El Rey Rojo

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—Los quiero muertos

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—Los quiero muertos.

—Pero su alteza... —Fueron sus últimas palabras.

Los soldados que ven la escena tragan hondo. El rey furioso quita la daga de la tráquea del hombre y él cae al suelo creando un sonido seco. Levanta su mano pidiendo ayuda mientras cubre su cuello con la otra, mira a los presentes buscando quien tenga compasión de su alma, pero nadie hace nada. El rey se levanta de su trono, camina pisando la mano del hombre en el suelo y alza su mentón ejerciendo autoridad sobre sus subordinados. Ninguno es capaz de moverse, la sala se encuentra en total silencio, solo se escucha como aquel hombre agoniza en sus últimos momentos.

—¿Alguien más quiere llevarme la contraria? —La arrogancia es palpable en su voz, pero nadie se atreve a soltar palabra alguna.

Su miedo a morir bajo la mano del rey es mayor que morir en aquella guerra que estaba apunto de desatar aquel despiadado humano.

—Preparen los caballos. Hoy será el comienzo de una nueva era.

(...)

—¡Estamos perdiendo! —Los soldados comienzan a retroceder, no quieren morir; pero en cuanto dan la vuelta, la espada del rey los aniquila. En sus rostros moribundos, queda grabado el terror.

El rey lucha con todas sus fuerzas, pero su cuerpo se está agotando. Su mano se siente tensa y cada respiro es como una tortura. La punta de su capa de pelaje blanco se encuentra manchada con la sangre del enemigo y de sus guerreros cobardes. Respira furioso, viendo cómo las hadas tienen la delantera.

En un abrir y cerrar de ojos, se encuentra rodeado por el enemigo. Su espada pide más sangre, y con la poca energía que le queda, maniobra haciendo una danza unánime con su arma y mata de un solo movimiento a sus oponentes.

Ve cómo, del norte, vociferan para atacarlo. Incrusta la espada en el suelo mientras se arrodilla, grita a los cielos pidiendo fuerza y le es concedida. Una luz lo alumbra y el viento lo rodea, mandando al enemigo por los aires. Su cuerpo pesa, pero el fulgor lo hace sentir invencible. Su vista comienza a fallar y solo puede escuchar gritos desgarradores. Su mano se mueve sola, no sabe que esta sucediendo, hasta que pierde el conocimiento.

Sus ojos fueron abiertos, su espada se encuentra a solo centímetros del cuello de la reina Nilaï. Respira agitado, se siente desorientado y pasea sus ojos por el campo de batalla. Los cuerpos de sus soldados y los del enemigo, se encuentran descuartizados; aquel césped que una vez fue verde está teñido de rojo y hay cuerpos en todas partes. Siente su capa pesada y nota que está bañando en sangre. Es una imagen desagradable a los ojos, pero solo una cosa tenía en su mente.

«¿Quién hizo semejante atrocidad?»

La reina escupe sangre y su atención vuelve hacia ella. Sonríe, olvidando la situación a su al rededor, tiene a la reina a su merced. Ese deseo de poseer el poder absoluto lo está llevando a la deriva; su mente está siendo consumida.

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⏰ Last updated: Apr 17 ⏰

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