𝐅𝐋𝐎𝐑𝐄𝐒 𝐃𝐄 𝐃𝐔𝐑𝐀𝐙𝐍𝐎

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Clem bajó del autobus con las manos temblorosas. Se sentía nervioso con tan sólo saber que ya había llegado hasta allí, hasta la capital.

Había aprendido en los pocos años de su vida, que sus nervios y ansiedad no eran genuinamente suyos, de hecho, todas estas conductas eran producto de la sobre-protección de su madre, y aunque ya sabía esto, no podía evitar que sus manos sudaran y sentir su corazón agitado con lo que sea que fuera desconocido para él.

Clem sabía que la capital, era una ciudad muy grande, llena de edificios altos y personas de aquí para allá. Su madre también le había dicho que las personas de la ciudad eran bastante irrespetuosas, que no decían por favor ni gracias, y que no eran capaces de tenderte una mano. Clem estaba pre-dispuesto, y a diferencia de cuando era más joven, esta vez no le generaba temor, en realidad, estaba preparándose para que todo eso le tomara sin cuidado.

Entró a la tienda que estaba en el terminal de buses y compró una tarjeta para el tren, justo como había investigado antes por internet. Entonces se sintió en libertad de revisar el mapa de su teléfono para ubicar la dirección del departamento y ver las posibles rutas en el mapa de la estación que lo llevarían hasta allí.

Su vista fue del teléfono, a la pared donde estaba el mapa y así sucesivamente hasta que pudo admitir que no entendía ni una sola línea.

En ese momento, sintió un pequeño empujón, y al voltear, vio fugazmente a alguien pasar por un lado suyo. Ese alguien no se molestó en disculparse y siguió su camino, por lo que supuso que estaba mal ubicado y debía apartarse del lugar, pero en cuanto se dio la vuelta para hacerlo, chocó frente a frente con otra persona.

Enseguida, Clem se dio cuenta de que para hacer contacto visual debía subir la cabeza varios centímetros, pero antes de lograrlo, la persona con la que había chocado estaba inclinándose para tomar algo del suelo.

—Tu tarjeta, se calló. —informó el desconocido, tendiendole la tarjeta sobre su mano.

En su mente, todo ocurrió en cámara lenta. Detalló los ojos afilados del muchacho, el cabello rubio (seguramente teñido), la mandíbula marcada y varonil, los labios gruesos y rojos. Incluso le dio tiempo de pensar que frente a ese chico, él parecía un niño simple.

Rápidamente, el desconocido se marchó sin decir nada más, dejando a Clem con la mano extendida. Clem se volteó para decir gracias y mirar mejor su cara, pero nada de eso se fue posible. El descocido desapareció por completo y lo dejó allí, inmóvil y con el corazón acelerado.

𝐅𝐋𝐎𝐑𝐄𝐒 𝐃𝐄 𝐃𝐔𝐑𝐀𝐙𝐍𝐎 || BLWhere stories live. Discover now