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El amor rima con la depravación.
Koushi siempre lo había sabido y así había experimentado el amor.
Hoy se encontró con el cuerpo apagado de un hombre a sus pies.
—Tuvimos un pequeño malentendido. Perdí el control —explicó Daichi, aunque todavía no había salido ninguna palabra de la boca de Sugawara.
La pérdida de control era algo que Koushi conocía bien. Lo había experimentado muchas veces.
Koushi se había perdido sin encontrar nunca el camino de vuelta, y los restos de pan que le dejaba la sociedad en forma de terapia y desintoxicación habían sido consumidos por su adicción.
Hansel había conocido a Gretel en la persona de Daichi y estaba decidido a ayudarle.
—Creo que sigue vivo... tenemos que hacer algo —fueron las primeras palabras que Sugawara pronunció en muchos minutos y que iluminaron el rostro de su hermano menor.
—Es un policía, si se despierta, estamos muertos.
Así que Daichi había decidido unir su destino al de Sugawara. Después de todo, fue el propio mayor quien le había ofrecido una copa por primera vez, semanas atrás.
Había puesto en marcha un mecanismo que Sawamura estaba controlando.
Controlado por sus demonios y viendo lo apretado de la situación, Koushi atacó.
Golpeó una y otra vez. Golpeó tan fuerte que el cristal se hizo añicos, goteando el contenido del brebaje antinatural de Daichi sobre el cráneo ensangrentado del ahora fallecido.
Al igual que los futuros de los dos jóvenes, los líquidos eran homogéneos.
Koushi había encendido y completado un mecanismo peligroso, pensando que estaba ayudando a Gretel.
Pero Daichi, como la bruja, había engordado a Sugawara con amor, para lograr su asesinato, el clímax de su comida.
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