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Amaba mi vida, a todas las personas con las que convivía diariamente, pero en especial amaba los entrenamientos y descansos donde podía verlo, aunque el parecía no notarme, ¿Por qué lo haría?

—Vaya, vaya... Miren quien decidió aparecer.

Escuché la voz del moderador, efusivamente levanté la mirada decepcionándome al notar que no se dirigía a mi.

—Alguien esta dormida esta mañana.

—Lo siento, ¿Estoy en problemas?

—¿Problemas? No... ¿Por que crees eso?

Fruncí el ceño bastante furiosa, ¿Por que a Once? ¿Porque nunca se acercaba a mi? Para mi suerte papá llegó saludándonos y todos corrimos a formarnos.

—Buen día, papá.—Hablamos al unísono.

Pronto empezamos a caminar en fila, ordenados, no queríamos molestar a papá, finalmente llegamos a nuestra sala de entrenamientos yendo hacia la pared, el primero en pasar fue Dos quien completó el trabajo de manera exitosa y bastante sorprendente, solo debíamos encender un foco tras otro como un circuito.

—¿Quien será el valiente que vaya ahora?—Papá pregunto enseñándonos un caramelo.

Sonreí, adoraba los dulces pero muy pocas veces pude ganarme uno, al igual que mis demás hermanos levanté la mano.

—Yo, yo, yo.

—¿Tres?—Habló.

Emocionada camine hasta la silla y me senté, mi estómago cosquilleo cuando Peter se acercó a mi colocando algo en mi cabeza.

—Suerte.

Mi corazón se detuvo al escuchar su voz en mi oído, al parecer mis propias emociones se encargaron pues el circuito iba con rapidez al igual que mis latidos.

—¡Suficiente!—Papá me detuvo.

Despejando mi mente voltee a verlo y una sonrisa decoró su rostro, con un ademán de mano llamó al rubio quien tomó el dulce antes de acercarse a mi, primero quito lo que estaba en mi cabeza y me entregó mi premio.

—¿Que crees qué haces?—Dos gruñó cuando estuve a su lado.

—Ser mejor que tú, es evidente.—Saque el dulce de la envoltura y lo metí a mi boca disfrutando su sabor.

—No te confíes, tres, un movimiento no es una victoria.

—Para mi lo es.—Le sonreí antes de dirigir mi mirada al moderador quien con un asentimiento de cabeza me felicitó.

Luego de terminar nuestro entrenamiento fuimos a comer y luego descansaríamos un poco antes de nuestras sesiones individuales, aunque no pude comer nada pues al usar mis habilidades de aquella forma me había agotado demasiado, debía aprender a controlar mis emociones.

—¿Me llevas a la enfermería? No me siento muy bien.—Me acerqué a uno de los moderadores.

—¿Que tienes?—Cuestionó.

—Mi cabeza duele...—Explique.

—De acuerdo, vamos.—Le hizo una seña a otro de los moderadores antes de llevarme fuera del comedor.

Mis pasos eran lentos, realmente me sentía mal solo necesitaba una pastilla y dormir toda la tarde, luego de unos minutos llegamos al pasillo donde estaba la enfermería.

—Alguien necesita un poco de ayuda.—El moderador me tomo del hombro haciéndome pasar.

Y si ya me sentía mal, lo que vi me hizo sentir peor, ahí estaba mi Peter apoyado en una pared mientras la enfermera reía desde su lugar, al parecer tenían una charla interesante antes de que llegara, sabía que habían notado mi expresión no sabía disimular para nada.

—¿Que tienes?—La mujer hablo con amabilidad, pero no podía parar de mirarla con odio.

—Le duele la cabeza.—Respondió mi acompañante al notar mi silencio.

—Bien, acuéstate un momento mientras yo busco algo para ti.

Se levantó yendo hacia el almacén donde guardaban algunas medicinas, por mi parte solo pude observar a Peter quien le dirigió una sonrisa a la enfermera antes de marcharse sin siquiera mirarme.

—Te inyectaré esto para que duermas, ¿Si? Le avisaré a papá que estás aquí.—Explicó mientras daba golpecitos a la jeringa quitándole el aire.

—¿Son muy cercanos?—Comente de golpe.

—¿Hmm?—Me miró curiosa.

—Peter y usted... ¿Son cercanos?

—Es agradable.—Fue lo único que me contestó.

—¿Siente algo por el?—Insistí.

Ella solo soltó una risita que me hizo hervir la sangre, sin decir más ella dio un piquete en mi brazo inyectando aquel líquido en mi cuerpo.

—Relájate, dormirás pronto.—Tiro la jeringa a un cesto y se dispuso a salir de la enfermería.

Pero no la dejaría ir así nomás, no quería que nadie se acercara a Peter, nadie.

—¿Enfermera?—La llamé haciéndola voltear.

Tan pronto como lo hizo levante mi mano asfixiándola, estaba enojada, lo suficiente como para no pensar con claridad.

—S-Suelta...Me.—Pidió perdiendo el aire.

—Como desee.—Moví mi mano bruscamente haciéndola impactar contra el suelo.

Entonces reaccioné, me levanté asustada ¿Que había hecho? ¿Porque me había dejado llevar por mis sentimientos así? Temblorosa corrí afuera de la enfermería gritando por ayuda, desesperada aunque una parte de mi quería que esa mujer estuviese muerta.

—¡Por favor! ¡Alguien ayúdeme!

Algunos moderadores corrieron hacia mi ingresando a la enfermería quedándose quietos al ver a la mujer en el suelo mientras un chorro de sangre empezaba a salirle de la cabeza.

—¿Que sucedió?—Peter llegó preguntando.

—Parece que se resbaló, creo que está...—Otro moderador comentó quedándose en silencio unos segundos.

Yo solo podía sollozar angustiada, si papá se enteraba de que yo lo había provocado mi castigo sería horrible, no quería que me lastimara.

—¿Tres?—La voz de Peter me llamó a la realidad.

Yo levanté mi mirada hacia el con mi respiración entrecortada, su ceño se frunció al mismo tiempo que sentí la sangre bajar por mi nariz, rápidamente la limpie sin dejar de observarlo, estaba segura de que el lo sabía.

Obsession |Peter Ballard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora