a fruncir el ceño. Su mamá nunca le había contado que alguien la ayudaba.—¿Donde está la dueña de este lugar?—Se cruzó de brazos.

Alzo una ceja cuando noto al otro fruncir el ceño de igual forma, aunque deforma más sutil. Noto su lenguaje corporal, como ligeramente cambiaba de posición y apretaba los puños, ¿este individuo lo estaba viendo como una amenaza?

—¿Quién la busca?—Las orejas de Sett se irguieron ante esa pregunta, ofendido de no saber quien era él.

Aunque por fortuna de ambos y de ahorrarse más el incómodo encuentro, la pequeña vastaya salio de la parte posterior de la tienda, abriendo sus pequeños ojos cuando miro a su hijo en la entrada y se acercó corriendo hacia él.

Año Nuevo Lunar (Settphelios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora