EL HOMBRE Y EL OCÉANO

14 1 1
                                    


"Yo soy un río".

R. Machado

Solo fui injusto una vez, en febrero. No había podido dormir tranquilamente la noche anterior, del mismo modo en que ahora no puedo vivir. El calor tuvo que despertarme a las 10 am. Me encontraba sobre un cartón imperceptible para la espalda, delgado como la ropa sucia que me cubría. Oculto en una construcción de pálido cemento y escuetas paredes, mi camastro me recordaba a los nidos de las palomas por estar tan deshilachado. El único sonido que podía escuchar era el de mi cuerpo exigiendo comida. Me levanté, doblé el cartón hasta compactarlo como un gran cuaderno lleno de misterios de todas las artes, acomodé mis pelos alborotados, aunque hacerlos lucir como de persona era ya una causa perdida. Salí al desierto periférico a Trujillo. "Puedo irme a Huanchaco, un baño refrescante y de pasó enjuago mi ropa, quizá pueda comer un muy muy de paso". Emprendí la caminata hacia el fin de la arena. Tomé el camino de la Panamericana Norte desde la zona más meridional del Milagro, ese pueblito golpeado por el trueno de Dios, si es que algo así existe, hace 2 años. En esas épocas (las del fenómeno del niño costero), yo me encontraba mendigando por la Avenida España y recuerdo tener a pocos metros toda la corriente marrón como mi carne. Tuve el deseo de desafiar a esa masa líquida, detenerla de pecho como solía hacer con los balones e inundarla con mi cuerpo. Siempre sospechaba que yo también era agua, que podía mezclarme con la lluvia y perderme en mi camino por la tierra. "Yo soy un río", supe entonces.

Bajo el sol escalando el cielo, mi figura se movía entre el desierto y la carretera. El cartón bajo mi brazo me hacía sentir como los profetas en los inicios de nuestra civilización, se sentía esponjoso, del mismo modo en que deseaba que hubiese sido mi sueño. Aire enrarecido, vista etérea, automóviles brillantes: "puedo atraparlos, puedo quitarles el sabor a fuego". Corrí y corrí jadeando, quería perseguir al horizonte, comerlo como en las películas se comen a los sándwiches, me hice uno con las piedras y con la arena. Imparable, enorme y estruendoso, recorrí la pista como si esta fuera mi cauce, dividía al mundo con mi paso sobre la llanura, giré un poco a la derecha para aligerar mi unión con el mar, vacilé un breve momento, pero mi destino era inevitable y cuando se veía la muerte de la tierra, me detuve y volví a ser humano. Me tomó 90 minutos llegar al océano. "Aún no, no soy un río".

Miré la grandeza del pacífico y recordé lo sabido por todo peruano: Hace 1500 años, otras personas, de raza semejante, navegaban el mar de Huanchaco sentados en caballitos de totora. Quizás me hubiese unido a ellos, asimilado su lenguaje y hecho con personas lo que iba a hacerle a la playa. Fui cauteloso en no ser tocado por los movimientos de las olas, no era el momento, debía ser ágil, evitar la muerte. Cuando el mar regresó a su lecho infinito, miré las burbujas que el agua dejaba a su paso, levanté las manos y las clavé en la arena húmeda. "Un poco de agua marina para saborear ligeramente mi fin". Saqué de ese terreno, como los Moche sacaban los órganos a los hombres, el muy muy peruano y sabroso. Sosteniéndolo en mis manos, levanté mi botín para que sea bendecido por el casi medio día. Lo ingerí, sufrí su sabor salado con una breve debilidad en mis piernas, el contenido dentro de su coraza ablandó mi estómago y sació momentáneamente mi hambre. "El baño para más tarde".

-Mira ese loquito. Ay comadre, que miedo.

-Comadre, mejor llevemos a los niños a otra parte.

Dos señoras, atemorizadas, reaccionaron ante mi presencia. Llevaron a toda su familia lejos de mi ritual milenario. No las culpo, evitaron ser víctimas de mi injusticia imparable. Cuando mi sombra se ocultó debajo de mi cuerpo, lo supe: "Mi muerte está cerca".


You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Mar 06, 2022 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

SOMOS HOMBRESWhere stories live. Discover now