UNO

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Morena, grandes ojos verdes, piel clara, rostro ovalado, y en forma. Absolutamente preciosa. Sí, definitivamente el tipo de chicas que le gustan a mi madre.

Mi mandíbula se apretó y mis ojos viajaron de arriba a abajo por su cuerpo. Ropa cara, joyas caras, zapatos caros, bolso caro, maquillaje en punto.

Respiré hondo y me obligué a sonreírle. Ella me devolvió la sonrisa.

Estaba sentado frente a mi más reciente cita a ciegas. Mi madre quería desesperadamente que encontrara una pareja y continuara con la línea familiar Einar. Ella estaba detrás de mi culo día tras día al respecto.

—Entonces... ¿Qué te gusta hacer para divertirte? —preguntó con una voz sensual mientras agitaba el vino en su copa. Fruncí el ceño.

Comer coño, dile.

Vete a la mierda, King.

—Yo... (Tos) Me gusta... Me gusta organizar cosas —dije, asintiendo con la cabeza después de ajustarme el traje.

–¡Genial! Ahora sabe que eres un bicho raro.

—¡Oh! —dijo, ampliando los ojos. Tomó un sorbo de vino y miró por la ventana. Tomé mi copa en mi mano y lo miré.

«¡Fóllame! Tenía una mancha de agua, Bueno... ahí va el vino».

Lo puse de nuevo en la mesa y miré a mi alrededor.

«¿Qué estaba haciendo?».

El mismo restaurante, la misma mesa, la misma comida, las mismas luces bajas, la misma estúpida música de fondo. Incluso la chica era casi la misma. La hermosa hija de otro Alfa. Conocía demasiado bien a este tipo de mujeres. Mocosas mimadas, todas ellas. Cuando sus papás tenían poder, a las princesas no les daban nada más que lo mejor que la manada tenía para ofrecer. Apuesto a que no ha tenido que trabajar por nada en su vida.

Le dio un mordisco a su bistec y sonrió mientras masticaba. Me obligué a devolverle la sonrisa. Debe haber millones de bacterias creciendo dentro de esa boca. Mi rostro se arrugó con asco.

Mmm... Debe de estar rica y caliente.

¡Ni siquiera empieces!

El idiota en mi cabeza era King, mi lobo. Un absoluto hijo de puta.

Eso fue un cumplido.

Tomé una respiración profunda. El cabrón me iba a matar. Él no lo había dicho, pero yo sabía que él odiaba estas citas tanto como yo.

Sólo porque nunca te traes el coño a la casa.

Y nunca lo haré, así que te vas a tener que conformar con lamer tu propia polla.

Se siente genial, deberías probarlo.

¡Puaj! ¡Tú, maldito! Ahora tengo esa imagen grabada en mi mente.

¿Qué? Tú empezaste.

¡Y lo estoy terminando!

(Tos)

Tosió para llamar mi atención, y me di cuenta de que había vuelto a distraerme. Mis ojos viajaron hacia arriba y se encontraron con los de ella.

—Entonces... ¿Tienes algún plan para la noche? —preguntó, tratando de sonar dulce.

—En realidad no —respondí rápidamente antes de que se hiciera alguna idea.

El Beta GermofóbicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora