SIETE

223 21 52
                                    




Bellamy  salió demasiado tarde para ver hacia donde se había ido tras el infarto de su padre. Le envió un mensaje pero recordó que él mismo tenía el teléfono de ella apagado en su bolsillo.—Clarke, Clarke—murmuró apoyándose en el auto que había comprado hacía un tiempo— ¿Dónde puedes ir y que no quede tan lejos?—tomó un segundo pero se dirigió hacia el Mcdonald's. Y ahí la vio, comiendo  una hamburguesa con papas, posiblemente con BBC porque ella siempre hacía eso. Estaba en el fondo, mirando por la ventana. 

No avanzó, solo pensó cual era la chance de arruinar todo desde que ella había llegado ayer. Se molestó mentalmente porque sabía que podía tirar todo a la borda solo por volver a verla, pero ahí estaba. Patéticamente perdida, con una hamburguesa, pero dolida en lo más profunda de su alma.

Se quedó unos segundos más.—Puedo ayudarte—esta levantó su vista para verlo—. Tú sabes eso. Siempre lo haré. Inclusive si eres la niña rica malcriada de tu madre y tal vez te plantees casar con un tonto y feo chico pero con mucho dinero que no sabe que hacer con tanto, así que te reglará un montón de cosas sin sentido y valor. Porque donde hay mucho dinero, no hay verdadero valor.

La rubia hizo una sonrisa divertida pero leve—Él nunca podría venir a Mcdonald's, siquiera para buscarme, ni por tan mal que estuviera. Ya se que él no es el chico con el que no me voy a casar en mi vida, así que por eso estoy aquí.

Había prometido no ilusionarse desde el momento que la rubia entró en su casa, pero ahora ella llegaba luego de seis años y le hablaba de matrimonio. Era él.

—Rubia tonta, te has olvidado de tu abrigo—soltó este avanzando para colocarselo en los hombros, y sentándose a su lado. Esta sonrió cansada y le ofreció papas, quien él tomó sabiendo que ese iba a ser su almuerzo y debería pedir otra porción para ambos. 

La rubia estaba pensando lo mismo, así que le ofreció su hamburguesa algo mordida y él le dio otro mordisco: la cantidad de veces que habían compartido la comida así.

—Debes ir a pedir más antes de que me acueste en tu hombro y nos quedemos sin comer nuevamente.

—No voy a permitir eso—aseguró levantándose para caminar y cantar otro pedido, y volvió cuando lo tuvo. Nuevamente, se volvió a sentar al lado de ella. 

—Perdón.

—Has pedido perdón demasiadas veces desde que has llegado. ¿Por qué pides perdón ahora?

—Te estoy haciendo perder el orgullo que has generado cuando me fui.

—Bueno, alguien tiene que aflojar—sonrió viendo como esta se recostaba sobre su hombro.

—Oh, has comprado nuggets—festejó aún con la cabeza sobre él. Este la mojó con un poco de Ketchup para alcanzársela a la boca y esta la mordió.—Te extrañé.

—Ya lo sé. ¿Quién no puede extrañarme?

—Te dije que mi futuro era aquí, ¿No?

—Si, hace como unos seis años. Pero sigo sin creerte. Quédate toda la vida y te creeré.

—Trato hecho, solo si me acompañas a New York. Realmente te necesito ver en ese museo. Y se que manejar once horas no es divertido, pero... seremos dos.

—Por suerte me has invitado, porque planeaba ir igual—la rubia rió y se separó para mirarlo con los ojos achinados pero divertida—. Realmente ha sido admirable lo que has hecho.

—Bueno, es mi trabajo. Estudié seis años para eso. Si no lograba salvar a mi padre, era una inútil.

—No lo eres—negó este tomando la mano de ella, y cómodamente, enlazaron sus dedos. Este con su otra mano, sacó el celular de ella de su bolsillo—. Toma, no puedo ir tras tuyo toda la vida  salvándote siempre el culo. Si agarrándolo, pero no salvándolo—la rubia negó mientras se mordía el labio. Cuando lo encendió, lo dejó sobre la mesa y vieron como los mensajes caían.—Intenso Nathan.

This town// Bellarke Modern AUWhere stories live. Discover now